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Un grupo de inmigrantes y refugiados se manifiestan en la autopista de Atenas-Tesalónica, cerrada desde los últimos 17 días por las protestas de los agricultores, para demandar la apertura de las fronteras y continuar su camino hacia centro Europa. LA PRENSA/EFE/Vassiliki Paschali

Miles de refugiados en Atenas esperan que se abran las fronteras

Mediodía en la plaza de Viktoria, en el centro de Atenas. Decenas de personas se sientan en el suelo o se pasean por los alrededores para matar el tiempo mientras esperan poder llegar hasta la frontera con Macedonia, un viaje que algunos, en su mayoría afganos, ya han intentado y han tenido que deshacer debido al cierre de las fronteras de la ruta balcánica.

Mediodía en la plaza de Viktoria, en el centro de Atenas. Decenas de personas se sientan en el suelo o se pasean por los alrededores para matar el tiempo mientras esperan poder llegar hasta la frontera con Macedonia, un viaje que algunos, en su mayoría afganos, ya han intentado y han tenido que deshacer debido al cierre de las fronteras de la ruta balcánica.

Desde que el pasado 21 de febrero las autoridades de la Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM) decidiesen cerrar el paso a los afganos, como consecuencia de las decisiones de sus países vecinos, la situación en Grecia se ha recrudecido ante la falta de infraestructuras y recursos para proporcionar asistencia a las miles de personas que vuelven desde la frontera y que a su vez siguen llegando a las islas.

Si hasta ahora las autoridades de Macedonia solo permitían cruzar el país a los sirios e iraquíes que portasen una declaración con sello de la Policía helena en la que asegurasen que su destino era Alemania o Austria, ahora también se les exige mostrar un pasaporte o documento de identidad, algo imposible para muchos pues proceden de países en guerra y han tenido que atravesar el Egeo y caminar muchos kilómetros hasta llegar al norte de Grecia.

En Viktoria muchos acampan a la intemperie, porque los centros de la capital están al límite de su capacidad. La plaza es también el lugar al que se acercan los traficantes para ofrecerles la posibilidad de llevarles hasta Macedonia a precios que alcanzan los 4.000 euros, de acuerdo con medios locales.

Es el caso de una familia de afganos, formada por una madre y tres hijas y el marido y los niños de una de ellas, que conversan sentados debajo de un olivos de la plaza.

Explican a Efe que llevan tres días durmiendo en el suelo y que están dispuestos a esperar en Atenas hasta que les permitan seguir su camino a Alemania.

Aseguran que han tenido que huir de Afganistán después de que su padre fuese asesinado por los talibanes.

Pero la frontera, según confirma ACNUR a Efe, está prácticamente cerrada y desde ayer al mediodía tan solo han cruzado unos 100 sirios e iraquíes.

“La gente está preocupada, cansada y al límite de su paciencia porque no saben qué va a pasar”, dice Stella Nanu, una de las portavoces de ACNUR en Grecia.

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Unas 4,000 personas, explica, esperan en el campamento de tránsito de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, que está “desbordado”, así como en una estación de servicio cercana, donde esperan en autobuses para poder cruzar ARYM.

Muchos refugiados que se dirigían en autobuses hacia la frontera y a los que la Policía detuvo a la altura de la localidad de Lamía, en el centro del país, para evitar que se aglomerasen en Idomeni -ya que el aumento de los controles ha ralentizado mucho el paso en la frontera- decidieron emprender el camino a pie.

También un grupo de las 2,200 personas albergadas en el recinto de acogida cerca de Salónica, en el norte de Grecia, tiraron la valla que rodeaba el centro para iniciar la travesía a pie.

Familias con niños, mujeres embarazadas, ancianos e incluso gente con discapacidad forman una enorme caravana por las carreteras y autopista del centro del país que aseguran que no se detendrá hasta lograr su objetivo de dejar Grecia.

“Hemos viajado durante más de un mes. Estamos enfermos, cansados y ya no nos queda dinero. Queremos continuar nuestro viaje, no nos ha asustado el mar, tampoco tenemos miedo a andar”, aseguró uno de los refugiados a la televisión local de Lamía, que está a más de 300 kilómetros de la frontera.

La Policía griega, según recoge la prensa local, ha tratado de disuadirles de continuar la marcha, a lo que muchos se han negado, y ha pedido a los conductores prudencia para evitar accidentes.

Mientras tanto, en una de las terminales del puerto de El Pireo, cerca de la capital, acampan con mantas y sacos de dormir cerca de 1.000 refugiados a los que a diario se suman los que llegan con transbordadores desde las islas del Egeo.

Según los guardacostas, 2,051 personas llegaron hoy de las islas y se espera que otro barco con más gente arribe en la medianoche.

“Grecia no aceptará convertirse en un Líbano para Europa, un depósito de almas, incluso si recibimos mucha financiación para ello”, dijo el ministro de Migración, Yanis Muzalas, a su entrada a la reunión de titulares del Interior en Bruselas.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha amenazado incluso con vetar acuerdos políticos en la Unión Europea mientras los socios no apliquen lo pactado sobre el reparto de refugiados.

“Si algunos piensan que pueden elevar vallas, deben saber que no lo aceptaremos y que Grecia reaccionará”, dijo ayer Tsipras en el Parlamento.

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