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Francisco Xavier Aguirre Sacasa

Venezuela, sorpresas y desafíos

Al menos en Nicaragua muchos veían las elecciones parlamentarias venezolanas como prácticamente “ganadas” por Nicolás Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Aunque las encuestas confiables indicaban un amplio rechazo al status quo en el país, aquí muchos suponían que el Gobierno se impondría a través de un fraude electoral. Prueba de que este se estaba fraguando es el hecho de que Maduro había rechazado la observación que el secretario general Almagro, de la OEA, le había ofrecido. Sin embargo, lo increíble ocurrió en Venezuela el 6 de diciembre. La oposición ganó lo que en efecto fue un referéndum sobre el gobierno de Maduro y el Socialismo del Siglo XXI.

En los siguientes párrafos analizo esta sorpresa política y los desafíos que todavía enfrenta la hermana República que ha impactado poderosamente a nuestro destino por más de 35 años.

Primero, la oposición hizo su parte. Se unió y estimuló una votación masiva y pacífica de sus partidarios. Y los ciudadanos demócratas obtuvieron una victoria contundente obteniendo al menos 99 de los 167 escaños, más del doble de los 46 curules que ganó el oficialista PSUV.

Esto a pesar de que el gobierno autoritario de Nicolás Maduro utilizó su cuasi monopolio de los medios de comunicación para martillar a la oposición y para amedrentar a los votantes con un discurso intimidador, dándole a entender a la población que habría represión por parte de las fuerzas armadas en caso de que ganase la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Se trataba, Maduro amenazó, de defender la revolución de Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI.

Segundo, a pesar del asistencialismo, populismo y el aprecio que seguramente perdura entre grandes segmentos del pueblo por el carismático Hugo Chávez (q.e.p.d.), los votantes le dieron un “no” rotundo a la conducción del país. Azotado por la segunda tasa de homicidio más alta del mundo, por una inflación aproximándose a 200 por ciento, por una escasez de todo menos la gasolina y por un bolívar “fuerte” que perdió el 80 por ciento de su valor contra el dólar en tan solo este año, los venezolanos les dieron la espalda al espiral vicioso político, económico y social en que se encuentra Venezuela. ¡Votaron abrumadoramente por un cambio!

Tercero, el Consejo Nacional Electoral (CNE) contó los votos y dio a conocer los resultados en una amplia mayoría de los “circuitos”, aunque los resultados no se anunciaron hasta la madrugada del lunes. Algunos alegan que el CNE no se pronunció sobre los 22 cirquitos en donde la votación fue especialmente reñida para dejar un espacio para una negociación entre el Gobierno y la oposición. Está, no olvidemos, por ver si la oposición logrará las súper mayorías que necesitaría, según la Constitución, para, por ejemplo, destituir a ministros o para enmendar la Constitución. Quizás así sea. Pero prefiero creer que las elecciones en Venezuela son básicamente libres y que el CNE siguió cumpliendo con su mandato de contar los votos cabalmente, tal y como lo ha certificado el Centro Carter en el pasado.

Y lo cuarto es que Nicolás Maduro optó por reconocer la derrota del PSUV y en especial de Diosdado Cabello, el actual presidente del parlamento y uno de los tantos rivales que Maduro tiene en un PSUV cada vez más dividido.

Viendo hacia el futuro, aunque mucho ha cambiado con estas elecciones, Maduro queda con un importante quantum de poder. Conserva Miraflores y el PSUV cuenta con más de veinte gobernadores y cientos de alcaldes. Además, Venezuela sigue enfrentando la crisis socioeconómica más profunda del subcontinente latinoamericano. Entre 2014 y 2016, por ejemplo, se estima que su Producto Interno Bruto habrá bajado aproximadamente un veinte por ciento, cifra que se aproxima a la contracción que experimentó Estados Unidos durante la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. Este colapso se debe en parte al bajón del precio del petróleo. Pero también es producto de pésimas políticas públicas repletas de distorsiones. La peor de estas es el altamente subsidiado precio de la gasolina, que anda por unos cuantos centavos dólar por galón, un precio que es menos de la mitad de lo que se paga en Arabia Saudí.

Poner orden en el país es el gran desafío que enfrenta Venezuela. Eliminar los excesos políticos del estatismo, populismo y de las distorsiones es necesario. Pero el mal manejo económico y las pasiones políticas están tan arraigadas que Venezuela requiere de una cohabitación constructiva y con visión de nación política combinada con un tratamiento económico “shock” que seguramente implicará medidas impopulares, al menos en el corto y mediano plazo, y un restablecimiento del diálogo con el Fondo Monetario. Esto tendrá, repito, un costo para el poder que ahora estará compartido entre Miraflores y el parlamento.

¿Estará Maduro y su gobierno anuente a introducir los cambios necesarios pero políticamente costosos que urgen para sacar a Venezuela de su situación de Estado fallido? ¿Y qué postura adoptará la oposición? ¿Tendrá la madurez y criterio para administrar el éxito político logrado en estos comicios o caerá en rivalidades y en optar por adelantar diferentes agendas políticas y socioeconómicas y choques con Maduro y el PSUV?

Las respuestas a estas y otras preguntas las tendremos a comienzos del Año Nuevo, cuando la oposición asumirá control de la Asamblea Nacional. Entretanto, ojalá los diferentes actores de la política venezolana se manejen con cuidado, que dejen de un lado las pasiones del pasado y no intenten revertir —o provocar una reversión— de lo mucho que se ganó con la histórica votación del 6 de enero.

El autor fue canciller de la República.

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