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Mitología grecolatina, métrica dariana, La cabellera de Berenice

Berenice

Los 32 dientecitos blancos como de marfil que volaron por los suelos, junto con las pinzas e instrumentos dentales todos ensangrentados que Egoeus, el narrador y protagonista contempla todo extrañado después de haberlos extraído de la tumba donde aún su adorada prima respiraba, no era nada raro.

Los 32 dientecitos blancos como de marfil que volaron por los suelos, junto con las pinzas e instrumentos dentales todos ensangrentados que Egoeus, el narrador y protagonista contempla todo extrañado después de haberlos extraído de la tumba donde aún su adorada prima respiraba, no era nada raro.

Se trata de la obra de Berenice, un cuento de terror, de Edgar Allan Poe. Berenice, la frágil niña silenciosa, “como la Berenice de un sueño”, la cual contrajo una terrible enfermedad, ha dejado de ser atractiva y se convierte en un objeto de análisis, no de admiración, para su amado. Egoeus la ha observado desde afuera, entre la realidad y el sueño, entre un estado de monomanía y aislado del mundo exterior. Un criado lo interrumpe informándole que la tumba de Berenice ha sido profanada. Despierta y se encuentra bañado en sangre.

Este tipo de obras escalofriantes y otras de diferentes matices acompañan el legado que Poe nos dejó. Por esto Rubén Darío lo incluye en las semblanzas que recopila de los 19 autores admirados por él, en Los raros, obra que fue publicada en 1896.

La vida del norteamericano fue difícil. Nace el 19 de enero de 1809 en Boston y muere el 7 de octubre de 1849. Su padre abandonó a su familia en 1810 y su madre muere un año después. Lo adoptaron Frances y John Allan, unos vecinos de la familia. Su nuevo padre, siendo muy violento, no simpatiza con él. Crece con la protección de su madre adoptiva.

Más tarde, viviendo con su tía, se casa con su prima, Virginia Clemm, de solo 13 años, quien al poco tiempo muere. Su madre, madre adoptiva, tía y esposa impactan en sus obras.

En la obra Edgar Poe y sus sueños, Darío cita: “Las amantes de Poe, dice Lauvrière —yo diría las amadas— (…) son también hijas de sueños místicos y no de la carne viva, frágilmente tejidas de sombras y de rayos y no orgánicamente construidas de músculos y huesos”. Su educación fue entrecortada. Era brillante, pero era de carácter difícil de comprender.

Su obra marcó profundamente la literatura de todo el mundo. Ejerció gran influencia en los simbolistas franceses y, a través de esto, en el surrealismo. Son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victorianos y autores tan dispares como Faulkner, Kafka, Borges, Dostoyevski, Nabokov, el mismo Darío y Cortázar, quien tradujo sus textos en prosa y escribió extensamente sobre su obra. Comenzó con un estilo cáustico y elegante, hay gótico o de terror, de ciencia ficción e influyó en Julio Verne. Iluminó la literatura detectivesca de Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes.

Se ganó la admiración de tres grandes de la literatura francesa: Baudelaire, que introdujo a Poe en el mundo de la literatura europea, Mallarmé líder del movimiento simbolista en Francia y Valéry.
Jugó un gran rol en el desarrollo del cuento corto, la novela pseudocientífica y el género detectivesco en Francia.

Darío se profundiza en el mundo de los sueños. Escribe una serie de artículos en el diario argentino, La Nación, entre los años 1911-1914. Escribe Edgar Poe y sus sueños, donde se adentra en los estudios de un voluminoso libro de Emile Lauvrière. Dicho libro es puesto en contribución al estudio del doctor Dupouy, sobre los opiómanos, donde opina que la parte onírica de Poe se debe al uso del opio. Darío no niega el uso de las drogas ocasionalmente, quizás para aliviar algún dolor gástrico, pero para Rubén, Poe era por naturaleza un soñador.

Dice acerca de él: “Mas los sueños eran una disposición natural e innata, como en Nerval: vivía soñando. Así pudo escribir en Berenice: “Las realidades del mundo me afectan como visiones (…), en tanto que las locas ideas del país de los sueños llegaban a ser (…), en verdad mi única y entera existencia”. Y Darío afirma: “Sí, el sueño se encuentra en todo Poe, en toda su obra, y yo diría en toda su vida”.

En Los raros, lo calificó, como el “príncipe de los poetas malditos” y añadió: “La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda y trascendente para que su nombre y su obra sean a la continua recordados”.

Interesantemente Darío y Poe fueron adoptados de niños y ambos fueron genios soñadores, víctimas del alcoholismo.

La autora es graduada de Saint Louis, Missouri USA. Maestría en Literatura Española.

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COMENTARIOS

  1. Gina Sacasa-Ross
    Hace 8 años

    San Francisco,CA
    Diciembre 15,2015
    Buena lectura nos proporciona Josefina Icaza entrelazando dos grandes figuras de la literatura: Edgar Allan Poe, considerado el arquitecto del cuento corto moderno y Ruben Dario, el principe de las letras castellanas y padre del Modernismo hispanoamericano. Expresando una opinion personal y sin menoscabo al gran escritor americano, prefiero las fantasias y musicalidad que las “visiones” de Dario le producieran a las aterradoras creaciones de Poe.

    Gina Sacasa-Ross

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