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Mauricio Peralta Mayorga

Petro-paranoia

Nada es eterno y todo lo que sube tiene que bajar; parecerían ser las dos afirmaciones que resumen lo experimentado por el “macro-precio” del petróleo en todo el mundo desde mediados del 2014 a la fecha, debido entre otras cosas, al repunte del crudo de esquisto en los Estados Unidos (EE.UU.), la crisis interna en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la desaceleración de la economía china, el alza en el precio del dólar, el levantamiento del embargo comercial a Irán y la sobreoferta proveniente de países no pertenecientes al cartel de la OPEP, como Rusia, entre otros.

El petróleo estadounidense a base de esquisto surgió de la necesidad de lograr la autosuficiencia energética en aquel país, que sufrió una especie de “petro-paranoia” por décadas, debido a las alzas imprevistas del precio del crudo por parte de la OPEP, que en ocasiones pusieron de rodillas al mundo entero controlando el 40 por ciento de la producción mundial. Doce países que la conforman, con una población no mayor de 600 millones de habitantes, decidían el destino económico de más de 185 países y 7,300 millones de habitantes en el mundo. Ello fue especialmente notorio en las crisis petroleras de 1973, 1979 y la del 11 de julio del 2008, cuando se alcanzó el récord histórico del precio del barril de petróleo en U$147 dólares (equivalentes a U$157.5 dólares de hoy en día).

La OPEP, según datos publicados en Wikipedia, controlaba antes del nuevo contexto el 43 por ciento de la producción mundial, disponiendo del 81 por ciento de las reservas mundiales de petróleo y exportando alrededor del 51 por ciento del crudo. La OPEP es una organización intergubernamental con sede en Viena, fundada en Bagdad (Irak) el 14 de septiembre de 1960, a raíz de unos acuerdos previos establecidos en el I Congreso Petrolero Árabe realizado en El Cairo (Egipto), por iniciativa del Gobierno de Venezuela, presidido por Rómulo Betancourt, junto a su entonces ministro de Minas e Hidrocarburos, Juan Pablo Pérez Alfonzo y al ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudita, Abdullah al-Tariki.

El venezolano Pérez Alfonzo señaló en aquella ocasión, “que era necesario un instrumento de defensa de los precios para evitar el despilfarro económico del petróleo que se agota sin posibilidad de renovarse”. Lo que no se pudo evitar, fue el despilfarro de la mayor reserva petrolera del mundo, durante la administración del presidente Hugo Chávez Frías, que convirtió al petróleo de todos los venezolanos, en la moneda con la cual compró conciencias, alianzas y complicidades de gobiernos extranjeros, bajo el denominado Acuerdo de Cooperación Energética Petrocaribe, oficializado en mayo del 2009, en el marco de algo indefinible, que algunos suelen llamar el socialismo del siglo XXI y que ha sumido a toda Venezuela en un neo-holocausto político, económico y social.

En una alocución realizada el 5 de enero del 2009 en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas, con el precio del petróleo a la baja en U$ 37 dólares, Hugo Chávez, embriagado de poder y de riquezas, retó a los EE.UU. diciéndoles: “Póngame el precio del petróleo a cero dólares y Venezuela no entrará en crisis”. Siete años después —el 15 de enero del 2016— con el precio del petróleo a U$24 (y no a cero dólares), su sucesor Nicolás Maduro, declaraba el Estado de Emergencia Económica en todo el país.

La creciente sobreoferta mundial de crudo, atribuida en ocasiones, solamente a los EE.UU. (cuya producción máxima ha sido de 9.6 millones de barriles diarios), es producto también de una batalla geopolítica y económica de Arabia Saudí, en contra de Irán, Irak y Rusia, a quienes percibe como aliados incondicionales del régimen sirio de Bashar Assad que persigue a los rebeldes sunitas, que Arabia Saudí apoya. Por ello, Arabia Saudí, estableció una guerra de precios no solo contra el “fracking” estadounidense sino también contra sus rivales geopolíticos. Esta guerra de precios ha disminuido en un 70 por ciento el precio del barril de petróleo en los últimos 18 meses, ocasionando quiebras en la industria del crudo, caídas bruscas de los mercados bursátiles, bajas en el precio de materias primas, mayores déficit fiscales y otros daños colaterales a las economía mundial, siendo percibida como una grave amenaza a la estabilidad económica y financiera del orbe.

¿Hasta dónde podrían caer los precios del petróleo? En noviembre de 1997, debido a una evaluación equivocada por parte de la OPEP se aumentó la producción de petróleo en un 10 por ciento, sin tener en cuenta el impacto de la crisis asiática de ese año. Los precios se hundieron por debajo de los diez dólares el barril a fines de 1998, equivalentes a unos U$14.5 dólares en la actualidad. Ahora se habla de un piso de U$20 dólares para algunas mezclas de crudo, como la mexicana y la venezolana, debido a esta histórica “nevada” de “oro negro” que ha inundado al mundo entero, acrecentado la “petro– paranoia” que ahora es mundial y que también la sufren los que apostaron en Nicaragua, por la más irresponsable y absurda aventura ideológica, política, económica y social del siglo XXI, que se retuerce en sus últimos “estertores económicos”, como preámbulo a la caída de un régimen cínico, torpe y corrupto que se sigue equivocando al creer que todo es eterno y que lo que sube nunca caerá.

El autor es economista.

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