El papa Francisco pidió a los gobernantes centroamericanos ser generosos con los miles de migrantes cubanos que desde hace varias semanas se encuentran varados en Costa Rica y Panamá.
En igual sentido, en el reciente día de Navidad el periódico de Miami El Nuevo Herald, le pidió a Daniel Ortega que abra su corazón y ponga fin al sufrimiento de los migrantes cubanos, permitiéndoles seguir su viaje hacia Estados Unidos. Pero han sido peticiones en vano.
Desde el 15 de noviembre pasado, el régimen orteguista cerró el paso de los migrantes cubanos por el territorio de Nicaragua. Inclusive los atacó con fuerzas armadas, policiales y militares cuando se internaron en territorio nicaragüense sin autorización de las autoridades migratorias.
Posteriormente, el Gobierno de Nicaragua bloqueó en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) un acuerdo para resolver el problema de los cubanos permitiéndoles pasar y seguir normalmente su rumbo a Estados Unidos. Mientras tanto, los miles de migrantes varados entre quienes hay mujeres, niños y ancianos, sufren grandes privaciones en el territorio de Costa Rica a pesar de que las autoridades ticas son las únicas que han mostrado la generosidad que pide Francisco.
La generosidad es un bien espiritual muy escaso entre los gobernantes. Ser generoso significa reconocer las necesidades del prójimo, ante todo del más desvalido, y ayudarle de manera desinteresada. En el caso de los migrantes cubanos estancados en Costa Rica y Panamá, la generosidad que pide Francisco es sencillamente dejarlos pasar y que sigan su camino. Solamente eso.
El Gobierno de Costa Rica es el único que ha tratado a los migrantes cubanos con generosidad, reconociéndole al problema su carácter humanitario. Pero los demás gobiernos centroamericanos no lo reconocen así. Y entre ellos, el más inhumano ha sido el régimen orteguista de Nicaragua, que por afinidad ideológica y sus compromisos políticos con la dictadura comunista de Cuba ha convertido el caso en un instrumento político de presión contra el Gobierno de Estados Unidos.
Anticipándose a la petición cristiana y humanitaria del papa Francisco para que se trate con generosidad a los migrantes cubanos, el Gobierno de Costa Rica les ha concedido visas transitorias de libre tránsito por el territorio costarricense. Y los ha atendido generosamente mientras permanecen allí, forzados por el bloqueo del régimen orteguista y de los demás gobiernos del área.
En Nicaragua, la generosidad que pide el papa Francisco no se encuentra en sus gobernantes. Estos más bien son excluyentes y ruines. La generosidad está en los nicaragüenses de abajo, en las personas comunes y corrientes.
Así lo han confirmado algunos de los migrantes cubanos que lograron evadir el cerco militar del régimen orteguista en la frontera sur y cruzaron por veredas el territorio de Nicaragua. En sus relatos dicen que fueron ayudados por humildes campesinos nicaragüenses, quienes compartieron con ellos sus rústicas camas y sus pobres alimentos, y los orientaron para que pudieran continuar su camino. Lo hicieron sin pedir nada a cambio, por caridad cristiana, honrando, sin conocerla, la petición del papa Francisco.