Nuestro país tiene 600 mil personas afectadas de diabetes, cifra que puede incrementarse o se está incrementando cada día por el hecho de que medio millón de personas son prediabéticos, y en caso de no someterse a tratamiento se convertirán en azucarados.
Por ejemplo, hijos o hermanos de diabéticos, personas portadoras de obesidad, grasas elevadas de la sangre o sedentarios.
El 80 por ciento de los diabéticos son tipo 2, es decir, utilizan tabletas para estar controlados.
Hay un momento en la evolución de la enfermedad en que el médico internista puede informar a su paciente que ha llegado el momento de iniciar tratamiento con insulina, noticia impactante para el enfermo.
Existe la creencia popular en nuestro país que si utiliza ese medicamento “te quedas ciego”, lo cual no es cierto. La ceguera de la diabetes lo produce la retinopatía diabética que aparece en la mayoría de los casos después de décadas de enfermedad y en especial cuando el enfermo no ha sido disciplinado.
Los médicos internistas indicamos insulina en el paciente cuando se trata de un niño que debuta con la enfermedad, con frecuencia en forma de una peligrosa complicación llamada cetoacidosis diabética.
A la mujer que se embaraza se le suspende las tabletas y durante toda la gestación se controlará con insulina.
Si un paciente no logra alcanzar el control de la diabetes con la dosis máxima de tabletas, si presenta una complicación aguda (infarto, derrames, pie diabético, cetoacidosis diabética) o se va a operar el control será con insulina.
Una buena noticia para médicos y enfermos es la introducción al país de la insulina glargina que viene a ser un recurso más para el control y mejor calidad de vida de nuestros pacientes. El médico internista tiene una visión integral para el mejor manejo de estos casos.
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