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Decenas de miles de personas se reúnen para participar de una multitudinaria manifestación en la playa de Copacabana, Río de Janeiro (Brasil), para protestar contra el Gobierno de Dilma Rousseff y para reclamar el fin de su mandato.LA PRENSA/EFE

Masivas protestas contra Rousseff sacuden Brasil

Se espera que al fin del día, cerca de un millón de brasileños haya expresado su irritación en las calles de más de 400 ciudades, protesta que por primera vez es públicamente apoyada por partidos de la oposición

Una ola de manifestantes pedía el domingo la destitución de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, en un clima de fuerte descontento social por la recesión económica y un multimillonario fraude a Petrobras que salpica a la elite empresarial y política del país.

Se espera que al fin del día, cerca de un millón de brasileños haya expresado su irritación en las calles de más de 400 ciudades, protesta que por primera vez es públicamente apoyada por partidos de la oposición. La magnitud de las marchas es un dato de alta sensibilidad para Rousseff, que enfrenta un pedido de juicio político que podría terminar anticipadamente su mandato, previsto hasta 2018, y también para los que buscan combustible para ese proceso que está en ciernes en el Congreso.

“Vine porque estoy cansada de ver tanta corrupción y para reclamar por el desorden en que se convirtió este país. Basta de robo, basta”, dijo Rosilene Feitosa, una pensionada de 61 años en Sao Paulo. “Yo voté por el PT [Partido de los Trabajadores, en el poder] pero nunca más”.

La capital económica e industrial de Brasil fue el corazón de las marchas contra el gobierno del año pasado, llegando a concentrar hasta un millón de personas. Imágenes aéreas mostraban este domingo una marea compacta de gente vestida de amarillo y verde, los colores de la bandera nacional y de la emblemática camiseta de la selección de fútbol, en una escena que se repitió en la capital Brasilia -con una asistencia oficial de 100 mil- y Rio de Janeiro, sede de los próximos Juegos Olímpicos, que reunió cientos de miles junto a las playas de Copacabana.

Grandes centros urbanos como Belo Horizonte, al suereste, e incluso tradicionales bastiones del PT, como el estado de Bahia o Pernambuco, en el noreste, también tuvieron grandes convocatorias.

EFERVESCENCIA POLÍTICA

En medio de citas que alusivas al “fin del ciclo” tras más de 13 años del PT en el poder, los manifestantes se quejaron por el derrumbe de la economía, que cayó 3,8% en 2015 y continuaría su declive este año, conformando la peor recesión en un siglo, y por los escabrosos hallazgos de la investigación en Petrobras, desde donde se desviaron multimillonarios fondos a los partidos que integran la coalición de gobierno.

“Cayó Cristina, cambió el Congreso en Venezuela, perdió Evo, y ¿quién caerá ahora? Dilma”, gritó uno de los organizadores de la protesta en Sao Paulo desde un camión, en referencia al término del mandato de la presidenta Cristina Kirchner en Argentina y a las derrotas sufridas por el oficialismo socialista en las legislativas en Venezuela y el mandatario boliviano Evo Morales en un referendo que le negó un potencial cuarto período.

Unas 300 personas se reunieron frente a la residencia del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, convertido ahora en uno de los blancos de los fiscales que investigan causas de corrupción y con pedido de prisión preventiva por supuesto ocultamiento de bienes. Lula, símbolo y fundador del PT retribuyó el saludo, constató un fotógrafo de la AFP.

En Rio de Janeiro, una avioneta roja que sobrevoló las playas portando un cartel con la leyenda “No va a haber golpe” fue abucheada por la multitud. Poco después, una yate navegaba frente a la costa mostrando una bandera que decía “Fuera Dilma”.

“Estoy manifestando porque creo que solo participando se podrá frenar el desperdicio de las riquezas del país”, dijo Marcelo Antunes, un ingeniero de 66 años. “Todos los brasileños debemos participar, no podemos quedarnos al costado”, añadió.

JUEZ HÉROES

En Brasilia, activistas contra el gobierno levantaron un gigantesco muñeco inflable que asemejaba la figura de Lula vestido de presidiario.

La multitud que ocupó la explanada central que conduce al Congreso vivó al juez federal Sergio Moro, cuyos fallos enviaron a la cárcel a varios empresarios y políticos de la elite local enlodados en la causa Petrobras. Moro se convirtió en el símbolo de la lucha contra la corrupción en el Estado, un mal que junto al desempleo en alza y a una inflación creciente llevó a Brasil a una espiral de desánimo que alcanzó a la propia coalición de gobierno.

El sábado, el mayor aliado que tiene el PT anunció que evalúa romper la alianza. El centrista PMDB, la mayor fuerza política de Brasil, debatirá durante 30 días si abandona a Rousseff a su suerte o si se mantiene dentro del gobierno. Una eventual salida fragilizaría al gobierno al extremo.

En plena tormenta, Rousseff compareció sonriente el viernes y echó mano del carácter glacial que envuelve su biografía: “¿Creen que tengo cara de estar resignada? ¿Creen que tengo genio para resignarme? Yo no estoy resignada ante nada y no tengo esa actitud ante la vida (…) Cuenten, por lo menos, que no tengo cara de quien va a renunciar”, instó a los periodistas.

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