Hace unos días apareció un documento en el que mostraban los salarios de los ejecutivos del futbol nacional y se indicaba, por ejemplo, que el presidente de la Fenifut ganaba más de cuatro mil dólares mensuales.
Yo no lo vi mal. Creo que todo individuo que toma decisiones que afectan a un grupo estimable de personas, en el ámbito que sea, debe estar rodeado de las mejores condiciones posibles para pensar mejor.
El problema es cuando ese tipo de tratamiento no se traslada a los otros sectores del futbol, como el de los jugadores, por ejemplo, que son esenciales para dinamizar el deporte y todo el entramado que conlleva.
Por eso me parece legítimo el reclamo de los jugadores de la Selección de Futbol, de mejores condiciones en su albergue y también en los viáticos por partido, una práctica normal en todo el planeta del futbol.
Quizá habría que hacerle algunos ajustes a sus peticiones, que sean acordes a la realidad nacional, pero es básico establecer patrones que sean referencias para el futuro y no ir a ventilar el problema a los medios.
En una etapa en la que la Selección de Futbol rebasó nuestras expectativas más optimistas, la Federación se tiene que poner a tono. Está bien que tengan buenos salarios, pero debe trabajar de una forma productiva.
A nivel mundial el futbol es un gran negocio, tanto que Infantino, el presidente de la FIFA apeló a la cartera del organismo para garantizar su elección. “Voy a devolverles un dinero que es de ustedes”, dijo el suizo.
A nivel local, la situación quizá no sea bonancible, pero hay condiciones para generar más ingresos y los jugadores desean su parte.