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Edmundo Jarquín

Diez años, ¿y qué?

Se ha iniciado el décimo año del segundo gobierno de Ortega. Y aunque él ha sido un factor crítico de poder, gobernando o cogobernando desde abajo, durante los años en que no estuvo formalmente en la Presidencia, alguna responsabilidad, y no poca por cierto, ha tenido en la gestión del país en los últimos casi cuarenta años.

Pero antes de empezar a analizar su segunda gestión presidencial, y que lo haremos periódicamente ya que estamos en año electoral, señalemos que durante esas casi cuatro décadas en que Ortega ha tenido una incidencia decisiva en la gestión del Estado, el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante de Nicaragua, que era aproximadamente dos tercios del PIB por habitante de Panamá y Costa Rica, ahora no llega a la quinta parte. Y para quienes con gran pompa celebran la gestión económica de Ortega, en la casi década que lleva en la presidencia, habría que señalar que la distancia con el vecino del sur sigue aumentando, porque no es lo mismo crecer al 3 por ciento en Costa Rica, que tiene un ingreso por habitante más de cuatro veces superior al de Nicaragua, que crecer al 4 por ciento en Nicaragua. Peor sería que no creciéramos a esta tasa, pero el tema es que la distancia del progreso y bienestar en Costa Rica aumenta en relación a Nicaragua, y eso explica la constante migración de nicas a ese país.

Pero vamos a un tema sectorial, ya que pese a que la calificación crediticia de Nicaragua ha mejorado, y en buena hora, las agencias evaluadoras se han encargado de señalar que sin embargo el desarrollo a largo plazo sigue comprometido por la permanencia de “obstáculos estructurales”. Uno de ellos es la disponibilidad de agua.

El agua, como se sabe, es crítica para el consumo humano, pero también por razones sanitarias, productivas (agrícolas, industriales), energéticas, turísticas y de recreación y embellecimiento (parque, jardines, etc.).

Pues bien, la disponibilidad de agua, tan vinculada a usos tan múltiples, y directamente ligada al bienestar de las personas, se ha venido escaseando. Y las consecuencias son graves, y que se sepa, el gobierno no está haciendo nada o casi nada al respecto.

Nicaragua, en su pequeñez, no tiene mayor responsabilidad en cuanto al cambio climático en términos de emisiones de gases que lo provocan, pero sin duda la gestión pública, y no solamente la de los últimos años, ha sido responsable del daño a los ecosistemas de nuestras principales cuencas hidrográficas, y eso tiene relación directa con la disponibilidad inmediata de agua.

Pero hay algo más. La disponibilidad de agua, para los diferentes usos que hemos anotado, depende también de las inversiones en infraestructura que toman mucho tiempo en madurar en términos de sus estudios, y después la ejecución de la inversiones.

¿Qué ha hecho Ortega al respecto en los últimos casi diez años? Poco, muy poco, casi nada. La sequía del año pasado, vinculada al fenómeno natural de El Niño y al cambio climático, no está desde luego bajo el control del gobierno, pero algunas de sus consecuencias sí lo están. Y el gobierno osciló entre negar sus consecuencias, como si así se solucionaran, hasta impedir la solidaridad con quienes han pasado hambre por pérdidas de sus cosechas.

Pero no llega hasta ahí el escarnio con las necesidades de la población. Cuando al fin se aceptó la severidad de la sequía lo que se anunció, como gran éxito de la alianza pública-privada de la relación del gobierno con los gremios del sector privado, fue que se había reinstalado la mesa de producción o productividad.

Si eso hubiese ocurrido hace diez años, y se hubiera traducido en políticas, programas y proyectos de inversión en sistemas de riego, perforación de pozos, embalses, potabilización y distribución eficiente del agua, y el gobierno de Ortega hubiera atajado en vez de propiciar el despale en cuencas hidrográficas como la de Bosawas, y la contaminación de otras, el gallo que nos cantara sería otro.

¿O tendremos que esperar otros diez años, para salir con el mismo anuncio? Eso es lo que está en juego en las elecciones de este año.

El autor es excandidato a la Vicepresidencia de Nicaragua.

Opinión Ortega archivo
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