El 25 de febrero de 1990 a las 2:30 de la tarde, el expresidente de EE. UU., Jimmy Carter, llamó a Antonio Lacayo Oyanguren para que se reunieran con urgencia en las oficinas del Consejo Supremo Electoral. Ese día se estaban realizando las elecciones y a Lacayo le tocó tomar una decisión que fue crucial en esos comicios.
Carter era el más importante de los observadores electorales que habían venido a vigilar los comicios en los que Violeta Barrios de Chamorro retaba a Daniel Ortega y Lacayo Oyanguren no solo era el yerno de la candidata, era el jefe de campaña de la Unión Nacional Opositora (UNO), que ese día ganó las elecciones.
“Al llegar al Consejo Supremo hicimos una breve antesala y pasamos al salón que ocupaba el presidente del Consejo, doctor Mariano Fiallos… con él estaban Carter, Joao Baena Suares, secretario general de la OEA, y Elliot Richardson, representante especial del secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar”, cuenta el mismo Lacayo Oyanguren en el libro La difícil transición nicaragüense, publicado en 2005 para contar los detalles de aquel proceso.
“Antonio, usted sabe que se han detectado serios problemas con la tinta utilizada para marcar el dedo de los votantes, en muchos casos se logra quitar con solo cloro, agua y jabón, lo que está sirviendo de base para que algunas personalidades aseguren que esta elección está ya marcada por el fraude”, dijo Carter, según el libro de Lacayo.
Horas antes el candidato a vicepresidente de la UNO, Virgilio Godoy, había llamado a una conferencia de prensa para decir que no valía la pena votar, porque el FSLN preparaba un gran fraude. Según el análisis de Lacayo, llamar a no votar solo beneficiaba a Ortega.
“Nosotros hemos considerado que si los resultados de esta elección van a ser puestos en duda por cualquiera de las partes, la situación puede ser muy peligrosa y estamos dispuestos a cancelarla a lo inmediato si la UNO o el FSLN creen que aquí se ha montado un fraude”, le dijo Carter a Lacayo.
—¿Cuándo serían las nuevas elecciones? —preguntó.
—El Consejo tendrá que decir, probablemente dentro de un par de meses —contestó Carter.
Lacayo giró a ver a su esposa, Cristiana Chamorro, quien lo acompañaba en la reunión, a Alfredo César, candidato a diputado por la UNO y a Carlos Hurtado, jefe de la Organización Territorial de la Campaña de la UNO, y le contestó a Carter, que lo consultaría con doña Violeta.
—No hay tiempo para eso… son los jefes de campaña los que deciden en las campañas —le expresó Carter.
Le tocaba a Lacayo decidir sobre un asunto crucial en los resultados de aquella elección. Él manejaba algunos datos de encuestas y estaba firmemente convencido de que si la gente salía a votar la UNO ganaba la elección.
“Si las elecciones se suspendían, los sandinistas se darían cuenta de la votación y que doña Violeta tenía más votos que Daniel. De eso estaba totalmente seguro. Eso haría que las siguientes elecciones fueran totalmente amañadas, pues toda la apertura que hasta ahora ellos habían tenido estaba fundamentada en su absoluta certeza de que el FSLN, según ellos, era el partido preferido por el pueblo”, contó Lacayo en su libro.
La campaña política había sido intensa y, según el análisis de Lacayo Oyanguren, la UNO no tenía recursos para hacer más proselitismo político, con los que sí contaba el FSLN y todos los recursos estatales.
Pero además, según él, los simpatizantes de doña Violeta se “desencantarían” en una segunda elección y preferirían no votar.
Lacayo le dijo a Carter que ellos confiaban en el CSE, en el papel de los observadores electorales internacionales y que la UNO respetaría los resultados.
Unas horas después, la tesis de Lacayo Oyanguren se cumplió: Barrios de Chamorro sorprendió al mundo, ganó las elecciones y trajo la paz a Nicaragua. Y él se convirtió en ministro de la Presidencia. Y también en blanco de las críticas.
“Lo que pasa es que la gente le tiene tema a Antonio Lacayo, mi yerno. Le pusieron la mira hasta que lo terminaron… Eso se llama celo. Antonio Lacayo, mi yerno, trabajó conmigo desde antes de que me lanzaran a mí de candidata. Aquí venían muchas personas que hablan inglés, yo no hablo inglés. Yo lo buscaba para que me ayudara a traducir y contestar las cartas, porque uno tiene que ser agradecido”, le dijo doña Violeta Barrios de Chamorro en diciembre de 1996 al periodista Fabián Medina, cuando le consultó sobre el poder de su yerno durante su gobierno.
CONVENCIÓ A DOÑA VIOLETA
Lacayo Oyanguren y Cristiana Chamorro acompañaron a doña Violeta en toda la década del ochenta cuando ella era directora de LA PRENSA. Ambos convencieron a la expresidenta para que aceptara ser la candidata presidencial.
“Una noche doña Violeta aprovechó para comprometerme diciéndome que ella aceptaba ser candidata si yo le manejaba la campaña. Sin titubearlo le dije que sí. No podía pedirle yo a ella que se metiera a una lucha tan dura, como sería aquella, por amor a Nicaragua, y zafarle yo el hombro”, escribió Lacayo en su libro.
Así, el empresario quedó ligado a la política.
En febrero pasado, para una entrevista sobre los 25 años de la UNO, Lacayo le dijo al periodista Ilich Buitrago, de LA PRENSA, que para las elecciones de 1990 era necesaria una candidata con las características de doña Violeta.
“O sea, una persona íntegra, de una trayectoria democrática a prueba de todo, una gran heroína por el sacrificio que había significado la muerte de su marido Pedro Joaquín (Chamorro), una persona que había participado en la primera Junta de Gobierno cuando se derrocó a la dictadura somocista y una persona que luego, cuando los sandinistas se olvidan de sus promesas en el 79 comienzan a reprimir y comienzan a cortar las libertades públicas, Violeta se vuelve una defensora acérrima de las libertades públicas desde la trinchera de LA PRENSA”, le dijo a Buitrago.
El expresidente de la Asamblea Nacional, Cairo Manuel López, conoció a Lacayo Oyanguren durante la campaña de 1989 y 1990. Lo recuerda como una persona “eficiente en su trabajo y muy responsable” y aunque no siempre coincidió con sus criterios y decisiones, considera que fue un hombre que contribuyó a democratizar el país.
Lacayo, invitado por Carter, se sentó inmediatamente después del triunfo de 1990 con los hermanos Ortega (Daniel y Humberto) a ver detalles de la transición democrática y el cambio de gobierno.
El exministro de la Presidencia fue un hombre que cultivó amistades sin importar que tuvieran una ideología política distinta a la suya. Esas diferencias no fueron motivo para dejar de saludar con el respeto que le caracterizaba como persona, fuera después de un concierto, en el gimnasio o la calle, recuerda Pablo Fernando Martínez, actual ministro de Transporte e Infraestructura del gobierno de Ortega.
Martínez cuenta que se conocieron a finales de los años sesenta, cuando ambos empezaron a estudiar Ingeniería en la Universidad Centroamericana. Y pese a que Lacayo Oyanguren se marchó a Estados Unidos a los pocos años para finalizar la carrera, siempre tuvieron una buena relación más allá de las aulas de clases.
Fue “un tipo con mucha madurez y se le reconoce que buscó lo mejor para Nicaragua, que trabajó en la pacificación de Nicaragua. Le tocaron momentos duros, pero los supo llevar”, agrega el ministro.
En los más de 35 años de conocerse, Martínez colecciona en su cabeza muchos recuerdos. Uno es que coincidieron en un concierto y al salir Lacayo le dijo que siempre eran los mismos personajes los que llegaban (a los conciertos). Esa noche cantó Joan Manuel Serrat.
QUISO SER CANDIDATO A LA PRESIDENCIA
Lacayo fungió como ministro de la Presidencia de 1990 a 1995, año en el que renunció para emprender su propio proyecto político: Proyecto Nacional (Pronal), pero una serie de candados constitucionales que le impusieron no le permitieron ser candidato presidencial.
“Era cumplidor de sus compromisos”, dijo López al recordar las pretensiones de Lacayo Oyanguren de ser candidato presidencial.
Cuando Lacayo decidió ser candidato presidencial lo hizo bajo el slogan “Paz con progreso”.
Explicaba en su propaganda electoral que pese a los logros obtenidos durante los cinco años como ministro de la Presidencia en el gobierno de doña Violeta, “faltaba mucho progreso en el campo y en Managua”.
También reconocía que faltaba mucho progreso en el Atlántico y en la montaña.
“Jamás me perdonaría a mí mismo si por no participar viera caer el país en manos de gente que nos va a regresar al pasado. Los nicaragüenses queremos marchar al futuro, salir rápido del hoyo en que nos metió la guerra, terminar de cicatrizar las heridas y progresar para vivir mejor y ser felices”, dijo cuando declaró oficialmente que quería ser candidato a la Presidencia.
Jamás me perdonaría a mí mismo si por no participar viera caer el país en manos de gente que nos va a regresar al pasado. Los nicaragüenses queremos marchar al futuro, salir rápido del hoyo en que nos metió la guerra, terminar de cicatrizar
las heridas y progresar para vivir mejor y ser felices”.
Antonio Lacayo Oyanguren, en 1995, cuando oficializó su aspiración presidencial.
LA PRENSA/ARCHIVO
ALUMNO DESTACADO
En el Colegio Centro América de Granada, donde se graduó del bachillerato en 1965, Antonio Lacayo Oyanguren dejó huellas.
Unas memorias del colegio de esas fechas detallan que Lacayo Oyanguren fue primer alumno en Religión, segundo en Matemáticas y Filosofía y recibió una mención honorífica en Cosmografía, Física, Química y Castellano.
“Excelente alumno, muy serio, se reía poco, muy religioso, era muy ordenado”, dijo un compañero de bachillerato del Colegio Centro América, quien pidió que no mencionáramos su nombre.
En ese tiempo el Colegio Centro América era un internado de varones, pero Lacayo tenía un sistema más rígido que sus demás compañeros: estuvo dos años recluido en una casa llamada La Guadalupana (como ahora es conocida oficialmente su casa en Carretera Sur), destinada para aquellos candidatos a entrar a la Compañía de Jesús.
Finalmente fue tres años novicio jesuita en El Salvador, pero abandonó la orden religiosa.
Se graduó como ingeniero industrial en Georgia Tech.
En el Massachusetts Institute Of Technology sacó su maestría en Administración de Empresas.
Entre sus compañeros de bachillerato destacan el analista político Óscar René Vargas, el actual embajador de Nicaragua en Holanda, Carlos Argüello, entre otros.