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El papa Francisco (centro) saluda a un grupo de artistas circenses durante la audiencia general de los miércoles, en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. LA PRENSA/ EFE

Salvarse de la corrupción

Durante la misa matutina, celebrada ayer en la Casa Santa Marta, el papa Francisco invitó a los fieles a pedir al Señor la gracia de salvarnos de la corrupción, porque el que es “un corrupto” cree que “no tiene necesidad de pedir perdón” a Dios.

Durante la misa matutina, celebrada ayer en la Casa Santa Marta, el papa Francisco invitó a los fieles a pedir al Señor la gracia de salvarnos de la corrupción, porque el que es “un corrupto” cree que “no tiene necesidad de pedir perdón” a Dios.

“Pecadores sí, Señor, lo somos todos, ¡pero corruptos jamás!”, expresó Francisco, quien, como en otras ocasiones, aprovechó para llamar la atención sobre la tentación de caer en la corrupción.
Hoy, el pontífice hizo esta reflexión partiendo de la historia bíblica de David y Betsabé, para advertir que el demonio induce a los corruptos a no sentir, a diferencia de otros pecadores, la necesidad del perdón de Dios.

Indicó que la persona puede pecar de tantas maneras y pedir sinceramente perdón a Dios, sabiendo sin dudar que aquel perdón será obtenido.

“El problema nace con los corruptos, pues lo peor en ellos”, volvió a repetir el papa Francisco “es que un corrupto no tiene necesidad de pedir perdón”, porque le basta el poder sobre el que se basa su corrupción”.

Dijo que este es el comportamiento que el rey David adopta cuando se enamora de Betsabé, esposa de un oficial suyo, Urías, que está combatiendo lejos.

El papa recordó que después de haber seducido a la mujer y saber que está embarazada, David arma un plan para cubrir el adulterio. Llama de frente a Urías y le ofrece que vaya a su casa a descansar. Urías, hombre leal, no quiere ir a estar con su mujer mientras su hombres mueren en la batalla. Entonces, David lo intenta nuevamente, esta vez haciéndolo embriagar, pero ni siquiera esto funciona.

Francisco explicó que “esto puso un poco en dificultad a David, quien se dijo: ‘Pero no, yo puedo lograrlo…’. Y escribió una carta, como hemos oído: ‘Pongan a Urías como capitán, en el frente de la batalla más dura, después déjenlo solo, para que sea herido y muera’. La condena a muerte. Este hombre, fiel —fiel a la ley, fiel a su pueblo, fiel a su rey— lleva consigo la condena a muerte”.

“David es santo, pero también pecador”. Cae en la lujuria y sin embargo —consideró Francisco— Dios lo “quería tanto”.

Además, el papa observó que “el grande, el noble David” así se siente seguro “porque el reino era fuerte”, y después de haber cometido adulterio hace todo lo posible para ocultarlo, incluso de manera mentirosa, hasta urdir y ordenar el asesinato de un hombre leal, haciéndolo pasar por una desgracia de guerra.

El papa dijo que “este es un momento en la vida de David que nos hace ver un momento por el cual todos nosotros podemos pasar en nuestra vida: es el paso del pecado a la corrupción. Aquí David inicia, da el primer paso hacia la corrupción. Tiene el poder, tiene la fuerza. Y por esto la corrupción es un pecado más fácil para todos nosotros que tenemos algún poder, ya sea poder eclesiástico, religioso, económico, político… Porque el diablo nos hace sentir seguros: ‘Yo lo logro’”.

La corrupción —de la que después por gracia de Dios David se rescatará— tiene el corazón mellado por aquel “muchacho valeroso” que había afrontado al filisteo con la honda y cinco piedras.

ORACIÓN POR LA IGLESIA

“Hagamos hoy una oración por la Iglesia, comenzando por nosotros, por el papa, por los obispos, por los sacerdotes, por los consagrados, por los fieles laicos: ‘Pero, Señor, sálvanos, sálvanos de la corrupción. Pecadores sí, Señor, lo somos todos, ¡pero corruptos jamás!’. Pidamos esta gracia”, exhortó el papa Francisco ante los fieles de diversas partes del mundo, que participaron en la homilía en la Casa Santa Marta.

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