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Rubén Darío. LAPRENSA/ARCHIVO

Rubén Darío. LAPRENSA/ARCHIVO

Homenaje a Darío. Poemas de Jorge Eliécer Rothschuh

¿Cuántos mensajeros atravesaron el valle de Metapa con los achaques de Rosa Sarmiento para esperar con encomiendas al poeta? ¿Qué perfume atormentó el pesebre, cubrió el llanto de sábanas ausentes? Federico le trajo una tienda de rosas,

 

¿Dónde está la cama, Rubén Darío?

Jorge Eliécer Rothschuh

1
¿Cuántos mensajeros atravesaron el valle de Metapa
con los achaques de Rosa Sarmiento
para esperar con encomiendas al poeta?
¿Qué perfume atormentó el pesebre,
cubrió el llanto de sábanas ausentes?
Federico le trajo una tienda de rosas,
Neruda ofrendó el manzano y sus manzanas.
Cioran le entregó el abismo insomne
para amar sin tregua a las fogosas musas.
Y Gabito dispuso una silla en su casa
para pernoctar con la soledad de su abuelo.
Sitio de pastores es la huella encontrada
donde en esquinera casa visitamos
paternal designio del Olimpo.
Allí,
animal sin cerco, la mujer parió
al niño que más tarde su sueño
desvelará al vecino:
Inevitables son las noches darianas,
prepotentes los hijos de don Darío.
—¡Bufe el eunuco! —dijo.
Comprendíamos ese afluente ritmo hormonal,
carácter ambientado de los faunos o maestrías
que Júpiter desliga en mitológicos pasajes.
Pero ¿dónde está la cama, Rubén Darío?

2
Fuego florido, verso artesonado.
Griego o latino,
lo plegado en ripios y pretextos
vuela
en blancas palomas y garzas morenas.
Moctezuma viejo, igual quería,
galano y perseguido,
de coros y bailes
sus alcobas.
Hembras apresuradas en paradisos
colmaban y consolaban
en petate ardiente bien sabido.
El maestro engendraba
cada canto
con el gozo
en el coito
del centauro.
Pero ¿dónde está la cama, Rubén Darío?

Darío en su pesebre

El tiempo rediseña formas, disemina la intención
posibles palabras que lo tocan.
Las puertas llegan y los puertos atrancan alborotando
tráfico de voces: filtran nuevos signos sobre vaho crepuscular.
Usos y costumbre trasiegan abducción del aire ánforas
de tierra madura, primigenias cosechas colectivas.
Nace paja en ojo ajeno.
¿Ya tiene vida el niño para que se envenene?
Las palabras fracturan el aire de su pequeña patria.
Bajo tutela de Jacoba Tellería pellizca sílabas,
afanoso las repetirá frente a Mamá Bernarda.
Ese legado, ese territorio vigilado crece inagotable
sobre bulla de minervas en sus noches fatales.
¿Olvida acaso mimos en su génesis peregrino?
¡Hacia Metapa la caravana pasa!
Fábulas sufre, mitologías padece.
Talla el bardo cosmopolita ardorosos versos,
abundante gracia sobre abanicos de princesas.
¿Ofrendas goza de mujeres alegres que envenenan?
¡Japonerías y chinerías desvisten; medallones y alejandrinos también!
No perdona moza de buena carne ni tibia madame de cuello esbelto.
Si había arremetido nativas palomas blancas y garzas morenas,
ahora satisface académicas españolas, ninfas insulares,
princesas gálicas, tormentosas tribales caribeñas.
¡Su poesía: posesión! Crear era métrica exacta,
armoniosa pasión en su agradable lecho incandescente.

Deseos de las reinas

…tomó un velo azul, casi impalpable,
como formado de suspiros…
Rubén Darío

Firmes evidencias sugieren detrás de la ruta
de la seda, el paso de mis manos en su cuerpo.
La secreción mucosa del capullo imperial
encierra virtud secreta del oriente.
Las reinas sueñan paisajes milenarios
en la suntuosidad de sus encajes, extendiendo
sobre cálida piel la edad de la morera amurallada.

Huellas incansables de pueblos nómadas
enfrentan oscuros vientos del desierto.
Caravanas sobreviven tormentas atraviesan
cautelosas falsos cementerios
esquivando guerreros infernales.
La ruta de la seda aproxima otra realidad.
Ofrecen mercaderes lujosos caprichos
a la medida de las reinas: provocación
dichosa del amoroso acecho.
¿Los tejidos del festejo eclosionan jubilosos,
forjan en sus fuertes caderas dicha infinita?

Virtuosas reinas reconocen esa inquietud
expectante. Entregan sagacidad a los ojos
amaestrados en el dorso de la danza, mientras el canto
teje temperamentos bárbaros en la desnudez:
domestican el brillo de sus ágiles praderas
a orillas del oasis lunar de sus ofrendas.

Atrapadas en rituales las reinas lujuriosas
delinean firmeza y abundancia de sus dones
en el linaje ancestral de su naturaleza.
¿Cambian marfil, piedras preciosas,
por vistosos colores de mágicos atuendos?
Tribales percusiones les enredan abismos
convulsivos, entre suaves texturas de la seda
que dioses insatisfechos nunca soñaron.

La reina Mab percibe en la poesía su fragancia.
Detiene su carro de una sola perla y cubre feliz
al poeta en un sueño azul resplandeciente
de oro y fuego. Escucha su inmortal palabrería
aceptando realismo que lo aqueja el crepitar
erótico en divinas palabras aunque vea en sus ojos
lascivia del deseoso amante de princesas y ninfas.

 

El próximo 6 de febrero se conmemora el centenario de la muerte de Rubén Darío.

 

 

 

 

Cultura Darío archivo

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