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10 de enero del 2016 al 2017

Al comenzar el año los nicaragüenses hemos escogido que en cada quinquenio un nuevo gobierno electo popularmente se inaugure ese día. El próximo toca precisamente en el 2017.

Al comenzar el año, debemos de pasar forzosamente por el 10 de enero, una fecha trágica en nuestra historia, porque es la fecha en que fue asesinado mi padre hace 38 años, pero al mismo tiempo es fecha de esperanza, porque los nicaragüenses hemos escogido que en cada quinquenio un nuevo gobierno electo popularmente se inaugure ese día. El próximo toca precisamente en el 2017.

El primer ejercicio anterior a la toma de posesión es la instalación de la nueva Asamblea Nacional que ocurre precisamente un día antes, es decir el 9 de enero, a fin de que el presidente electo tome posesión ante este primer poder del Estado, cuyos diputados representan los resultados del sufragio de toda la nación.

Hoy 10 de enero del 2016, fecha en que escribo este artículo, solo restan 365 días para esa fecha y son mis deseos, como estoy seguro que son los de la mayoría de los nicaragüenses, que ese calendario lo llenemos en paz, respeto y sobre todo que el resultado de las elecciones refleje fielmente la voluntad popular, como lo hubiera deseado mi padre y para lo que estuvo dispuesto a dar su vida.

Aunque la responsabilidad de llenar esos 365 días con paz, civismo, respeto a las ideas de los demás, recae sobre todos los nicaragüenses, es el Gobierno y particularmente el Consejo Supremo Electoral (CSE), quien debe dar garantías inequívocas de que esta vez las elecciones serán transparentes, sin ventajismo de parte del partido de gobierno en cuanto al uso de los bienes del Estado y no solo permitiendo, sino pidiendo la observación internacional que garantice el proceso y de seguridades a todos los partidos participantes.

Si Ortega y su partido es tan popular como dicen las encuestas, él debería de ser el primer interesado en que el proceso electoral sea transparente e incuestionable, para que quien asuma el 10 de enero del 2017, goce de la legitimidad necesaria para conducir los destinos del país por los senderos de la paz y el progreso, dos preseas necesarias para el desarrollo económico.

Pedro Joaquín Chamorro Cardenal murió a los 53 años sin poder votar en una sola elección libre y transparente. No lo hizo, o porque estaba en el exilio, o porque estaba preso, o porque le habían cercenado sus derechos ciudadanos, como ocurrió para las “elecciones” de 1974 cuando fue reelecto Anastasio Somoza Debayle.

Fue a fines del año 1966, en tiempos de Lorenzo Guerrero, cuyo mandato completó el del civilista René Schick Gutiérrez, quien fue el menos cuestionado por la oposición que mi padre encabezaba, cuando el héroe nacional escribió un editorial titulado “mientras no haya libre sufragio”, que bien podría haber firmado el pasado 10 de enero, con igual actualidad.

Se acercaban las elecciones de 1967 cuya campaña electoral fue ensangrentada con la masacre del 22 de enero. El 1 de mayo de 1967, Guerrero entregó la banda a Anastasio Somoza Debayle. Esto fue lo que dijo mi padre pocos meses antes:
“No puede haber respeto mutuo, ni puede haber tranquilidad verdadera, por lo tanto no habrá pleno desarrollo en Nicaragua mientras no se reestablezca el sufragio libre y efectivo”.

“Es una verdad del tamaño de la catedral, y amparados en ella, los grupos, movimientos o partidos que luchen para establecer el sufragio efectivo en Nicaragua, siempre tendrán razón de ser y buena bandera”.

“Más aún, la negación del sufragio puede conducir al país por los senderos de la violencia, y dejarnos saldos peores que los vistos hasta ahora, porque negarle el sufragio, es igual a quitar la propiedad, a robar un derecho a los demás ciudadanos”.

“La juventud desea antes de todo, vivir en una nación donde se respete el derecho a elegir y el pueblo pueda autodeterminar su destino”.

“La bandera del sufragio efectivo, es una bandera nacional, cívica, que corresponde tomar en sus manos a toda persona de buena voluntad haciendo abstracción de sus propias ideas filosóficas o políticas, pues equivale a escoger un camino civilizado y decente, para resolver la natural pugna de pensamiento que debe existir en una sociedad”.

Llenemos los 365 días que separan el 10 de enero del 2016, del 10 de enero del 2017, con estos sabios pensamientos de mi padre.

El autor es diputado de la Bancada Alianza PLI y Presidente de la Comisión de Turismo.

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