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El Salvador

Forenses trabajan en la escena de un crimen en San Salvador. LA PRENSA/AFP

Escalada de asesinatos en El Salvador

El inicio del 2016 es el más violento en la última década en la nación centroamericana; entre enero y febrero se registraron un total de 1,399 asesinatos, que representaron un incremento del 117,6 % en comparación con 2015, cuando se contabilizaron 643 muertes violentas.

La escalada de homicidios que vivió El Salvador en los primeros dos meses del 2016 pone frente al Gobierno un espejo para que vea al Mr. Hyde de su pasado reciente, materializado en más de 6,600 asesinatos en 2015, pero éste no se asusta e impávido vaticina que la violencia continuará.

El inicio del 2016 es el más violento en la última década en la nación centroamericana; entre enero y febrero se registraron un total de 1,399 asesinatos, que representaron un incremento del 117,6 % en comparación con 2015, cuando se contabilizaron 643 muertes violentas.

Pero si este período de 2016 se compara con el inicio de 2014, cuando se registraron 481 asesinatos, el alza es de aproximadamente el 191 %.

Los años con las cifras más cercanas a las del inicio de 2016 son el 2012 con 817 asesinatos, 2010 con 740 y 2009 con 695; en estos 3, la cifra diaria de homicidios entre enero y febrero era de aproximadamente 14, 12.5 y 12 respectivamente, mientras que en este año fue de 23.3.

Al igual que en 2015, la cifra de asesinatos diarios que se reportan en El Salvador es superior a la registrada durante la guerra civil (1980-1992), que se cobró la vida de 75.000 personas.

Recientemente, el portavoz del Gobierno salvadoreño, Eugenio Chicas, consultado en una entrevista televisiva sobre las razones de la escalada en la violencia, señaló que se debe a la “disputa (al interior de las pandillas) de recursos que genera como producto el crimen” y a las bajas que les causan los cuerpos de Seguridad.

“Entre ellos se causan bajas mutuamente, y estos grupos criminales mantienen una línea de enfrentamiento con nuestras autoridades, donde la respuesta firme también genera más decesos”, explicó el funcionario.

Chicas también vaticinó que “el número de decesos fatales se va a mantener”, en la medida en que “estos grupos criminales mantengan ese nivel de enfrentamiento”.

El portavoz gubernamental tuvo razón al decir que los asesinatos seguirán al alza, pero se equivocó en el origen de todas las víctimas.

Entre el 3 y el 4 de marzo fueron perpetrados 3 asesinatos múltiples que han dejado un saldo de 17 personas ultimadas, destacando entre estos el de 11 salvadoreños asesinados en una zona rural del municipio de San Juan Opico, 43 kilómetros al noroeste de San Salvador, en circunstancias que no han sido aclaradas.

De estos, 8 eran trabajadores de una empresa distribuidora de energía eléctrica, contratados para “realizar actividades relacionadas directa y exclusivamente” con el sector energético y el resto, jornaleros de la zona.

Es decir, ninguna de estas víctimas cayó fruto de la guerra entre estas estructuras o de la librada entre pandillas y el Gobierno, cosa que vuelve a teñir con dudas la versión oficial.

De hecho, la controversia de si la mayoría de víctimas de homicidio en El Salvador son pandilleros, o no, viene desde el 2015 porque datos de la Fiscalía entregados a Acan-Efe muestran que hasta el 18 de noviembre los “mareros” ultimados fueron el 24.17 % de todos los asesinatos registrados a esa fecha.

Mientras, las cifras de la Policía dan cuenta de que hasta el 31 de octubre de 2015, los pandilleros asesinados representaban el 30.55 % de los 5,629 homicidios reportados en ese lapso.

La duda que salta al ruedo es: quiénes componen esos otros dos tercios de víctimas? y qué porcentaje de las víctimas de asesinato son responsabilidad de la “violencia social”, de la que no viene de las pandillas?

Las declaraciones sosegadas de Chicas se pueden interpretar como un signo de la decisión que el Gobierno tomó al aplicar una estrategia de choque: aguantar la presión de la opinión pública sobre los asesinatos hasta que la tendencia se revierta.

Hasta los cambios en los titulares del Ministerio de Justicia y Seguridad y de la Policía, que se pudieron entender como un golpe de timón, cayeron en esa postura de continuar con la estrategia (y acaso de los homicidios?).

Para el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, colocar a los policías de carrera Mauricio Ramírez Landaverde y Howard Cotto como ministro de Seguridad y jefe de la Policía, respectivamente, desde mediados de enero, no implicó un cambio de estrategia sino la búsqueda de una “mayor efectividad” de esta.

Mientras se cumplen o derrumban las expectativas del Gobierno, en El Salvador seguirá la fiesta de los gatillos fáciles hasta que el Mr. Hyde de este país se apodere completamente del 2016.

Internacionales El Salvador Homicidios violencia archivo

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