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Joaquín Absalón Pastora

Los tiroteos

Parece declinar la entrega masiva a la seguridad, en Estados Unidos (EE. UU.). No cabe duda de que son estos los más proclives a ser rutinarios en la mortandad en serie. Permítaseme decir que ya no es noticia sorprendente escuchar, leer, ver en la televisión, las imágenes ensangrentadas de víctimas, solamente porque tuvieron la culpa de ser inocentes. Suena inadmisible esta tipificación: el delito de ser no culpable o de sufrir invalidez. Los asesinos escogen los sitios donde están concentrados los enfermos. Ser discapacitado se convierte en el epicentro donde cae el vómito del fuego.

La última vez tres asesinos dispararon contra la felicidad de los celebrantes de la Navidad, ejercían el derecho de festejar un banquete más espiritual que carnal con motivo del advenimiento del Señor. Prefirieron disparar en nombre del terrorismo y de un dios escogido como el tutor alegórico de sus furias. Catorce personas murieron en el acto y otra dosis resultó gravemente herida.

Las autoridades judiciales y militares se niegan a pronunciarse sobre las causas que promovieron estos desafueros. Y es lógico que así sea en los instantes inmediatos. Sin embargo, pasa el tiempo y la escrupulosidad en la investigación aparece muy tardía o queda escondida en el misterio. La única causa establecida por los viejos antecedentes está relacionada con el afán de matar a los inocentes porque en la medida en que más lo son, mayores son las posibilidades de elevar las alas del terrorismo. El colmo está en que en el caso del condado de San Bernardino una autoridad “experta” se atrevió a negar que el tiroteo haya sido provocado por el terrorismo, cuando cualquier acto de esa clase debe ser considerado como tal. El terrorismo no es un acto potencial, es un acto virtual, venga de donde venga.

Donde más duelen los costados es cuando los encargados de administrar la justicia o de cualquier otra fuente vinculada incurren en la irreflexión. Cada vez que sucede un tiroteo no obstante su frecuencia, el presidente de EE. UU., Barack Obama, lamenta. Pocos días separaron los actos criminales contra una clínica de planificación familiar en el Estado de Colorado y entre el centro de pacientes de San Bernardino y a pesar de la poca distancia y de ser coincidentes blancos de la agresión, Obama insiste en gimotear en una actitud más política que humanista, usando frases condenatorias y de una retórica que se ha vuelto repetitiva. Clamó que “Estados Unidos se haya convertido en un patrón de tiroteos masivos único en el mundo”, con lo cual en las últimas palabras acertó al calificarlo de “único”. Es excepcional pero ninguna autoridad es capaz de evitar que sea la particularidad. No es al África al que se le imputan las peores salvajadas, a los EE. UU. donde se concentran los centros de mayor formación y desarrollo cultural. Obama apenas suelta la esperanza de contener y siempre dice cuando suenan los balazos “que ahora mismo no se pueden eliminar los tiroteos, sino mejorar las posibilidades de que no ocurran tan a menudo”. Ni lo uno ni lo otro.

La realidad monda y lironda es que mientras se sigan vendiendo armas libremente con la libertad con que se venden los frijoles, el mal nunca podrá ser detenido. Hay grandes intereses ligados a esta mortal manufactura porque valen más los económicos que los concernientes a la vida…

El autor es periodista.

Opinión Barack Obama San Bernardino tiroteo violencia archivo
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