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Bye Pues (Ficción)

Dicen que los sueños tienen que ver con los estados de ánimo, la cantidad y los mismos alimentos ingeridos, el volumen corporal y los recuerdos.

Dicen que los sueños tienen que ver con los estados de ánimo, la cantidad y los mismos alimentos ingeridos, el volumen corporal y los recuerdos.

Yo sueño con frecuencia, a veces son sueños recurrentes donde siempre debo saltar una barda alta y ahí me despierto, o simplemente la salto y paso a otro sueño.

Hace poco soñé con mi fallecimiento, a pesar del tema, era un sueño como bonito. Estaba con graves problemas cardíacos y me iba quedando poco a poco —al suave— mi esposa acariciaba mis manos con ternura como despidiéndome. En eso el sueño tomó ribetes extrasensoriales y yo podía al mismo tiempo, desdoblarme y trascender de mi lecho a las casas y oficinas de mis amigos, conversar con ellos y volver a mi cama. Le dije a mi mujer “Acordate que todo está en orden, llama a la Susy Padilla en Sierras de Paz, para que te confirme los arreglos y procura que todos mis hijos, vengan a tiempo ya sea para despedirse o estar presentes en el funeral”.

En el sueño me puse a pensar lo que yo podía decir al ir de viaje, se me ocurrió: “Que Dios me proteja”. Me encogí de hombros y dije… pobre Dios siempre lo meten en todo, la verdad es que cada quien es responsable de sus actos. Se acabó Rogercito… L.J. Los juimos… como decía Chale Villa, o bien al mejor estilo de Sucre Frech, la frase chinandegana… Te fuiste Marcelino. ¡Una sola palabra me gustó mucho… ya! En ese momento me acordé de Samuel Barreto… quien sin duda alguna me habría dicho…

Bye… Bye… bambino. En cambio Josecito el menor de Don Julio Chamorro y Dña. Blanquita Coronel, con su sonrisa inocente, diría simplemente PON-PON.
A mis 83 años, muchos ya esperaban mi partida y cuando me miraban dando vueltas en Galerías, escuchaba el murmullo… va de viaje.

Vi a la Luz Marina Benard y la oí decir… ay mamá, pobrecita la Chayito. Jorge Carrión, más flaco y más viejo, alzó la cabeza y dijo… ¡Piramuca! En cambio la Ruth Balladares rezó un Padre nuestro y pensó… Que Dios lo acompañe.

Mi esposa llorosa, se encontraba sola. Mi pulso era débil, sudorosa mi frente y mis labios resecos apenas le decían unas palabras ininteligibles… que eran: “Te quiero”… me cerró suavemente los ojos y dijo… Hizo lo que quiso.

Aparecí físicamente en el Diario La Prensa, cuando circulaba el rumor de mi partida y oí a Luis Sánchez decirle a Hugo Hollman, voy a escribir un nuevo ciclo de mitología y será sobre Nicaragua, Hugo le dijo, acabo de ver a Róger Fischer en una vela y le sugerí mandarnos nuevos artículos. Yo no sabía que estaba por entregar los tenis. Pase por el Canal 12 donde Cachirulo y Marianito. Danilo le decía, ya no vamos a poder hacer el programa con Róger, su suegro asintió y le dijo, prepará el material para una breve reseña y pasar la viñeta con la información adecuada.

Agarré fuerzas de flaqueza, como quien dice… la mejoría antes de la muerte… y le dije a mi mujer, por favor no hagan nada especial. No quiero que molesten al padre Joselito, porque además de sus responsabilidades, cuando le toca la misa de cuerpo presente, él, para quedar bien habla mucho y la gente se cansa. Joselito es muy buen hombre, pero yo quiero algo corto. Tampoco que la funeraria te recomiende a alguien como el gordito que ofició en privado, cuando trajimos los restos de mis padres —solo dijo— dales Señor el eterno descanso y brille para ellos la luz eterna y… son mil córdobas, como dicen, “cayendo el muerto y soltando el llanto”. Santo Domingo está cerca pero hace un calor arrecho y la gente sudando a chorros, solo pasa abanicándose. Hacelo todo en la funeraria. Si no hay flores mejor.

Un ramo a los pies del ataúd y en vez de comprarme una pijama nueva, vestime con el traje de lino blanco que compré en Miami y que nunca me he puesto, una camisa blanca o celestita y una buena corbata que me sobran. Toda mi ropa, regalásela a la Iglesia de La Divina Misericordia. Estaba dando mis últimas instrucciones, cuando se apareció Pedro el mecánico, me quedó viendo y dijo —Se le ponchó la llanta…Voy de viaje, le contesté…

Me quedé dormido dentro del sueño y empecé a soñar una larga plática con León Núñez, a quien aprecio mucho por su talento, erudición y sentido del humor. Lector de los grandes clásicos, gusta de la música seria y entre sibarita y conocedor, fue juez en Costa Rica, abogado notable, hacedor de muchas escrituras firmadas por el maestro Joaquín Cuadra, tiene selecta clientela de firmas internacionales que le dejan buen dinero y es poseedor de un piso exclusivo en San Juan del Sur, casa en Costa Rica y casa en La Estancia. Con todo eso, le tiene pavor a la muerte. Cuando yo le hablo de la parca se pone arisco, se rasca la oreja y capea el tema. León con sus escritos llenos de humor, habla del cardenal Obando, del ingeniero Zamora, de Chanito el del Cosep y de un montón de cosas y personas. Nunca habla ni de la muerte, ni de los muertos, yo le digo eso es normal, todos nos vamos a morir y nada nos vamos a llevar… él se demuda y cambia el tema. Hombre, yo he hecho grandes y complicadas escrituras, pero la pluto no me toma en cuenta… me dijo. Ni te va a tomar… le espeté, tienen personas de confianza y parientes que ven sus negocios.

León cambio la plática, me dijo que hace cincuenta años todos los socios del Club de Acoyapa eran blancos… es que acordate, lo fundaron los granadinos. Entonces yo vi a León muy blanco, lívido y le dije qué te pasa , balbuceando me respondió… tenés un color raro… cetrino, un pálido… nada común… Tenés el color de la muerte… yo a duras penas escuchaba. Estaba en mi cama, mis palabras eran inaudibles… vi el rostro de mi mujer, la cara de mis hijos… la película de mi vida en segundos. Muchos rostros amigos, los ojos de mi hermano, el perfil de mi padre y la sonrisa dulce de mi madre… Se apagó la luz… ya no pude escuchar un violín quejumbroso, cuyas notas decían… “Si te falta un amor… aquí está el mío”, tampoco la voz de Chico mi chofer que compungido decía… era legal, el viejo era legal… y menos aún, a los amigos y conocidos decir la frase trillada sobre los muertos: Róger … era buena gente.

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