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El mejor homenaje a Antonio Lacayo

Se ha dicho mucho en memoria de Antonio Lacayo, de todos los sectores políticos de la nación, pero creo que aún no es suficiente, porque si queremos realmente honrar su memoria y si somos congruentes en lo que se ha dicho, debemos abocarnos a rendir el mejor homenaje a su memoria con un proceso electoral limpio, transparente y con amplia observación nacional e internacional, como el ejemplar proceso electoral de 1990.

Se ha dicho mucho en memoria de Antonio Lacayo, de todos los sectores políticos de la nación, pero creo que aún no es suficiente, porque si queremos realmente honrar su memoria y si somos congruentes en lo que se ha dicho, debemos abocarnos a rendir el mejor homenaje a su memoria con un proceso electoral limpio, transparente y con amplia observación nacional e internacional, como el ejemplar proceso electoral de 1990.

Hubo menos violencia política hace 25 años en aquel proceso histórico, luego de una cruenta guerra civil y bajo la amenaza latente de ambos bandos armados, dispuestos a reiniciar la guerra si no habían elecciones libres incuestionables, que la violencia que hemos visto recientemente en los “miércoles de protesta” y en otras manifestaciones pre electorales.

También fue menos violento y mucho más trasparente que los procesos electorales plagados de fraude del 2008, 2011 y 2012. Pero ha llegado el momento de ver hacia adelante, no hacia atrás, como vería Toño y nos señalaría el camino.

Antonio Lacayo fue la mano derecha de mi madre, la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, él supo interpretar su visión de estadista y llevar al país por la senda de la reconciliación nacional, la triple transición de la guerra a la paz, de una economía centralizada a una economía libre de mercado y de un gobierno autoritario a un gobierno democrático, respetuoso de todas las libertades individuales y con poderes del Estado independientes.

Una república como la soñó mi padre, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, cuyo ejemplo y lucha fue retomado por mi madre, quien como candidata de la UNO y más tarde como presidenta de todos los nicaragüenses, escogió a Antonio Lacayo como el ejecutivo de sus políticas, el que interpretaba sus aspiraciones y las llevaba a la práctica en el día a día.

Yo no dudo que todas las muestras de cariño, admiración y respeto por Antonio y por su aporte en pro de la democracia en Nicaragua y el rescate de su economía posguerra, han sido genuinas, incluso de aquellos que en un momento le adversaron. Han venido del fondo de las conciencias y también del corazón.

De allí que ese sentimiento universal debe traducirse necesariamente en acciones concretas para enaltecer su memoria y nada mejor que un proceso electoral libre y transparente en el 2016, donde no le quepa a nadie la menor duda, de que se ha respetado la voluntad popular, como fue el caso en 1990.

Nuevamente, como en 1990, la responsabilidad mayor recae sobre los que ostentan el poder y si en aquel entonces lo permitieron obteniendo un reconocimiento mundial, deben repetir esa epopeya histórica, no solo para obtener legitimidad, sino para asegurar que Nicaragua sigua por el camino de la paz y la prosperidad que iniciaron el 25 de abril de 1990 doña Violeta y Antonio Lacayo, su ministro de la Presidencia.

Un camino que necesariamente pasa por el diálogo, el respeto a las ideas de los demás y la tolerancia, principios que siempre guiaron la conducta pública y privada de Antonio Lacayo, ya fuera en el poder o desde la empresa privada. Toño fue firme en sus objetivos e ideales, pero flexible en los medios para alcanzarlos, privilegiando siempre el diálogo y la negociación.

Supo afrontar, con éxito, situaciones sumamente difíciles y tensas, como aquel 2 de septiembre de 1993 cuando mi madre anunció el relevo del mando del general Humberto Ortega Saavedra, jefe del Ejército y principal interlocutor de Antonio con el FSLN, también pieza clave en la transición.

Hoy, viendo las cosas en retrospectiva, tanto el general Humberto Ortega como los generales Joaquín Cuadra, Javier Carrión, Omar Halleslevens y Julio César Avilés, que le sucedieron en el mando militar gracias a la institucionalización de este primer relevo, seguramente le habrán dado la razón a doña Violeta y su equipo de gobierno liderado por Antonio Lacayo.

Termino reiterando el llamado a todas las fuerzas políticas del país, pero en particular a quienes transitoriamente están detentando el poder —porque nada es eterno en la vida— que honremos la memoria de Antonio Lacayo con unas elecciones libres y transparentes en el 2016. Las encuestas demuestran que el noventa por ciento de los nicaragüenses así lo desean.

El autor es diputado de la Bancada Alianza PLI y presidente de la Comisión de Turismo.

Columna del día homenaje a Antonio Lacayo Nicaragua archivo

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