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Rubén Darío, en los jardines de Luxemburgo, París, con el periodista Juan José de Soiza. (1910). LAPRENSA/Fotoreproduccion Arnulfo Agüero

Fernando Silva recrea de cómo vivió Rubén Darío en París

A sus 89 años el poeta y académico de la lengua Fernando Antonio Silva, se confiesa un admirador de la vasta obra y vida de Rubén Darío, y revela aspectos del poeta al que retrata como “un lector infatigable, un ser enaltecido y odiado, un viajero incansable, degustador de la ginebra y de la comida nica”.

A sus 89 años el poeta y académico de la lengua Fernando Antonio Silva, se confiesa un admirador de la vasta obra y vida de Rubén Darío, y revela aspectos del poeta al que retrata como “un lector infatigable, un ser enaltecido y odiado, un viajero incansable, degustador de la ginebra y de la comida nica”.

Las fuentes de Silva son orales y provienen de las conversaciones que sostuvo con el poeta Salomón de la Selva y el francés Jacques Cousteau en París, para entonces Silva era un estudiante de Pediatría.

“Yo estuve en París entre 1956 y 1959 con Salomón de la Selva, y visitamos al periodista Jacques Cousteau; y recuerdo me dijo que los españoles Luis de Góngora y Pedro Calderón de la Barca no tendrían importancia si no hubiera existido Darío”, relata Silva, poeta de Granada nacido un 1 de febrero de 1927.

POESÍA ESPAÑOLA  ESTABA DORMIDA

“La poesía clásica española estaba dormida, pero Darío vino a cambiarla por lo nuevo que escribió; y porque cada una de sus palabras estaban llenas de miel de panales”, resaltó Silva agregando que fueron claves propias del Modernismo.

La proyección de Darío —continuó Silva— también sirvió para darle importancia a un montón de gentes de ayer y hoy; eso se debe en gran parte a la bibliografía que hay sobre Darío, incluyendo las cartas desconocidas de Darío que recopiló José Jirón.

De Darío como narrador, Silva comentó que el poeta escribió dos novelas cortas, una de ellas autobiográfica, pero cree que posiblemente el poeta se aburrió de escribir textos largos.

“Pero sí escribió mucha prosa como periodista para La Nación, de Buenos Aires, y sus artículos se reprodujeron en otros periódicos de este tiempo y así mucha gente conoció de Europa”, resaltó Silva, ganador de la Orden Independencia Cultural Rubén Darío en 1985 y autor del libro La lengua nuestra de cada día.

ODIADO Y ENALTECIDO

Darío constantemente se encontraba con gente envidiosa, que lo insultaban, señaló Silva, entre ellos el colombiano José María Vargas Vila, y Miguel de Unamuno. De Unamuno el poeta Luis Alberto Cabrales escribió con burla: “Unamuno fue tan idiota como una pelota”, dice irónicamente Silva.

A criterio de Silva, la lengua española de Unamuno era rígida, que no daba paso al cambio de una sílaba por otra, porque estaba gobernada por el rigor total de la academia.

No obstante, dice que habían escritores que admiraban y seguían a Darío. “Así vemos que en Nueva York Darío se encontró con el cubano José Martí, y este le reconoció literariamente cuando le dijo: “Padre” y Darío gozó mucho que él lo miraba como hijo, y lo besó. Hay cartas escritas de Martí de este encuentro que están perdidas”, expone Silva, Premio Nacional Rubén Darío, 1957.

CÓNSUL DE PARÍS

De la vida de Rubén Darío en París recordó de sus investigaciones que este “se mantenía en una hamaca en verano y vestido de pantalón corto, y era visitado en su residencia por muchos franceses, escritores, y periodistas”.

Luego contó que “también llegaban nicaragüenses a verlo; él decía que era muy peligroso contarles cosas de su vida porque cambiaban o inventaban cosas que lo hacían ver como que decía idiotadas”.

Darío fue nombrado Cónsul de París en 1903. Para estos años, comentó Silva, “fue un bebedor de ginebra, pasaba días enteros tomando y hablando solo de Nicaragua. Esto me lo contó un pariente de un sirviente de Darío llamado Yavé”, refiere.

Del lugar donde vivió Darío, Silva dice que este se alojaba en el segundo piso de un edificio en París, lugar que tuvo la oportunidad de conocer (situado en la cuarta calle Herschel de París, cerca del Jardín del Palacio del Luxemburgo, donde ahora es el Senado francés).

 Durante su estadía en el hotel Etna, París, 1968. René Sandino Argüello, Salomón de la Selva y Fernando Silva. LAPRENSA/CORTESIA Fernando Silva
Durante su estadía en el hotel Etna, París, 1968. René Sandino Argüello, Salomón de la Selva y Fernando Silva. LAPRENSA/CORTESIA Fernando Silva
DE AMORES Y COMIDAS DEL POETA

D e los amores pasionales del poeta, Silva puso en primer lugar a la española Francisca Sánchez, como la mujer que más amó. “Ella le cantaba bellísimas canciones españolas y le mimaba con masajes en sus pies. Era una mujer amorosa y lo respetaba”.

“Darío también le enseñó a Francisca a preparar nacatamales al que le echaba chiles y papas, los envolvía en chagüites que iba a buscar a los parques y se los  desayunaba con café negro. Esto pocos lo saben”, revela Silva.

Según Silva en lo personal Darío fue un hombre sosegado, callado, apoltronado, bueno, platicador, degustador de la cocina nica, pero  también fue un poeta con una gran erudición.

Fue un escritor que si bien gustaba relacionarse con presidentes, periodistas, escritores, artistas, lo hizo también con “gentecita que iba a pie por las calles y que abrazaba; asimismo lo hacía con gentes que andaban en coches y trenes. Darío viajó en segunda clase de tren”, anota Silva.

Asimismo explicó que el deseo de Darío de conocer nuevos mundos lo llevó a visitar Marruecos, Andalucía, Mallorca, Alemania, Italia, Austria, Hungría y Bélgica, así visionó a una Europa como un gran continente y descubrió a una América que se despertaba y que había que animarla con amor y admiración”.

Este próximo sábado 6 de enero los nicaragüenses conmemoran los cien años de la muerte de Darío (1916-2016) y el año próximo el 150 aniversario de su nacimiento (1867-2017).

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