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LA PRENSA/J. Bravo

La vida en un albergue de migrantes cubanos en Costa Rica

Por más que Costa Rica se esmere en brindarles todas las atenciones a los cubanos varados en los albergues, no se satisfacen las necesidades mínimas para cientos de ellos.

Por más que Costa Rica se esmere en brindarles todas las atenciones a los cubanos varados en los albergues, no se satisfacen las necesidades mínimas para cientos de ellos.

Tal es el caso del albergue habilitado en el Liceo Nocturno de La Cruz, cantón ubicado 16 kilómetros hacia el sur de Peñas Blancas, uno de los más pobres de Costa Rica.

Ahí alrededor de 500 cubanos han convivido con problemas de hacinamiento, durmiendo en colchonetas tiradas sobre el piso y con baños improvisados para hombres y mujeres.

Al aproximarse al lugar, las voces y gritos revueltos entre sí y el tránsito peatonal de cubanos por sus vacías calles; cualquiera se entera que ambas cosas trastornan el desolador ambiente de La Cruz.

Este cantón vive de la agricultura, la pesca y una pequeña actividad comercial. Su economía se ha dinamizado con el mayor de los albergues, el del Liceo, dado que algunos cubanos pudientes reciben remesas para complementar la alimentación, comprar recargas de teléfonos y otros para recrearse en bares y restaurantes.

Pero claro está que no son todos quienes pueden darse el lujo de gastar dinero. Y tampoco esta realidad boyante de quienes reciben remesas desde Estados Unidos, opacan el duro vivir en este albergue.

El Liceo Nocturno de La Cruz es un viejo y deteriorado inmueble. Aquí han vivido los primeros cubanos a quienes Nicaragua se negó a recibir vía deportación desde Costa Rica la tarde del 13 de noviembre, cuando cerró la frontera de Peñas Blancas.

También albergó a parte de los 2 mil migrantes que junto a los primeros, fueron devueltos a punta de balas de goma y gases lacrimógenos por el Ejército de Nicaragua el 15 de ese mismo mes. Es decir, es probablemente el de mayor importancia habilitado por Costa Rica ante la crisis humanitaria.

Las fotografías y videos divulgados internacionalmente desde este lugar, apenas congelan momentos o son pinceladas de un deprimente cuadro en el que ellos conviven día con día.

Desde la calle, una batería de baños plásticos portables de color verde, a veces con sus puertas abiertas, ubicada a orillas del muro perimetral del colegio, trastoca el panorama soleado de la vía.

Al atravesar el portón de verjas metálicas, en un radio de 180 grados se grafica la dura vida del albergue. A la izquierda, en el salón multiuso jóvenes jugando baloncesto como una de sus rutinas para matar el tiempo.

Ahí mismo hacia el fondo, decenas de migrantes sentados, acostados o caminando sobre colchonetas distribuidas en hileras en el piso. En la imagen se observan mochilas y enseres personales desordenados, ropa tendida sobre cuerdas colgadas entre las estructuras metálicas del lugar.

Niños jugando cualquier cosa por los pasillos. Hombres y mujeres de todas las edades caminan de un lado a otro; adultos jugando dominó, el pasatiempo preferido de los cubanos después del uso de celulares inteligentes para saber noticias de su futuro en redes sociales, así como cultivar contactos con familiares y amigos.

De la cancha multiuso de cemento es donde sale el mayor bullicio del albergue, el cual se complementa con el dinamismo del resto de pasillos del inmueble donde unos hacen de barberos, la mayoría conversa sobre temas de la crisis migratoria, de Cuba, Costa Rica, Nicaragua y hasta Estados Unidos.

Decenas de aulas para impartir clases ahora sirven como cuartos para 20 personas o más, siempre durmiendo sobre colchonetas ubicadas en el piso en un hacinamiento total.

“Estar durmiendo en el piso con tanta gente y la convivencia es difícil, uno no está acostumbrado a eso; pero lo demás está bastante bien. Costa Rica nos ha dado un trato magnífico, de que estemos lo mejor posible, aunque las condiciones para todos no pueden ser las mejores porque somos muchos cubanos aquí. No tenemos como agradecerle a Costa Rica la ayuda que nos ha dado”, cuenta Marisley Ruiz, una joven cubana que viaja con su niño, con la idea de reencontrarse en Estados Unidos con su esposo que emigró hace seis meses.

“En lo personal no he tenido problemas con ninguno. Todos somos los mismos cubanos con el mismo objetivo de llegar a Estados Unidos. Unos con sus formas y otros con otra. Aquí se levanta uno por la mañana, desayuna, luego a esperar sentado o dando vueltas de aquí para allá, se distrae un rato, se vuelve a lo mismo, se almuerza, a dormir un poco; lo mismo de todos los días, a veces estar al tanto de las noticias a ver qué nuevo hay”, añade, mientras almuerza un poco de arroz, frijol negro y ensalada.

La temperatura promedia de 29 °C, provocan que casi todos en el albergue pasen el día vistiendo de ropa corta, en chinelas, para pasar el tiempo relajados; aunque la mayoría con caras que demuestran incertidumbre.

El área de cocina se divide en dos partes: una interna donde un jefe y varios colaboradores, preparan los alimentos. En la parte externa, un pequeño patio contiguo sirve de escenario de improvisados fogones. A base de juego de madera se cocinan en ollas grandes de metal arroz y frijoles negro, los principales alimentos de la dieta diaria que no gusta a todos, pero deben consumirlos ante los momentos de necesidad.

En la entrada del área interna de la cocina, se aglomeran en una gran fila los migrantes durante cada tiempo de alimentación. Con sus vasos plásticos reciben el vaso de leche para el desayuno y un plato del mismo material es el recipiente del almuerzo y la cena.

“Hoy el almuerzo fue lo mismo: los tres mosqueteros”, dice en tono burla un migrante al que le reservamos su identidad. “Los tres mosqueteros son el arroz, potaje (frijoles) y ensalada”, añade con mayor mofa.

Los aspectos más sensibles de este albergue son los baños. Sus condiciones no cumplen con requisitos mínimos de salubridad. El área de baños de mujeres es un pequeño espacio de unos 4 metros de largo por 1 de año forrado con plástico negro, sin piso de cemento.

Ahí hay cuatro baños con cuatro cortinas plásticas que simulan las puertas. Al no haber piso de cemento o algo parecido, las mujeres se apoyan sobre pedazos de piedras y cogen e agua de una cubeta.

El baño de hombres, al otro extremo del Liceo, era al aire libre y pisaban la superficie al momento de bañarse sobre viejas tablas. Ante la mirada de curiosas habitantes del pueblo, debieron hacer un encierro con láminas de zinc.

Todo el lugar es vigilado permanente por dos oficiales de la Fuerza Pública. El gobierno de Costa Rica, por medio de la Comisión Nacional de Emergencias, brinda los alimentos y supervisan la convivencia en el lugar.

Los propios cubanos preparan los alimentos y también se encargan de labores de limpieza, aunque con tanto hacinamiento es casi imposible encontrar el lugar en óptimas condiciones de higiene.

El Ministro de Desarrollo Humano e Inclusión Social, Carlos Alvarado, explicó que la apertura de este centro nocturno educacional se debió a una situación particular con la crisis migratoria con cubanos, y no coinciden con los habilitados temporalmente por la Comisión Nacional de Emergencias en eventos nacionales como inundaciones o incendios.

“Los albergues por desastres naturales son de temporalidad más corta, no recuerdo albergues tan grandes con más de 500 personas como el de Liceo Nocturno, es un caso muy particular”, declaró Alvarado.

“Por eso fue importante que el primer grupo de 180 cubanos que viajaron salieron del Liceo Nocturno y del Colegio Bilingüe de La Cruz para bajar el hacinamiento”, añadió.

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COMENTARIOS

  1. Delio Quesada
    Hace 8 años

    Que fácil criticar y ver sólo lo negativo. Posiblemente si Ortega no le hubiese hecho caso a R Castro de impedir el paso x Nicaragua de todos esos cubanos, estos ya estarían en EU . Sin embargo me halagó las declaraciones de un cubano que ya arribó a EU quien está eternamente agradecido con el gobierno de Costa Rica por la ayuda brindada. Esto dice muuuuuuuuucho. Cierra la boca a muchos comentarios negativos como este.

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