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Ernesto Mejía Sánchez junto a los escritores Jorge Eduardo Arellano y Enrique Morales Fernández. LA PRENSA/CORTESÍA.

Ernesto Mejía Sánchez un escritor de los años cuarenta

Un breve encuentro con la obra de Ernesto Mejía Sánchez, a quien será dedicado el próximo Festival Internacional de Poesía de Granada

Acertada y justa es la decisión de convocar, el próximo Festival Internacional de Poesía de Granada, en homenaje al eminente dariano y sobresaliente poeta de la postvanguardia, Ernesto Mejía Sánchez, honor que compartirá con el poeta y ensayista guatemalteco, Luis Cardoza y Aragón.

Ernesto Mejía Sánchez nació en Masaya en 1923; aprendió las primeras letras en su ciudad natal; los estudios de secundaria los cursó en el Instituto Nacional de Oriente de la ciudad de Granada, donde también siguió los de Derecho en la extinta Universidad de Oriente y Mediodía.

En 1944 se trasladó a la ciudad de México, donde ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para cursar la carrera de Letras, estudios que culminó con singular éxito en 1951 al obtener su Maestría en Letras Españolas con mención “magna cum laude”. Raimundo Lida fue uno de sus profesores.

EN MÉXICO CON ALFONSO REYES

Su afán por profundizar sus conocimientos le llevó a Madrid donde, entre 1951 y 1953, siguió estudios de doctorado en Letras, con especialización en Filología Hispánica, en la Universidad Central.

Particularmente importantes para su formación como investigador fueron los años en que hizo estudios e investigaciones en el Centro de Estudios Filológicos y Literarios del Colegio de México, una de las instituciones de más sólido prestigio del continente.

En el Colegio de México trabajó con eminentes maestros, principalmente Alfonso Reyes, quien fuera su gran preceptor. Reyes le dirá después, en ocasión de recibir un ejemplar de su libro Los primeros cuentos de Rubén Darío, “siempre será para mí una alegría el haberlo visto crecer, madurar y soltar los primeros frutos a mi lado”.

LA CARNE CONTIGUA

Bajo el sello editorial Sur de Buenos Aires apareció, un año después, el poema en versículos, de gran aliento: La carne contigua, que según Ernesto Cardenal, está “lleno de tabúes, construido todo él alrededor de una palabra: la desnudez de Thamar”.

Sus palabras y números siempre tienen algo de “ciencias ocultas, de magia, algo diabólico y sibilino”.
El propio Mejía Sánchez, nos dice que para él la poesía es:
“Este desasosiego, esta palabra que desde el corazón
me llega y se detiene en mis labios, no es nuevo en mí,
sino que permanece, vive desde cuando mis padres,
en amorosa lucha, concretaron la carne de la muerte
para darme al mundo; y me crece como un mar en el pecho,
siempre cambiante, furioso y sin consuelo.

ARS POÉTICA

En el canto IX de Los Desvelos, revelador poema incluido en el libro Contemplaciones Europeas, Mejía Sánchez nos da la clave de su “Vita Arsque poetica”:

“Bautizo las palabras, pongo
nombre a los nombres. Digo
la noche y significa una
paloma. Imagino el leopardo
y tus ojos lloran. Sufro la luz,
el día y gano la impureza.
Dibujo un rostro más ¡Dios
mío! sobre el tuyo. Escribir
un poema es como recordar
el futuro. Es engendrar un hijo
en la tumba. Grabo tu nombre
y se confunde con el mío”.

“Bautizar las palabras”; poner “nombre a los nombres”, he ahí el secreto de toda poesía.

El eminente crítico, Enrique Anderson Imbert, en su muy conocida obra Historia de la literatura hispanoamericana, dice de Mejía Sánchez que es uno de los poetas más agudos y rigurosos: “En su agudeza y rigor hay algo de juego con complejas significaciones y sorpresas que obligan al lector a corresponder con la inteligencia, no solo con la emoción”.

La poesía de Mejía Sánchez figura en las mejores antologías de la poesía española e hispanoamericana. Ha sido traducida el inglés, alemán, italiano y polaco. Su voz está incluida, como voz de acento poético propio, en el “Archivo de Literatura Hispánica en cinta magnética” de la Fundación Hispánica de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, junto con las voces de los más representativos poetas y prosistas ibéricos y latinoamericanos.

EL DARIANO

Mejía Sánchez fue, en su época, el más autorizado crítico y escritor dariano del mundo hispanoamericano. Desde el inicio de su carrera literaria, el estudio del legado dariano fue su constante preocupación. A Rubén dedicó varias obras fundamentales que han contribuido, como pocas, al esclarecimiento de muchos aspectos de la creación artística rubendariana.

La serie de estudios consagrados a Rubén la inicia con su trabajo: Los primeros cuentos de Rubén Darío, que le sirvió para graduarse con honores como Maestro en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

A sus años como investigador del Colegio de México, del que era entonces presidente su maestro Alfonso Reyes, debemos la aparición de Cuentos completos de Rubén Darío (1950); Poesía de Rubén Darío, Libros poéticos y antología de la obra dispersa (1952) y Las humanidades de Rubén Darío, que leyó al hacer su ingreso en la Academia Nicaragüense de la Lengua, el 26 de junio de 1955.

Sigue después el volumen compilado, por encargo de la Comunidad Latinoamericana de Escritores, Estudios sobre Rubén Darío, aparecido en 1968. La serie culmina con el libro que le publicó la Editorial Revista de Occidente, como parte de la colección Cimas de América, y que se intitula: Cuestiones rubendarianas.

Este libro contiene los mejores ensayos de Mejía Sánchez sobre Darío, entre ellos su famoso ensayo Rubén Darío, poeta del siglo XX, que leyó en el Primer Congreso Internacional de Hispanistas, que tuvo lugar en Oxford, Inglaterra, el 10 de septiembre de 1962, y en el que refuta los reproches a Darío del poeta español Luis Cernuda y del crítico inglés Bowra.

Mas no solo la obra de Rubén Darío fue estudiada a fondo por Mejía Sánchez. Su formidable labor de investigación comprendió también la obra de Alfonso Reyes, cuyas Obras Completas editó, a partir del volumen XIII; Gutiérrez Nájera; José Martí; Montalvo.

MAESTRO EN LA UNAM

Sus tareas docentes las desempeñó particularmente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde impartió, brillantemente, las cátedras de Morfología, Sintaxis, Estilística y Literatura iberoamericana, campo este último en que fue reconocido como verdadera autoridad.

Mejía Sánchez fue galardonado en varios concursos literarios: en 1947 obtuvo el premio Nacional Rubén Darío, concurso que ganó otra vez en 1950 con su colección de poemas La impureza.

En 1945 obtuvo el Segundo Premio de Poesía del Primer Certamen Nacional de Cultura, convocado por el Gobierno de El Salvador, con su libro Contemplaciones Europeas. La UNAN le otorgó el Doctorado Honoris Causa, siendo rector quien escribe.

EDITOR DE REVISTAS

Antes de cumplir los 20 años de edad, Mejía Sánchez inició su carrera literaria colaborando en diarios y revistas de Nicaragua, de manera especial en los recordados “Cuadernos del Taller San Lucas”, de los que fue editor entre los años 1942 y 1944. Sus primeros poemas aparecieron en la revista Educación, en 1944.

A raíz de su traslado a México, sus poesías comenzaron a publicarse en las principales revistas literarias de México, de las que por años fue asiduo colaborador. Tanto en México como en Madrid, su espíritu inquieto le movió a fundar revistas literarias para dar amplios horizontes a su búsqueda de nuevas formas de expresión artística.

El primer libro que Mejía Sánchez publicó fue una antología de Romances y corridos nicaragüenses, editado por la Imprenta de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su obra poética personal, que abarcó más de media docena de libros, se inició en 1947 con la aparición de “Ensalmos y Conjuros”, publicados por “Cuadernos Americanos”.

El crítico Orlando Gómez-Gil, en su obra Historia Crítica de la literatura hispanoamericana incluye a Mejía Sánchez entre los que llama la “promoción más reciente” de escritores hispanoamericanos, al lado de Daniel Devoto, Alí Chumacero, Juan Rulfo y Julio Cortázar. Afirma de los versos de “Ensalmos y Conjuros” que encierran una “poesía aguda, paradojal, indirecta, llena de rodeos”.

Como miembro de la generación siguiente a la de vanguardia, la poesía de Mejía Sánchez, desde su primera manifestación, se nos revela como algo novedoso, de estilo depurado, trabajado con impecable técnica, pero donde el pulcro artífice no impide que captemos la inspiración del auténtico poeta que trasciende de cada uno de los “Ensalmos y Conjuros”.

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