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El estadio Yamil Ríos Ugarte estuvo a toda su capacidad, incluyendo la apertura de nuevos sectores para los aficionados. LA PRENSA/ MANUEL ESQUIVEL

Rivenses abarrotaron estadio y sus alrededores, en juego seis de final de la liga profesional

El estadio Yamil Ríos Ugarte presentó un gran lleno, mientras los aficionados que no pudieron entradas, se subieron a techos, árboles y paredes, para poder ver el partido seis de la final de la Liga de Beisbol Profesional Nacional (LBPN).

¡Señores revisen sus techos! Los rivenses se apoderaron de todo, de árboles, casas aledañas al estadio, muros y mallas. Las personas no querían ver el partido por el televisor, querían sentirse parte de una misma emotividad que solo el beisbol le brinda a esta ciudad sureña.

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Una vez en el año Rivas se siente el centro de Nicaragua, dueño de los reflectores, de las tintas y las voces de la radio. Un pueblo ungido por la magia de la pelota, paralizó el oleaje del lago y del mar para dar lugar a la “Marea Naranja”: los más de 5,000 fanáticos en el Yamil Ríos Ugarte.

Desde el arribo al estadio los revendedores no decían; “vendo boletos”, sino que como loritas con el mismo casete; “compro boletos”, era el primer anuncio de la escasez de un pedazo de papel por entrar al paraíso, el sexto partido de la serie final de la Liga de Beisbol Profesional Nacional.

En las afueras del Yamil Ríos Ugarte no había filas como en los partidos anteriores minutos antes de iniciar el partido, era un ambiente desértico, porque el pulmón de la ciudad estaba en el pequeño coloso.

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La afición de Rivas necesitaba otro estadio. Según los administradores, antes de las 11:00 a.m. se habían vendido todos los boletos, por ese motivo tuvieron que acondicionar palcos improvisados en los laterales cercanos al dogout de Rivas y Granada. Se calcula que estos espacio sumaron 1,000 personas más, para hacer un total de 1,000 aficionados en el estadio.

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Por otro lado, anoche si se quería encontrar a alguien con la camisa del Oriental o sencillamente que los apoyara era imposible ni con una lupa, todo era naranja, nada de rojo, nada sultaneco, los jugadores estaban abandonados por el resultado de un tsunami de rivenses.

Aquí en Rivas lo que menos importaba era el resultado, cuando el conjunto sureño inició perdiendo, se mantuvo el mismo bullicio y conforme pasaban los innings se sostenía el mismo furor de las vuvuzelas, el mismo golpeteo del tambor, el mismo sonido de la disco móvil y el mismo tono musical de las gargantas, que más que producir una melodía, era un ruido que envuelve y embriaga de pasión a la “Marea Naranja”.

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