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Gonzalo Cardenal M.

El amor al prójimo (II)

Creo que muchos de ustedes se estarán diciendo a sí mismos: “¡Esto de amar como cristianos es muy difícil”. Y yo les digo que no solo es difícil, sino que es totalmente imposible… si tratamos de ponerlo en práctica basados únicamente en nuestra fuerza de voluntad.

El amor cristiano, aunque es fruto de una decisión humana, es un amor sobrenatural muy por encima de nuestras capacidades humanas, y solo el Espíritu Santo puede darnos el poder para vivir de acuerdo con esta decisión.

Los cristianos debemos tener fe en Dios y en sus promesas. Dios no nos va a mandar a hacer algo que está fuera de nuestro alcance, o que Él no pueda capacitarnos para lograrlo. El Señor dijo en Lucas 11:13: “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” No dice que dará el Espíritu Santo a los más santos. Dice más bien “a los que se lo pidan”, es decir a todos, malos y buenos, a mí y a todos los que me están leyendo. Es pues un imposible para nuestras propias fuerzas, pero la cosa más fácil del mundo con el Espíritu Santo. ¡Basta con pedirlo! Pero debemos vivir en unión con Dios para llenarnos una y otra vez de su gracia, de su poder y de su amor, porque primero debemos llenarnos de su amor para podérselo dar a los demás. Nadie da lo que no tiene.

A fin de cuentas, en la vida del hombre no existe más que un único problema: saber dónde está el centro de su alma; averiguar si yo soy el centro de mí mismo o si, en cambio, tengo mi alma volcada hacia fuera de mí, aclararme si yo soy mi propio ídolo o si mi corazón es más grande que mis intereses; averiguar si me estoy dedicando a saborear mi propia y personalísima felicidad o si, por el contrario, mi felicidad la he puesto al servicio de una tarea más alta que mi propia vida y de otros seres (incluido el Otro ser, con mayúscula) que valoro como más importante que yo; en una palabra: saber si mi vida y mi alma se alimentan de amor o de egoísmo.

Vivir es convivir. Convivir no es semivivir, sino multivivir; no recorta, aumenta; no condiciona, lanza. Amar puede implicar alguna renuncia (o comenzar siendo una renuncia), pero siempre termina acrecentando.

Lo otro que quería decirles puede parecerles un comercial de la Ciudad de Dios, pero Dios sabe que es la verdad. Para amar cristianamente se requiere ante todo del poder de Dios, pero también se necesita de mucha sabiduría y circunstancias para aprender y poder expresar nuestro amor de una manera correcta.

En la Comunidad se nos da mucha sabiduría práctica y a través del compartir en nuestros grupos pastorales aprendemos a vivir este amor. Además, al ingresar a una Comunidad como la nuestra, tenemos la oportunidad de poner en práctica estas relaciones amorosas que el Señor nos pide. Por todo esto es que yo he estado escribiendo sobre la necesidad de nuestras parroquias de volver a vivir como vivían los primeros cristianos, la Iglesia primitiva, como aprendieron del Señor, es decir, vivir comunitariamente.

De esta manera, a la par que ponemos en acción el Mandamiento Nuevo del Amor y nos edificamos mutuamente como cuerpo, también damos testimonio a los demás para que el mundo crea.

EL AUTOR ES COORDINADOR DE LA CIUDAD DE DIOS.
[email protected]

COMENTARIOS

  1. El Observador
    Hace 8 años

    Muy buen comentario.

  2. El Observador
    Hace 8 años

    Como siempre el Sr. Cardenal escribiendo cosas interesantes referente a la religion.

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