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zika

Un soldado guatemalteco resguarda a un empleado del Ministerio de Salud para que pueda fumigar en el barrio capitalino La Comuna 2. LA PRENSA/AP

Pandillas bloquean la lucha contra el zika

Mareros les niegan acceso a los barrios a los trabajadores de la salud porque sospechan que colaboran con la Policía o con pandillas rivales

Para los trabajadores de la salud que combaten el zika en el Triángulo Norte de Centroamérica la amenaza más inmediata no es el mosquito que transmite el virus. Son las maras que controlan barrios y calles y a veces amenazan sus vidas.

Pandilleros armados y bien organizados ejercen un control casi total sobre barrios enteros usando centinelas para vigilar quién entra y quién sale. En algunos casos, les niegan acceso a los trabajadores porque sospechan que colaboran con la Policía o con pandillas rivales.

En Honduras, El Salvador y Guatemala ha habido incidentes en los que los fumigadores son perseguidos, agredidos o se les cobra un pequeño impuesto para darles acceso al barrio.

“El Estado está ausente” en esas zonas, dijo Carlos Carcach, criminólogo de la Escuela Superior de Economía y Negocios de El Salvador. “El Estado está siendo reemplazado por la pandilla”.

CASO DE CUSCATANCINGO

Cada vez que se identifica un posible caso de zika en Cuscatancingo, en las afueras de San Salvador, la clínica estatal Villa Mariona es la única que trata de despachar equipos a la zona para buscar más personas con fiebre y destruir las áreas donde se crían los mosquitos.

Esto porque las pandillas les niegan el acceso a los trabajadores de otras clínicas de Cuscatancingo, según Nelson Mejía, coordinador de Salubridad de Villa Mariona. Explicó que hace varios años las autoridades del centro se reunieron con miembros de las maras para explicarles por qué era importante que trabajasen allí.

Eduardo Espinoza, viceministro de Salud, afirmó que los incidentes son esporádicos y que “no vemos ninguna dificultad apreciable excepto en algunas zonas, específicamente la zona metropolitana”.

NO PIDEN AYUDA

En Guatemala unos fumigadores se proponían ingresar a un barrio de la capital la semana pasada, pero los residentes les advirtieron que era demasiado peligroso, de acuerdo con Sergio Méndez, coordinador de fumigaciones del Ministerio de Salud.

“No le pedimos apoyo a la Policía ni al Ejército para entrar al lugar, porque luego van y hacen allanamientos y a nosotros nos toca regresar, la gente piensa que nosotros los denunciamos”, dijo Méndez.

Es en este contexto en el que los trabajadores gubernamentales tratan de contener el zika.

MIEDO CONTRIBUYE

Las pandillas pueden complicar la lucha contra el zika y otras iniciativas de salud pública de formas menos directas.

El temor a los mareros hace que muchos residentes se nieguen a abrir la puerta de sus casas o dejar que ingresen trabajadores de la salud. De los nueve casos de zika registrados en Cuscatancingo, solo cinco habían sido identificados porque la gente se negó a dar los números telefónicos o las direcciones de sus familiares. Nelson Mejía comentó que el miedo también contribuye a la epidemia.

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