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En el reciente descubrimiento de las ondas gravitacionales participó una científica argentina. LA PRENSA/NASA

La ciencia en español, asignatura pendiente de los países hispanohablantes

Es indispensable incorporar la ciencia a las sociedades hispanohablantes, con el uso de pedagogías modernas para el aprendizaje de la ciencia en la escuela.

Si hay una asignatura pendiente para el idioma español es la de hablar el lenguaje de la ciencia, según se puso hoy de manifiesto en el Congreso de la Lengua donde el Premio Nobel de Química 1995, el mexicano Mario Molina, advirtió de la poca inversión que los países hispanos hacen en esta materia.

Inversión en educación e investigación científica fue la medida en la que coincidieron los expertos que participan en la tercera jornada del VII Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebra en San Juan de Puerto Rico.

Molina, pionero en la investigación de los efectos en la capa de ozono por la emisión de ciertos gases industriales y asesor en ciencia y tecnología del presidente estadounidense, Barak Obama, recordó que los países que invierten más en ciencia y tecnología tienen un mayor desarrollo económico.

Es indispensable incorporar la ciencia a las sociedades hispanohablantes, con el uso de pedagogías modernas para el aprendizaje de la ciencia en la escuela, indicó el Premio Nobel.

Por eso, ha abogado por hacer realidad en la enseñanza escolar el “aprender ciencia haciendo ciencia”, como única forma para romper la tendencia y conseguir que los países que se expresan en español puedan compararse en este campo con otros que lo hacen en idiomas como el inglés.

El Premio Nobel explicó al auditorio sus estudios sobre la capa de ozono y el efecto invernadero que, dijo, es un ejemplo del desarrollo de la ciencia en beneficio de la sociedad, y cómo es posible un desarrollo económico sostenible enfrentándose a los problemas medioambientales porque eso es respetar los derechos de las futuras generaciones.

En respuesta a los “mitos” sobre el coste económico de las medidas para paralizar el efecto invernadero, Molina consideró que sería mucho más elevado el de los efectos de la subida de temperaturas y recalcó que es “totalmente inaceptable” para el planeta que al final del siglo pudiera incrementarse en hasta cuatro grados.

También para Manuel Sánchez Ron, físico y miembro de la Real Academia Española, el problema básico para la ciencia en español es la financiación.

Mientras hay 11 Premios Nobel de Literatura y 5 de la Paz que hablan en español, solo 7, de ellos 6 compartidos, han sido reconocidos con este galardón en el campo de las ciencias: “no son muchos”, señaló Sánchez Ron.

“Cualquier decisión a medio plazo que se tome es ya una decisión para el siglo XXI, pero tenemos la sensación de que nos hemos saltado el siglo XX”, agregó el académico español.

Daniel R. Altschuler, físico uruguayo y catedrático en la Universidad de Puerto Rico confesó sentirse en el Congreso de la Lengua Española “como cucaracha en baile de gallinas, porque la lengua de la ciencia es el inglés”.

Por eso, ha abogado por la creación de una fundación latinoamericana de la ciencia que aúne los recursos de los países hispanohablantes.

Altschuler destacó las “penosas consecuencias” que ha tenido para España la reducción del presupuesto destinado a i+d (investigación y desarrollo) “causando una fuga de cerebros difíciles de recuperar”.

Para el escritor mexicano Jorge Volpi, la “espinosa relación” de la lengua española con la ciencia se mantiene y las cosas no han mejorado en esa carrera entre la “liebre y la tortuga”: el inglés sigue siendo predominante.

“Cómo es posible que la lengua española sea tan poco utilizada en comunicaciones científicas?”, se pregunta Volpi para responder que la “realidad material” es el porcentaje del PIB que los países hispanohablantes otorgan a la ciencia.

Para el escritor mexicano, lo mejor es olvidarse del “sentimiento insensato de inferioridad” y dedicarse a utilizar la lengua para convencer a los políticos de la importancia de la ciencia.

“No se trata de renunciar a la ciencia en español, pero lo que hay que hacer es ciencia, simplemente”, invertir en ella y esperar a que, de forma natural, “llegue al centro de la cultura en español”.

Porque, como dijo Sánchez Ron a los estudiantes presentes en la sala de conferencias: “No está mal que queráis ser un Cervantes pero tampoco está mal ser un Mario Molina”. Son dos formas para esperar “que vuestra labor os haga inmortales”.

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