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Las comunidades indígenas de la Costa Caribe aún hablan sus lenguas maternas, pero se enfrentan a la discriminación de que en el sistema educativo se maneja el español LA PRENSA/ARCHIVO

Una voz desde tierra miskita

Nació en But Ku, una comunidad miskita que en español quiere decir “paloma”. Proviene de una de las tres familias que se asentó allí y que se dedicaban a la crianza de estas aves. Así se formó este caserío que ahora no concentra a más de 50 familias y que se halla a 65 kilómetros de Bilwi sobre la carretera a Waspam, en el Caribe Norte.

Nació en But Ku, una comunidad miskita que en español quiere decir “paloma”. Proviene de una de las tres familias que se asentó allí y que se dedicaban a la crianza de estas aves. Así se formó este caserío que ahora no concentra a más de 50 familias y que se halla a 65 kilómetros de Bilwi sobre la carretera a Waspam, en el Caribe Norte.

Su abuela era la que criaba las palomas, recuerda Juan Carlos Ocampo Zamora, quien creció en medio de dos idiomas: miskito y español. El español entró a su casa por su abuelo paterno. Él era originario de Boaco, pero había llegado a la zona a trabajar para una empresa maderera y se enamoró de una de las muchachas cocineras, su abuela. Se quedó para siempre y hasta su muerte se resistió a aprender el miskito. Siempre cultivó a sus hijos el idioma de su infancia y procuró que lo aprendieran bien. Uno de esos hijos que aprendió español en su casa y miskito, con su madre y en la escuela, fue el papá de Juan Carlos, quien también hizo lo suyo con sus ocho hijos. Juan Carlos, el mayor de ocho hermanos, dice que en su casa siempre se hablaron ambos idiomas. Por eso, cuando la música llegó a su vida, también fue de la misma manera: en dos idiomas.

“Si es para contar historias en miskito me siento más cómodo, porque tenemos términos, significados, que muchos que suenan muy inocentes… El miskito tiene todavía esa cosa de ser más puro”, comenta Juan Carlos, quien compone y canta sus canciones, y recientemente grabó un disco con veinte de sus temas en México.

Juan Carlos dice que fue su mamá quien lo inició en el canto y su papá en la guitarra. Su mamá, a la que le gustaba cantar, lo llevó al coro de la iglesia morava y desde entonces le gustó el canto, tanto que se convirtió en una especie de trovador de su comunidad. Todavía ahora, cuenta, la gente sabe que está en But Ku porque lo oyen cantar.

Con la guitarra no fue tan rápido ni tan fácil. Su papá, líder comunitario y religioso, había traído una guitarra de un viaje al extranjero con la intención de que el hijo mayor, Juan Carlos, aprendiera algún día. Mientras, colgó el instrumento en una esquina de la casa y se convirtió en la tentación perenne para Juan Carlos, que quería acompañar su canto rasgando las cuerdas de la guitarra. Cuando al fin, el papá le permitió bajar el instrumento, duró apenas unas semanas entre el traveseo suyo y de sus vecinos. En realidad aprendió a tocar guitarra cuando estuvo en Bilwi, en la casa de un diácono de su iglesia. En esa época, todavía adolescente, soñaba con interpretar la canción Te acordarás de mí, de Los Bríos. Mejoró su técnica, y no solo eso, exploró otras formas de cantar y rasgar las cuerdas cuando vivió en Managua en el seminario, en la época en que creía tener vocación para ser cura. Allí se topó con un par de estelianos que lo ayudaron a ejecutar la guitarra de una manera muy distinta a los géneros que él conocía. Allí, en medio de una lesión de rodilla por jugar futbol y la crisis de comunicarle a sus papás que no seguiría en el seminario y que no quería ser sacerdote, escribió sus tres canciones: Padre mío, madre mía, ¿Por qué? y Querida Fátima, dedicada a una muchacha que había conocido en Waspam.

El año pasado Juan Carlos Ocampo fue invitado por la cantante Keyla Rodríguez en un concierto en Managua.  LA PRENSA/ARCHIVO

PROBLEMA COMPLEJO

Juan Carlos se sonríe al recordar los nombres de sus primeras canciones. De vez en cuando rasga la guitarra que carga en su espalda y que ahora sostiene entre las piernas mientras está sentado en la banca de su antigua universidad (Universidad Centroamericana, UCA). Cuenta que finalmente desertó del seminario, pero no regresó a But Ku. Se quedó en Managua. Fue uno de los últimos alumnos de la carrera de Ingeniería Agropecuaria en la UCA. Dice que siguió componiendo sus temas y cantándolos en las actividades universitarias, donde se hizo muy conocido. Paralelo a la música y la carrera que estudia con una beca, mantiene contacto permanente con su comunidad y con la problemática creciente de la tierra invadida por campesinos pobres pero también por aprovechados y traficantes de tierras que han llegado desde el Centro, Norte y Pacífico del país hacia esa región.

Por momentos Juan Carlos se olvida de su faceta de músico y se concentra en la de ingeniero agropecuario y profundiza en la del comunitario, del habitante de But Ku que todavía es. Explica que el problema allá es muy complejo y que no se está entendiendo bien en el Pacífico ni las autoridades le están dando la atención que merece. Según él, en el papel, cuando los funcionarios hablan de autonomía en la costa Caribe o de la Ley 445, que da y reconoce la tierra a los pueblos indígenas y ancestrales, todo suena muy coherente, pero en la práctica la realidad es que en los territorios se están enfrentando los indígenas con campesinos pobres que tienen otra forma de manejar la tierra, una manera equivocada, considera él, porque acaban con los árboles, han desaparecido los peces de las cabeceras de los ríos, los monos congo ya no se ven.

SU PRIMER DISCO

Juan Carlos Ocampo grabó el año pasado en México, donde estudiaba una maestría, su primer disco, autofinanciado con sus ahorros. Dice que en sus proyectos está viajar a Miami para buscar productores y grabar otro disco, pues tiene alrededor de 270 canciones; cuenta que no puede irse mientras no ayude a exponer la situación que se vive en las comunidades donde reina un ambiente de tensión y zozobra. “No puedo vivir feliz sabiendo que entre las comunidades las cosas están mal”, comenta Juan Carlos, a quien le gustaría explicar la situación ante diferentes medios, pero también dar a conocer sus canciones. Hace poco llamó a un canal de televisión, pero le dijeron que no había espacio, que este año estaban priorizando el centenario de la muerte del poeta Rubén Darío.

Cuando nos quitan nuestra tierra estamos perdiendo nuestra libertad como individuos, como pueblo y cuando te quitan tu libertad, te han quitado todo. La libertad es el bien más preciado y más difícil de mantener como persona”. Juan Carlos Ocampo, cantante miskito.

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COMENTARIOS

  1. Moises Moreno
    Hace 8 años

    que triste que el mismo nica desprecia o discrimina a sus artistas. dan la impresion que solo los mujia no doy existen o dimension desconocida. que triste que todavia vivan en oscurantismo. Todo pais civilizado promueve a sus artista y mas cuando les estan asesinando.

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