Muchos creen que el crecimiento macroeconómico que Nicaragua ha sostenido en los últimos años significa que automáticamente todos los nicaragüenses estamos mejor.
Pero la mayoría de los ciudadanos ven que su realidad no ha cambiado, que persisten la falta de trabajo y los bajos salarios, las escuelas donde no se aprende, los servicios de salud insuficientes y el abuso de poder de los funcionarios públicos. Por eso se cuestionan: ¿Será que realmente Nicaragua va realmente por el camino correcto o alguien está tratando de engañarnos?
Para responder esta pregunta es necesario estar claros de qué es y cómo se construye el crecimiento sostenible, amplio e incluyente que necesitamos para alcanzar un mayor nivel de prosperidad. Con ese fin podemos comparar el desarrollo que Nicaragua necesita con el de la construcción de una casa, que debe tener ciertas características para poder ser el hogar de todos en el presente y en el futuro.
En pocas palabras, una buena casa debe tener cimientos firmes, varios pilares robustos apoyados en esos cimientos y, sostenido por cada uno de los pilares, un techo amplio que cubra a todos. Esta analogía nos permite ilustrar cuáles son los elementos del desarrollo para Nicaragua, qué función cumple cada uno y cómo podemos contribuir a construirlos.
Los cimientos para construir la casa de todos los nicaragüenses son la institucionalidad y el Estado de Derecho, la infraestructura humana y productiva y la estabilidad macroeconómica, porque sin cada una de ellas cualquier esfuerzo por lograr prosperidad está condenado al fracaso. Garantizar la existencia y fortalecimiento constante de estos tres cimientos es un deber que el gobierno debe cumplir de forma indiscutible e indelegable.
La existencia de institucionalidad y Estado de Derecho implica el incondicional respeto a la ley por gobernantes y gobernados, con el fin de dar seguridad a todos de que sus derechos serán respetados, incluyendo el voto de los ciudadanos. El segundo elemento básico es la creación de infraestructura, tanto la humana, que se construye garantizando servicios salud y educación de calidad para todos, como la productiva, como son las obras públicas y servicios básicos necesarios para realizar las actividades económicas y mejorar la productividad. El tercer elemento sobre el cual debe cimentarse el desarrollo es la estabilidad macroeconómica que se logra mediante una política fiscal y monetaria responsable, orientada a promover la inversión privada.
Una vez solidificados estos cimientos, debemos diseñar y levantar los pilares del desarrollo, o sea las actividades económicas capaces de generar mayor riqueza, optimizando el uso de los recursos humanos y naturales. Indudablemente el turismo, el aprovechamiento de los recursos hídricos, el desarrollo forestal, la producción de energías limpias, la agroindustria y los servicios, son algunos, aunque no los únicos, de los pilares del desarrollo que deben ser considerados en Nicaragua.
Sin embargo, a diferencia de los cimientos, que son inmutables y no pueden ser objeto de negociación alguna, los pilares del desarrollo varían de un país a otro, y deben ser producto de un consenso nacional, cuanto más amplio mejor, que solamente se consigue mediante el diálogo libre e informado sobre los sectores económicos hacia los cuales debemos orientar todos nuestros esfuerzos como nación durante las próximas décadas.
En Nicaragua, no haber alcanzado ese consenso ha sido y sigue siendo uno de los principales obstáculos para que el país se enrumbe a la creación sostenida de prosperidad. Cada gobierno ha pretendido, con mayor o menor acierto, determinar unilateralmente los pilares del desarrollo nacional, basándolo en sectores diversos, que van desde la industria, la agricultura y el turismo, hasta la construcción de un proyecto faraónico, utópico y con altísimos costos ambientales, como es el tal Canal Interoceánico. Superar este vicio de nuestra cultura política es crucial si queremos definir, de una vez por todas, los pilares capaces de sostener el techo de la prosperidad.
Una vez consensuados estos pilares, levantarlos y robustecerlos es función del sector privado, es decir de los ciudadanos dedicados individual o colectivamente a realizar actividades económicas en condiciones de libertad, igualdad de oportunidades, estabilidad macroeconómica y seguridad jurídica.
Mientras se van levantando estos pilares, el gobierno y los ciudadanos deben trabajar juntos para garantizar que el techo de prosperidad nos cubra a todos, reduciendo la exclusión social producida por la falta de acceso a oportunidades o por actuaciones abusivas de quienes ejercen más poder político o económico.
Esta visión, que aunque pueda parecer simplista es sumamente difícil de implementar, ha guiado a las sociedades que han logrado mayores grados de prosperidad y se han acercado más al ideal de un crecimiento económico sostenible, amplio e incluyente y a un mayor índice de progreso social.
Más allá de las diferencias geográficas o culturales, las sociedades exitosas se caracterizan por contar con pueblos sanos y educados, seguridad jurídica, estabilidad macroeconómica y gobernantes elegidos libremente que respetan la ley y fomentan el consenso para la toma de decisiones. Por eso, quien pretenda convencernos de que se puede construir desarrollo sostenible y progreso social solamente con crecimiento macroeconómico pero obviando alguna o varias de esas condiciones, está totalmente equivocado o pretende engañarnos.
Los nicaragüenses durante ya varias generaciones hemos ensayado modelos de desarrollo que no son sostenibles en el tiempo, no resuelven los problemas nacionales y solo posibilitan el enriquecimiento de unos pocos a costa de destruir nuestras riquezas naturales y perpetuar inaceptables niveles de pobreza y exclusión para las mayorías.
Reconocer esa lamentable realidad y tratar de superarla debería ser el único tema de reflexión y diálogo para los nicaragüenses, en lugar de seguir desperdiciando nuestros esfuerzos en confrontaciones y descalificaciones mutuas, que tienen como fin último el tratar de seguirnos imponiendo modelos de desarrollo efímeros y excluyentes.
Por eso, es necesario un consenso nacional que derive en la exigencia mutua al gobierno, al sector privado y a los ciudadanos para que, reconociendo nuestras fortalezas y carencias, hagamos lo que nos corresponde para empezar a construir esa casa de cimientos firmes, pilares robustos y techo amplio que nos cubra a todos por igual.
El autor es presidente Nacional del Partido Liberal Independiente (PLI).