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Los caballos de Aquiles

Los caballos de Aquiles eran inmortales porque habían sido engendrados por Céfiro, dios del viento, y concebidos y paridos por la harpía Podarga.

En la columna de la semana pasada, Dolón el infiltrado, mencioné a los caballos de Aquiles.

Aquiles era un semidiós, un héroe, como se llamaba a los hijos de un dios o diosa y una persona humana y mortal.

La diferencia entre los dioses y los héroes es que los primeros son inmortales y los segundos mueren. Pero a Aquiles solo podía morir si era herido en el único punto vulnerable de su cuerpo, que era el talón derecho.

Cuando Aquiles fue con sus mirmidones (hombres hormiga) a la guerra de Troya llevó a sus dos caballos inmortales: Janto y Balio.

Los caballos de Aquiles eran inmortales porque habían sido engendrados por Céfiro, dios del viento, y concebidos y paridos por la harpía Podarga.

Zeus obsequió esos caballos al mortal Peleo, padre de Aquiles, como regalo de bodas, cuando se casó con la diosa marina Tetis. Y algún tiempo después Peleo se los dio a Aquiles.

En la Guerra de Troya, cuando Patroclo enfrenta al jefe militar troyano Héctor en combate personal, haciéndose pasar por Aquiles, no solo viste la armadura y el casco del héroe sino que también usa sus armas y el carro de combate que era tirado por los caballos inmortales Janto y Balio.

Héctor mata a Patroclo creyendo que mataba a Aquiles y en ese momento Janto y Balio lloran por no haber podido salvar al amigo íntimo de su amo. Entonces, Aquiles, furioso y adolorido por la muerte de su entrañable amigo, va en busca de Héctor para matarlo en combate. Pero antes reprocha a sus caballos que no impidieron la muerte de Patroclo. Según relata Homero en el Canto XIX de La Ilíada, Aquiles dijo a los caballos:

—¡Janto y Balio, ilustres hijos de Podarga! Cuidad de traer salvo al que hoy os guía, cuando nos hayamos saciado de combatir, y no le dejéis muerto allá como a Patroclo.

Janto y Balio no podían hablar. Eran caballos divinos pero no tenían la facultad de la palabra, que es propia de los dioses y las criaturas humanas. Sin embargo, la diosa Hera, esposa de Zeus, dotó de voz a Janto y el caballo divino dijo a Aquiles que no fue por culpa de ellos que murió Patroclo, sino porque así lo habían dispuesto los dioses.

Pero además Janto le predice a Aquiles que él también va a morir, diciéndole: —Hoy te salvaremos, impetuoso Aquiles… pero también tú estás condenado a sucumbir a manos de un dios y de un hombre”. Y cuando terminó de decir estas palabras, las Erinias (diosas de la venganza) le cortaron la voz a Janto.

Sigue relatando Homero que Aquiles se indigna ante lo dicho por su caballo inmortal y le reclama: —¡Janto! ¿Por qué me vaticinas la muerte? Ninguna necesidad tienes de hacerlo. Ya sé que mi destino es perecer aquí, lejos de mi padre y de mi madre; mas con todo eso, no he de descansar hasta que harte de combate a los troyanos. Y dicho eso Aquiles conduce a sus caballos inmortales a las primeras filas del combate.

Hay un hermoso poema del gran poeta griego Constantino Cavafis (1863-1933), titulado precisamente Los caballos de Aquiles, que copio aquí para que lo disfruten:

“Cuando vieron muerto a Patroclo,
que era tan valeroso, y fuerte, y joven,
los caballos de Aquiles comenzaron a llorar;
sus naturalezas inmortales se indignaban
por esta obra de la muerte que contemplaban.
Sacudían sus cabezas y agitaban sus largas crines,
golpeaban la tierra con las patas, y lloraban a Patroclo
al que sentían inanimado —destruido—
una carne ahora mísera —su espíritu desaparecido—
indefenso —sin aliento—
devuelto desde la vida a la gran Nada.

Las lágrimas vio Zeus de los inmortales
caballos y apenose. ‘En las bodas de Peleo’
dijo ‘no debí así irreflexivamente actuar;
¡mejor que no os hubiéramos dado caballos míos
desdichados! Qué buscabais allí abajo
entre la mísera humanidad que es juego del destino.
A vosotros que no la muerte acecha, ni la vejez y
efímeras desgracias os atormentan. En sus padecimientos
os mezclaron los humanos’. Pero sus lágrimas
seguían derramando los dos nobles animales
por la desgracia sin fin de la muerte”.

Columna del día caballos de Aquiles grecia Mitología archivo

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