14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Gonzalo Cardenal M.

El amor a Dios (I Entrega)

En mi vida me he encontrado con muy buenas personas sufriendo de angustias por inseguridad al analizar la calidad de su cristianismo. Dudan de si estarían dando la talla para salvarse porque tienen plena conciencia de sus debilidades, indignidad y pequeñez ante la grandeza y perfección de Dios. Les abruma la respuesta de Jesús a alguien que le preguntó: ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Y Jesús le preguntó: ¿qué está escrito en la ley? Y este le contestó: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús le dijo: “Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida”, e inmediatamente antes en la Escritura recapitulando la cita anterior dice Yahvé: “Escucha Israel, el Señor tu Dios es el único Señor…”

Trataré en esta reflexión de esclarecer esa situación de preocupación para los que la padecen.

Debemos comenzar reconociendo que el alcanzar el éxito, la fama, el dinero, los bienes materiales y el amar apasionadamente a las personas, son aspiraciones legítimas de toda persona, pero… siempre y cuando estén subordinadas al amar a Dios por encima de todo.

Una falla en algunos consiste en ver el amor a Dios como un medio para lograr algo, y no como un fin en sí. Este caso sería el de aquellos que ven en todo esto un “buen negocio”… “¿Qué ventajas me reporta el seguir a Dios?” Esta falla no es mala en principio, porque además es verdad. Lo malo es cuando nuestra conversión se estanca en ese punto y años después seguimos viendo a Dios tan solo como un medio para llenar nuestras necesidades, o para nuestro mejoramiento personal. Nos quedamos centrados en Jesús el Salvador, y nos aferramos a Él simplemente porque nos conviene.

Debemos empezar a descubrir en Cristo no solo al Salvador, sino también al Señor: Su santidad, su gloria, su magnificencia y su majestad. Este desarrollo de la gratitud hacia el amor, esta transición de agradecerle a Dios por lo que ha hecho, a alabarle por lo que es, este paso debe ocurrir en todo cristiano y cuanto antes mejor.

Por otra parte, Dios no nos impone el que lo amemos, ni lo exige como un capricho de su parte. Recordemos que Él nos amó primero. Él, que nos hizo, es ante todo Padre y un padre amoroso, tierno y compasivo, lento a la ira, rico en misericordia y en perdón. Él sabe muy bien qué nos conviene y quiere siempre lo mejor para nosotros y el hombre no podrá jamás realizarse plenamente, ni alcanzar la felicidad plena, si falla en edificar toda su vida sobre este ideal supremo de amar a Dios por encima de todo.

Pero debemos comprender y aceptar que el amor de Dios a nosotros es similar al amor humano verdadero (porque Él nos lo infundió como una de las mayores maravillas hacia nosotros). Yo creo que después de la vida, lo más bello que hemos recibido es el amor, el ser capaces de amar y recibir amor. Pero todo amor verdadero y profundo es exigente, celoso, es exclusivo. El que crea que es verdadero amor el amor compartido o condicionado, todavía no ha entendido ni experimentado el verdadero amor. Por eso, el amor tan grande que nos tiene Dios quiere naturalmente reciprocidad, otro tanto de nosotros.

Es tan importante comprender todo esto que decidí intentar completar esta maravilla en mi próxima reflexión del sábado próximo.

EL AUTOR ES COORDINADOR DE LA CIUDAD DE DIOS.
[email protected]

Opinión amor cristianismo Dios archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí