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Jack Gilbert LA PRENSA/FOTO DE E.W. HOLDEN.

Poesía de Jack Gilbert con traducciones de Ezequiel D´León Masís

Se publican acá tres textos de Jack Gilbert (1925-2012). Los he traducido en el mes de su natalicio (febrero) como pequeño homenaje a su poesía. Sorprende su obra por las frases enfocadas en el detalle visual, su ritmo oxigenado, los sustantivos articulados con una gramática despejada de toda puntuación inútil y, sobre todo, su instintiva percepción del suceder cotidiano.

Nota del traductor

Se publican acá tres textos de Jack Gilbert (1925-2012). Los he traducido en el mes de su natalicio (febrero) como pequeño homenaje a su poesía. Sorprende su obra por las frases enfocadas en el detalle visual, su ritmo oxigenado, los sustantivos articulados con una gramática despejada de toda puntuación inútil y, sobre todo, su instintiva percepción del suceder cotidiano.
Jack Gilbert, nacido en Pensilvania-USA, fue coetáneo de la Beat Generation. Sin embargo, optó por el cultivo de la escritura como práctica solitaria. Distanciado de una vida socialmente activa, pasó períodos de más de veinte años sin publicar.

Ezequiel D’León Masís
Fuente original utilizada: Jack Gilbert. Collected poems (Alfred A. Knopf, Inc.:2012).

 

CAER Y VOLAR
Jack Gilbert

Todo mundo olvida que Ícaro también voló.
Es lo mismo cuando el amor llega a su final,
o el matrimonio fracasa y la gente dice
que sabían que era un error, que todo mundo
dijo que nunca funcionaría. Que ella era
lo suficientemente mayor para saber qué era lo mejor. Pero nada
vale la pena hacer, la pena vale hacerlo mal.
Como estar allí por ese océano de verano
en el otro lado de la isla mientras
el amor se descolora fuera de ella, las estrellas
tan extravagantemente ardientes esas noches en que
cualquiera pudo haberte dicho que nunca iban a durar.
Cada mañana ella estaba dormida en mi cama
como una visitación, la dulzura dentro de ella
como antílope erguido entre la niebla al amanecer.
Cada tarde la vi volver
a través del caliente empedrado campo luego de nadar,
la luz marina detrás de ella y el cielo enorme
del otro lado. La escuché
mientras comíamos el almuerzo. ¿Cómo pueden decir
que fracasó el matrimonio? Como las gentes que
regresaban de Provenza (cuando era Provenza)
y decían que era bonita, pero la comida grasosa.

Yo creo que Ícaro al haber caído no falló,
sino que justo estaba llegando al final de su triunfo.

SOLO
Jack Gilbert

Jamás pensé que Michiko regresaría
tras su muerte. Pero sí lo hizo, yo sabía
que sería como una dama de largo vestido blanco.
Es extraño que ella haya retornado
como el dálmata de alguien. Me encontré
al hombre llevándola a caminar con correa
casi todas las semanas. Él dice buenos días
y me inclino para calmarla. Él dijo
una vez que ella nunca fue así con
nadie. A veces ella está atada
sobre su grama cuando ando por ahí. Si nadie
está alrededor, me siento en el césped. Cuando ella
finalmente se aquieta, ella pone su cabeza en mi regazo
y nos miramos uno al otro los ojos igual que le susurro
en sus suaves orejas. A ella le importa nada
el misterio. A ella mejor le gusta cuando
le toco su cabeza y le digo pequeñas
cosas sobre mis días y nuestros amigos.
Eso la hace feliz de la manera en que lo hizo siempre.

UN LIBELO PARA LA DEFENSA
Jack Gilbert

Dolor en todos lados. Masacre en todas partes. Si los bebés
no están muriendo de hambre en un lugar, se mueren de hambre
en algún otro. Con moscas en sus orificios nasales.
Pero disfrutamos nuestras vidas porque eso es lo que Dios manda.
De lo contrario las mañanas antes del amanecer en verano no
estarían hechas así de tan finas. El tigre de Bengala no
sería tan milagrosamente bien formado. Las mujeres pobres
en la fuente se están riendo juntas en medio
del sufrimiento que han conocido y el horror
en su futuro, sonriendo y riéndose mientras alguien
en el pueblo está muy enfermo. Hay risas
todos los días en las terribles calles de Calcuta
y las mujeres se ríen en las jaulas de Bombay.
Si negamos nuestra felicidad, si resistimos a nuestra satisfacción,
disminuimos la importancia de su privación.
Debemos arriesgarnos al deleite. Podemos prescindir del placer,
pero no de la delicia. Ni del disfrute. Debemos tener
la terquedad de aceptar nuestra alegría en el implacable
horno de este mundo. Hacer de la injusticia la única
medida de nuestra atención es alabar al Diablo.
Si la locomotora del Señor nos arrolla,
debemos dar gracias de que al final tuvo magnitud.
Debemos admitir que habrá música a pesar de todo.
Nos encontramos otra vez en la proa de un pequeño barco
anclado hasta muy noche en el pequeño puerto
viendo por encima la isla durmiente: la orilla del mar
es de tres cafés ya cerrados y una desnuda luz encendida.
Oír el sutil sonido de remos en el silencio como un cayuco
que aparece lentamente y luego regresa es que verdaderamente valen
todos los años de dolor que están por venir.

 

Cultura Jack Gilbert Poesía poeta norteamericano archivo

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