14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La defensa del medioambiente

El pacto global sobre el clima es un acuerdo de cuya aplicación se espera dependería la posibilidad de evitar la catástrofe ecológica que amenaza al planeta

La reunión de París COP 21, sobre el Cambio Climático, en la que participaron representantes de 195 países, manifiesta, a partir del acuerdo alcanzado, la posibilidad de enfrentar en forma unitaria y mundial el problema de la degradación del medioambiente y la destrucción ecológica a la que se encuentra enfrentada la humanidad.

El pacto global sobre el clima es un acuerdo de cuya aplicación se espera dependería la posibilidad de evitar la catástrofe ecológica que amenaza al planeta, para lo cual se debe “mantener la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales”, lo que implica una significativa reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, producido por diferentes formas de actividad.
El cambio climático, producto de la acción del hombre, es ya hoy una realidad, sin perjuicio de los efectos aún más devastadores que pueden producirse en el futuro próximo, sobre todo si tenemos en consideración que las consecuencias de una cultura de destrucción no han disminuido, sino más bien aumentado, como ocurre con la emisión del bióxido de carbono cuya concentración, según informes difundidos en los medios de comunicación, es en este momento 40 por ciento mayor que la existente al inicio de la Revolución Industrial.

La reunión COP21 ha considerado diferentes alternativas para hacer frente a este gravísimo problema, entre los que necesariamente se encuentran, el control y limitación de los elementos tóxicos y de la llamada energía fósil, y el fortalecimiento y desarrollo de la energía verde y de energías renovables como la solar y la eólica. Asimismo, de acuerdo con estos criterios adoptados, el aumento de la temperatura no debería ser mayor del 1.5 por ciento.

Pero indudablemente para que estas u otras opciones sean eficaces, se requiere la convicción plena de la situación y la decisión de los países, cuyos principales emisores de gases de efecto invernadero, tal como se ha señalado, son, entre otros, China, Estados Unidos, Rusia, Japón, India, Brasil, y países que integran la Unión Europea, de adoptar las medidas necesarias para reducir la producción de sustancias que afectan el medioambiente y producen la destrucción ecológica y el cambio climático.

Si se pretende establecer esos límites con respecto a la era preindustrial, se requiere, indiscutiblemente una decisión radical que involucre el cumplimiento, sin posibles evasiones, de las empresas que en su actividad productiva y esencialmente utilitaria son las causantes de este dramático proceso de destrucción ecológica.

Para que el acuerdo de los participantes sea eficaz, es necesario adoptar decisiones sobre las obligaciones ineludibles que deben adoptar aquellos países cuyas empresas constituyen la causa principal en la destrucción del medioambiente. Igualmente, se ha señalado la necesidad no solo de mantener sino de aumentar los 100 mil millones de dólares, cada año, destinados a los países en desarrollo, y a lo que se ha denominado el desarrollo verde, pues esta suma sería, a juicio de muchos de los participantes, solamente un punto de partida.

Sobre la destrucción del medioambiente que hoy asume una expresión dramática sin precedentes, convendría recordar que ha habido, desde hace algunas décadas, planteamientos categóricos en diferentes foros, congresos y conferencias, en los que se ha señalado que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida, desde hace años, ha alcanzado dimensiones preocupantes y peligrosas. Muchos científicos, desde hace cerca de dos décadas, consideran que se requiere una reducción del 85 por ciento en la producción mundial del fluorcloro, utilizado sobre todo en spray y sistemas de refrigeración, considerado uno de los principales responsables de la destrucción del ozono que protege a la tierra de los rayos del sol.

Sin desconocer la enorme importancia que tiene el documento acordado en la cumbre de París COP21, es necesario reiterar que si no hay un cambio ético en la conducta del ser humano frente a la naturaleza, poco podrá hacerse ante el proceso de destrucción que la ambición sin límites ha iniciado y desarrollado. La pérdida del sentido verdadero de la vida, la mutilación de la naturaleza y la visión deformada frente a ella para explotarla y exterminarla en aras de una voracidad insaciable, están en el origen de este problema. Esta actitud ha dejado la cultura en orfandad, amputada la civilización de la naturaleza y deformada la visión que de ambas debe tenerse.
“La naturaleza del hombre es la historia”, dice Hegel, pero la historia del hombre nace de la naturaleza y se deshace contra la naturaleza. Mezquina civilización la nuestra (¿nuestra?) que todo mide y pesa, que calcula el tiempo en oro, incapaz de apreciar todo lo que no sea utilidad y ganancia, y de valorar, como corresponde, aquello que es testimonio de una voluntad de vida y sensibilidad, fuerza y amor, más allá de los intereses financieros, económicos y de las diferentes expresiones del poder en general.

El humanismo para no degradarse en un crudo egoísmo antropocéntrico, debe ser solidario con el ser humano, la naturaleza, la vida, el mundo. Junto al Contrato Social hay que concertar el Contrato Natural del que nos habla Michel Serres, y tal vez así, apaciguada la sed de dominio y destrucción, puedan establecerse las condiciones necesarias para garantizar la vida en el planeta.

¿Es posible una síntesis en la que se integren el desarrollo y la naturaleza? ¿Es posible el desarrollo sin la deshumanización? ¿Es posible la ética en la era de la tecnología?

Pienso que sí y pienso que estas son las preguntas fundamentales que subyacen al drama ecológico de nuestro tiempo. Creo que a todos, y principalmente a los que tienen mayor responsabilidad en la situación creada, pues, como se ha dicho, hay responsabilidades comunes pero diferenciadas, corresponde, sobre las bases del principio de equidad, intentar una ética y una conducta acorde a una nueva visión del mundo conforme a la cual sea posible participar del desarrollo económico, científico y técnico sin destruir ni demoler el medioambiente. Debe intentarse impulsar un desarrollo con sensibilidad y un progreso solidario con el ser humano y la naturaleza.

Es por ello imprescindible que lo mejor de la conciencia crítica de nuestra época desmonte con lucidez y precisión los mecanismos de la enajenación contemporánea, rectifique la lógica del absurdo que los conduce y proponga una ética de la naturaleza en la que hallen cabida y plenitud, al lado de los avances de la ciencia, la técnica y el desarrollo económico, los más elevados valores del ser humano.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

Puede interesarte

COMENTARIOS

  1. Nikiriche Niki
    Hace 8 años

    Excelente Dr. Serrano!

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí