A partir de los 2 o 3 años los niños empiezan a comer en la mesa con el resto de la familia, a la vez que inician a tomar parte en las celebraciones —cumpleaños, bautizos, comuniones— compartiendo el banquete con los adultos.
Y los niños, como corresponde a su edad, son muy inquietos y traviesos: se cansan enseguida, se quieren levantar a jugar, no obedecen cuando se les llama para comer, etc. Esto es normal, pero siempre hay que marcar unos límites, sobre todo cuando comemos con más gente o se está en un restaurante.
En la mesa, y también en otros lugares, hay que enseñarles a comportarse con una cierta educación y compostura. Por eso es una buena idea que les enseñes desde pequeñitos para que se acostumbren cuanto antes y no adopten malos hábitos que después serán más difíciles de modificar.
En esta etapa la imitación y el juego son las claves para adquirir cualquier comportamiento. Observar al resto de la familia comiendo les ayudará a aprender, por lo que es muy importante que pongamos atención a lo que hacemos nosotros. No se puede pedir a un niño que no ponga los codos en la mesa o que no coma con la boca abierta si nosotros no somos capaces de cumplirlo.
Para ello los padres deben mostrar siempre una actitud segura y confiada y nunca ser incoherentes. Ambos deben marcar las mismas directrices para no volver locos a sus hijos.
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