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Edmundo Jarquín

Nicaragua sigue esperando a Chagüitillo

El domingo 20 de diciembre pasado nos quedamos esperando a Domingo Sánchez Salgado, Chagüitillo. Un grupo de amigos nos habíamos convocado para celebrar sus recién cumplidos 100 años de edad, pero los quebrantos de salud que esta semana le llevaron a la muerte le impidieron llegar.

Entre los amigos convocantes y convocados al homenaje no había ningún orteguista. Esto resulta obvio, porque en términos de su legado de luchas políticas, con el régimen de Ortega podríamos decir que Nicaragua sigue esperando a Chagüitillo.

Le conocí en el año 1965, cuando desde el Centro Estudiantil Universitario de la Universidad Centroamericana (Ceuuca), convocamos al primer Congreso Obrero-Estudiantil. Con las restricciones represivas del gobierno de Ortega ese encuentro sería hoy inimaginable, pues ni hay libertad del movimiento estudiantil, ni independencia del movimiento sindical.

Con motivo de recientes elecciones en el Recinto Universitario Carlos Fonseca Amador (Rucfa) y en la Universidad Agraria, las demandas de elecciones estudiantiles libres fueron brutalmente aplastadas a garrotazos y morterazos. El movimiento estudiantil, por el momento, está entre reprimido y cooptado.

Y la libertad sindical, por la que tanto luchó Chagüitillo, ha dejado de existir. Entre represión, como lo vimos recientemente en la Mina El Limón, y cooptación.

Y en el sector público, donde tanta vitalidad tuvieron en el pasado los gremios de médicos, enfermeras y maestros, las organizaciones que todavía existen son remedo de las del pasado y se limitan a ser caja de resonancia de las políticas oficialistas, sin manifestar la menor solidaridad con los empleados públicos que son víctimas de la uniformidad política y el proselitismo partidario.

Con motivo de su muerte, el diario LA PRENSA reprodujo un reportaje que se le hizo en 2004, en ocasión de sus 89 años. Se entrevistó entonces a uno de los principales dirigentes empresariales de los años de mayor combatividad de Domingo, con posterioridad al terremoto de 1972, cuando el Sindicato de Carpinteros, Albañiles, Armadores y Similares (SCAAS) inició memorables luchas sindicales, que fueron seguidas de luchas laborales de enfermeras y maestros, a las cuales se unió el movimiento estudiantil. Preguntado el dirigente empresarial si la buena opinión que años después tenía de Chagüitillo, era porque representaba a sindicatos blancos (oficialistas), respondió:

“¡Qué van a ser blancos! ¡Yo no he visto sindicatos más hijueputas que esos! Eran durísimos. Te lo estoy diciendo 50 años después. Me sacaban de mis casillas pero yo los respetaba porque tenían fuerza. Representaban verdaderamente al personal obrero nuestro”.

Casi diez años después de conocerlo volví a encontrarme con Chagüitillo y, al calor de las vecindades de luchas políticas, desarrollamos una entrañable amistad. Fue de los firmantes del “Manifiesto de los 27”, como se conoció al grupo de dirigentes de organizaciones políticas y sindicales que en 1974 firmaron la declaración “No hay por quién votar”. Ese manifiesto fue el antecedente inmediato de la Unión Democrática de Liberación (UDEL), que encabezada por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal luchaba por el derrocamiento de la dictadura somocista y la instalación de una república democrática. Domingo Sánchez Salgado fue uno de los principales y más carismáticos dirigentes de UDEL.

Como se ve, la Nicaragua democrática, con un movimiento estudiantil vibrante y libertad sindical, sigue esperando a Chagüitillo.

El autor es excandidato a la Vicepresidencia de Nicaragua.

Opinión Chagüitillo Domingo Sánchez Salgado Nicaragua archivo
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