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Nos vamos yendo…

Decía el Diablo Zelaya, que aquí se vivía un eterno Happy Hour que empezaba en Casares y terminaba en San Juan del Sur.

2020Decía el Diablo Zelaya, que aquí se vivía un eterno Happy Hour que empezaba en Casares y terminaba en San Juan del Sur. Como la comida era escasa, lo más fácil era hallar en el mar todas las riquezas que este encierra y que si había desabasto en la primera etapa sandinista, se cubría con almejas, conchas negras, pulpos, pescados, camarones y langostas. Además decía que nos invitaban los embajadores acreditados en Nicaragua y siempre la pasábamos bien. El papel higiénico y el jabón de alguna manera se encontraban y la gasolina se podía superar si viajábamos juntos.

Así empezaron los Happy Hours en Nicaragua, continuaron varios meses después y con el ascenso de doña Violeta se iniciaron en el Canal 2 de Octavio y Martha Sacasa. Después Frank Arana, su mamá doña Rosita y su hermana Carmenza lo hicieron y le abrieron cancha al doctor Arnoldo Alemán, y así a diario se sabía lo que pasaba, lo que pensaba Humberto o Daniel, el embajador americano, los organismos internacionales, la vende pan o como iban los bonos.

David Stadtaghen hizo su propio Happy Hour, él ponía también el licor y las bocas, pero quería tener un círculo de influencia y conocer a diario lo que acontecía en el país. David, apadrinado por Panchito Aguirre y Alfredo Sacasa en su época, mezcló en su mortero el carácter de los Stadtaghen, la altivez de los Cardenal, su estatura pequeña, su herencia de niño rico y mimado, aunado a un padre que falleció siendo David muy niño. Su astucia, a veces su arrogancia, su manejo de bancos y empresas grandes como La Pepsi y La Aceitera Corona de las que fue presidente.

En fin, un cúmulo de experiencias y relaciones le dieron facilidad para realizar negocios y manejar gente. Y desde luego su valiente e importante participación en la contra.
David a veces “Napoleoncito”, desde su escritorio y traveseando el póquer en su computadora, llevaba la plática a diario con la presencia de connotadas personalidades y otras no muy connotadas. Quien no asistía, no tenía algo en la pelota. Y el que llegaba y no hablaba, o algo quería o nada sabía.

Los chistes afloraban a flor de piel, las bromas, las pullas, la jodedera, que si no había hielo, que dónde están las papas y los meneítos. Eran tantos los que llegaban, que a veces se formaban cortos círculos entre los parroquianos. Hablando a veces de las ochenta casas que se les habían caído a David y Adelita en el terremoto, sin meter la mitad del Mercado San Miguel.

Evenor Valdivia, abogado de la Esso y de la contra, quería formar un movimiento liberal selecto. Hombre inteligente sabía que era necesario. Adolfo Calero, a quien no se le ha hecho justicia, fue realmente el líder, el hombre honrado y el trabajador. Leonardo Somarriba, inteligente y sagaz, ocupó las mejores posiciones. Roberto Sansón, siempre tardío llegaba a las reuniones después de cuarenta llamadas. Carlos Chano, ahora magistrado, siempre llevaba el buen humor. Francisco Lainez, el hacedor del Banco Central, transformó la economía nacional, habilitó la agricultura y ayudó a mecanizarla, formó gente hábil, hizo el Incae y dio la fianza para que se construyera el Teatro Nacional Rubén Darío.

Debería tener un monumento, sería lo justo. Julio Tapia y Camilo Fernández Tuco y Tico, Donald McGrego hijo de amplio criterio y humano en sus apreciaciones, Frank Arana, uno de los pocos conservadores que han sido asesores de presidentes liberales, aprendió mucho de El Diablo, es un magnífico amigo y su mamá fue una excepcional persona. Eduardo Montealegre fue asiduo durante algún tiempo, después la política lo fue alejando por sus múltiples ocupaciones. Donald Mc, consuegro de David, disfrutaba de la conversación con tranquilidad y su hermano Roberto jugueteaba con mezclas y bocadillos que siempre llevó de Las Sampson o Bavaria.

Memo Áreas se aparecía con bocas leonesas. Edgard Holmann fue especial con David ya enfermo, siempre amigo y caballero. Silvio Argüello, bueno a sus nepentes, llevaba una plática tranquila y de agradable conversación. Al principio los Happy tenían el encanto de la Ilustración, se debatían temas, se discutía y conversaba.

Más de una vez fuimos a comer al Inter invitados por Nayo, David Frank, Roberto. Hans, su gerente, sugería las comidas y bebidas y todos disfrutábamos la alegre camaradería.
El Chango Rodríguez, cordial y caballeroso, era puntual los viernes. Jaime Morales llegaba de vez en cuando pero siempre con especial afecto para David. Antes y después de ser el padrino, el diputado y el vicepresidente. Juan Manuel Siero, primo de David, siempre discutía con él, era asunto de familia; si no estaban discutiendo, no estaban a gusto.

Federico Argüello fue uno de los grandes afectos de David y su hijo Adolfo como su propio hijo. La lista es larga, Esteban Duque Estrada y Juan Sacasa, Francisco Aguirre hijo, Ernesto Fernández Holmann y su hermano Roger íntimos desde su niñez con el anfitrión. Recuerdo una sola vez a Nicho Marenco, también al inefable, infaltable e incalumniable Baby Altamirano, quien ya con sus tragos no cedía la palabra. Cuando de maldades se trataba no faltaba René Herrera. Era bueno con las bocas el doctor Gordillo, ahora enfermo.

Menciono con sentimiento a Antonio Lacayo, era el que de todos nosotros tenía menos chance de morir y sin embargo, se nos adelantó de una manera trágica.

Cuando estaba en Nicaragua, siempre llegaba Gilberto Pérez Alonso, normalmente en compañía de René Terán. Pichichin —Álvaro Jerez— era otro permanente, Max Padilla en vida y su hijo de vez en cuando. Pepe Medina es otro que ya partió, siempre oportuno, chispeante, alegre y bullanguero, Leonel Aguirre en una época, Pancho Mambo siempre que estaba en el país. Los Montealegre Lacayo de Jaime, también.

Las Stadtaghen que se lucían en los cumpleaños. La Vilma Rosa, Los Cutu, La Maribel Urcuyo, y muchas amigas que llegaban por aparte a contarle sus penas.

Todos alrededor de David, tosiendo en la oficina, tosiendo en la iglesia, tosiendo en todas partes para llamar la atención y reclamarle al cura de turno lo largo del evangelio, pero en el fondo era un hombre que hacía muchas caridades, un jefe que ayudaba mucho a sus empleados, un niño que nunca dejó de ser. Con unos hijos magníficos y él, el mejor abuelo del mundo. Nos Vamos Yendo, saludos Emmita, Sandra y José David.

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