Cuando a Roberto Artola le dieron la noticia de que se convertiría en un lanzador abridor, empezó a bromear con Álvaro López, uno de sus entrenadores. Le decía que sobrepasaría las 18 victorias que el lanzador había tenido en su etapa de madurez, sin embargo nunca se imaginó que iniciaría como un estruendo en la colina. Lanzó el primer No Hit No Run de la temporada frente al conjunto de Estelí y el número 70 en la historia de los Campeonatos de Beisbol Superior.
Artola no es el típico caso del niño que iba a divertirse a los campos de beisbol de infantes. Fue hasta los 14 años cuando se motivó por jugar a la pelota, a los 16 empezó a entrenar con Marvin Throneberry en busca de una firma, pero por más que se esforzó, por más que llevó su cuerpo al límite, no pudo ser una atracción para los scouts. “Eso fue como un trauma para mí, porque siempre creí estar en las Ligas Menores, pero tenía dos opciones, seguir peleando o echarme a la tristeza, y decidí continuar hasta que el Bóer me dio una oportunidad y aquí estoy”, indicó el joven de 21 años, originario de Ciudad Sandino y criado por sus abuelos, quienes tenían una pulpería como soporte económico para la subsistencia.
“He sido una persona de escasos recursos, pero quiero estudiar Contabilidad en la universidad. Me gustaría ser un profesional en las dos áreas de la vida. En el deporte y en los estudios, quiero ser un contador”, relata el muchacho. “Ahora que tengo más posibilidades y que hay personas que me apoyan aprovecharé para estudiar”.
Artola sabe lo duro que es la vida, por eso se aferra a que desde la loma de los infartos se convierta en una figura local. “No tiro curvas, tiro rectas de cuatro y dos costuras, sinker, split y slider. Antes yo era segunda y tercera base, pero Julio Moya me dijo que lanzaba bien”, agrega el joven cargado de sueños tras haber dado una pisada aplastante.