Y ADEMÁS
Ya he escrito tres columnas sobre Jano, el dios romano que dio el nombre al mes de enero. Esta sería la cuarta.
La primera fue publicada el 9 de agosto de 2002 y en ella me referí al origen del nombre de enero, el cual “viene de januarius, que significa puerta. Este mes fue dedicado a Jano, el dios que inventó las puertas y guardaba las llaves con las cuales cerraba el año que terminaba abría la del año que comenzaba. Por eso Jano tenía dos caras con las que miraba simultáneamente al pasado y al futuro”.
La segunda columna fue publicada el viernes 2 de enero del 2004. En esta mencioné que algunos mitólogos derivan el nombre de Jano de Diana, la diosa cazadora. Pero otros sostienen que el nombre viene de la palabra latina ianua, que significa puerta. A mi juicio esta explicación tiene más sentido, pues Jano era precisamente el dios de las puertas al que se le erigió un gran templo en Roma que tenía con dos arcos y dos puertas. Las dos puertas separaban el presente del pasado, de allí que la imagen de Jano tuviera dos caras opuestas y que lo llamaran el dios bifronte.
El tercer artículo sobre Jano fue publicado el 29 de diciembre de 2006. En esa ocasión hice referencia a que según historiadores fueron los antiguos babilonios, los que comenzaron a celebrar la llegada del año nuevo y lo hacían al comienzo de la primavera. Los romanos lo celebraban también al iniciar la temporada primaveral, hasta que la cambiaron en honor del dios Jano y dieron su nombre al primer mes del año.
Pero aunque Jano es un dios típicamente romano, su origen es griego. Jano era hijo de la princesa ateniense Creúsa, hija del rey Erecteo. Creúsa fue seducida por Apolo, quien la dejó embarazada. Ella abandonó al niño apenas nacer, por miedo a la ira y el castigo de su padre, pero Apolo lo recogió, lo llevó a Delfos donde se encontraba su templo principal y lo dejó allí al cuidado y crianza de sus sacerdotisas.
Después Creúsa se casó con un noble llamado Xifeo, quien por encima de todo ansiaba tener un hijo. Pero pasaba el tiempo y Creúsa no quedaba embarazada. Xifeo decidió ir a Delfos, para consultar al oráculo de Apolo qué debía hacer para tener el hijo que deseaba. El oráculo le transmitió el mensaje del dios de que no podía engendrar y debía adoptar al primer niño que encontrara al salir del templo. Y al primer niño que encontró fue a Jano, quien jugaba en los alrededores del templo.
Cuando Jano se hizo adulto se convirtió en un intrépido guerrero con deseo de conocer y conquistar el mundo y se marchó a Italia para fundar allí colonia griega. Organizó una expedición navegó hasta las tierras italianas y fundó allí una ciudad que llamó Janícula, en su propio nombre.
Saturno, el dios del tiempo que los griegos llamaban Cronos, pasó por Janícula en los tiempos en que fue expulsado del cielo por sus hijos, a los que había devorado para que no le quitaran el poder pero fueron liberados por el menor de ellos, Júpiter, y juntos lo destronaron y lo mandaron al exilio en la Tierra.
Janos acogió amablemente a Saturno y hasta lo invitó a compartir su reinado. Saturno había aprendido la lección que le dieron sus hijos, dejó de ser egoísta y se convirtió en un ser virtuoso que repartió bondades y conocimientos entre la gente. Esa fue la época que se conoció como la Edad de Oro.
Saturno concedió a Jano, como recompensa, el don de conocer todo lo que había ocurrido en el pasado y prever todo lo que habría de acontecer en el futuro. Y como Jano había sido un rey bueno y pacífico, después de morir fue deificado y proclamado como un dios de la paz.
Dice la leyenda que el segundo rey legendario de Roma, Numa Pompilio, quien reinó después de Rómulo, hizo construir un soberbio templo de Jano cuyas puertas permanecían cerradas en tiempos de paz y abiertas en tiempos de guerra.
Su fiesta se celebraba el primer día del año y en tal ocasión la gente se deseaba prosperidad y felicidad para el período siguiente.
