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Danilo Arbilla

La realidad es muy porfiada

Hay como una tendencia a exagerar; a magnificar las cosas. A ser absolutos.

¿Cuántas veces ha leído títulos o le han anunciado que es el “Partido del Siglo”, o “La Final del Siglo” o “La Pelea del Siglo”? Nada es por menos de cien años. En el siglo pasado —en los 1900— deben haber habido no menos de 70 u 80 partidos de futbol que se consideraron el mayor y el único, y lo mismo con finales de futbol, de tenis o de lo que sea y combates por la “máxima corona”. Y en lo que va del presente ya se han dado varios casos. Cada vez que se enfrentan el Barcelona y el Real Madrid, por ejemplo.

No es tan grave que se pretenda cautivar al público con ese tipo de alarido, con esa exclusividad secular. Lo malo es que los protagonistas se lo creen. Siempre o casi siempre. Y uno se ha atragantado con cada bodrios.

Es en la cancha que hay que probarlo. Ahí se acaban las promesas, pronósticos, discursos y promociones.

Es lo mismo que pasa con la economía, el bla, bla, bla dura un rato —a veces el ciclo hasta se alarga un poco más— pero después la realidad llama a la puerta.

En este campo, más que en ningún otro, hay que ser prudentes, cuidar los titulares y en especial, para los protagonistas, no creérsela. Engañar a la gente es una cosa —una cosa fea—, pero que ellos, los protagonistas, se la crean ya es mucho más peligroso y sus consecuencias, indefectiblemente, son dañinas.

¿Qué me dicen de los emergentes? ¿De los Brics? Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Se comían a los niños crudos. No solo marcaban y eran dueño del futuro —quizás hasta por los siglos de los siglos—, sino que, prácticamente, ponían fin a la civilización occidental.

China, no hace tanto, era la niña más que bonita. Muchos, incluso gente muy seria y respetable, la ponían como ejemplo. Ese era el camino hacia el desarrollo del nuevo tiempo.

Es extraño, personas defensoras de la libertad en occidente o declarados progresistas, ponían como ejemplo a un sistema de tipo capitalista, con libertad económica y a la vez con un férreo control político y del poder y ausencia total de las libertades ciudadanas.

Dictadura con libertad económica. La peor de las combinaciones.

Quizás se diga que si hay libertad económica ya de por sí ello implica una filtración para el autoritarismo imperante. Pero en el caso que se cita, se trata de una libertad autorizada para operar unos cuantos rubros, pero vigilados. Válido para grupos económicos, empresariales y hasta para Internet.

Un sistema que si se observa repiten muchos gobiernos progresistas de la región, dando “patente” a empresas capitalistas e imperialistas, y extranjeras, pero amigas y socias. Son esas que luego cursan las invitaciones —con gastos pagos y honorarios extras— a dar conferencias en congresos, o las que ayudan financieramente en la campaña electoral.

Pero, como decíamos, en algún momento, la realidad, tan porfiada ella, toca timbre.

Parece que algunos emergentes han comenzado a sumergirse. Es lo que viene diciendo el FMI, que cada trimestre hace un pronóstico más oscuro.

Se desacelera la economía China. De dos dígitos, el crecimiento del PBI baja al 6.8 en el 2015 y para el 2016 sería del 6.3 por ciento. En Rusia (también emergente entre otras características) se anuncia un 1 por ciento negativo y en Brasil, tras caer un 3.8 por ciento, se prevé una nueva caída del 3.5 para este año. Sudáfrica se mantiene ahí. Y la India, cuyos dirigentes son los que hacen menos alharaca, tiene el mejor pronóstico: crecimiento del 7 a 7.5.

Y en materia de alharacas y autobombo, el caso de Brasil —más precisamente del Brasil de Luis Inacio Lula Da Silva— es patético. En diciembre, por ejemplo se perdieron casi 600 mil puestos de trabajo. Se dice que en marzo los desempleados serán 10 millones. El ministro de Trabajo, Miguel Rossetto, dijo que ha sido un año difícil. Y que lo diga. Y lo que viene: 10 millones de desocupados en Brasil, sin dinero para repartir, puede ser más grave que el enriquecimiento de uranio en Irán.

Lula dijo un día —en su estilo de campeón— que Brasil había dejado de ser el permanente gran país del futuro y que ya era el gran país del presente. Se equivocó Lula: puede que lo siga siendo del futuro, pero, con un futuro bastante incierto.

Cosas de la realidad.

El autor es periodista uruguayo. Fue presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa.

Opinión dictadura libertad económica archivo
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