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Los granadinos llenaron el estadio Roque Tadeo Zavala nuevamente, aunque no pudieron celebra al final del partido. LA PRENSA/ MANUEL ESQUIVEL

Afición granadina llenó el estadio, celebración fue rivense

La afición llenó el estadio Roque Tadeo Zavala de Granada, donde los Gigantes de Rivas se coronaron campeones de la Liga de Beisbol Profesional Nacional.

Las torres iluminaban el estadio Roque Tadeo Zavala, fanáticos sentados en el muro de los jardines adornaban como si fueran vejucos las paredes, las bubuzelas sonaban, sonaban y sonaban… en una esquina como escoltas atrás del dogout de los Gigantes de Rivas, estaban 80 personas de color naranja, hormigas aplastadas por el bullicio del rival, en la boca del infierno no hay piedad y menos para tantos aficionados furiosos por la derrota del Oriental.

Anoche fue el último partido de una serie completamente emotiva, ¡al diablo la carencia de calidad! Los gritos y los abucheos tenían los mismo decibeles, las carreras tenían el mismo valor para cada uno de los aficionados, el séptimo partido desde las tribunas se vivió como un alargamiento de la agonía, injusta para los que sufren de problemas cardíacos, grandiosa para algunos directivos que ven solo el dinero porque no tienen corazón.

Cuando cayó el último out no importaba que fuera de noche, salió el sol de la gloria para los rivenses, tan pocos en el estadio, el cual Martín Madriz calculó junto a su hijo que estaban 7,000 personas, sin embargo los sureños serían reforzados en Ochomogo, donde una caravana de miles los escoltarían hasta recorrer toda la ciudad.

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ASÍ SE VIVIÓ EL PARTIDO

En el primer episodio todo calló, ni los ecos se escucharon cuando Anderson Feliz conectó un estruendo al otro lado de la cerca. En Granada fue como si hubieran presionado el mute de un control remoto, posteriormente las arremetidas contra Fidencio Flores en el tercer inning, desencantaron a cientos de fanáticos, con el partido 4-0, muchos tomaron un descanso para acabar con los vigorones, tacos y quesillos, que por cierto, estaban al alcance de cada bolsillo.

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La gente se reactivó en el quinto inning con el descuento Oriental, una porción de oxígeno para un pueblo sediento de aliento, carente de una expectativa planteada en el decisivo y final encuentro.

Al final Carlos Teller lanzó por última vez la píldora, las campanas sonaron, el velorio en Granada estaba anunciado, el estallido en Rivas iniciaba, ya todo en la ciudad estaba seco, anoche hubo muerte y vida: Rivas ganó su segundo campeonato ante sus 80 aficionados en el estadio y miles en sus televisores en sus casas.

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