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Sergio Ramírez

Lengua sin fronteras

Se celebra en Puerto Rico el VII Congreso Internacional de la Lengua, y al responder acerca de la utilidad de una convocatoria como esta, empiezo por decir que se trata de celebrar un idioma que hablan más de 400 millones de personas, dato que puede parecer un lugar común, pero del que no puedo prescindir.

El castellano, español, o castilla, como aún se dice en las lejanías rurales de Centroamérica, es la tercera lengua del mundo, tras el mandarín y el inglés, sin tomar en cuenta a aquellos que lo usan como segunda lengua, o lo hablan de manera insuficiente, con lo que este universo se abriría a 560 millones, según cálculos de los entendidos.

Los números pueden parecer superfluos, pero lo primero que explican es que, con semejante envergadura, no puede ser una lengua a la defensiva, en proceso de fragmentación, ya no digamos de extinción. Toda lengua es un organismo vivo, que disfruta o padece de buena o mala salud. En el caso del español se trata de una lengua agresiva, en permanente mutación y transformación, que avanza cubriendo distancias; y más que una lengua agresiva, o además de eso, o por eso, es una lengua invasiva.

Las lenguas tienen su propia dinámica. Tomemos el inglés, por ejemplo. Una hermosa lengua literaria en el ámbito contemporáneo, sin duda, y podemos comprobarlo sin necesidad de alejar nuestra mirada del Caribe insular donde se alzan las espléndidas voces de Derek Walcott y V.S. Naipul. Ambos, junto a Saint John Perse, Gabriel García Márquez, y Miguel Ángel Asturias, completan nuestro santoral de premios Nobel del Caribe, si no es que incluimos también a William Faulkner, igualmente del Caribe, el espejo más revuelto de imaginaciones en América.

El inglés domina las torres de control de los aeropuertos, y ahora la comunicación digital. Y la cultura que produce tecnología es la que designa por ley natural sus instrumentos y procedimientos.

Así, el español abre sus valvas para recibir esas palabras ajenas y volverlas propias.

De esa misma cultura anglosajona recibimos también la avalancha de términos que tienen que ver con el insaciable mercado, con las modas y los espectáculos, el comer y el vestir, la música de punta, la parafernalia del cine y la televisión, y demás artilugios enlatados, o descodificados, manufacturados en inglés.

Y es también una lengua invasiva, que afecta y modifica a la lengua española con una fuerza que no puede ser ignorada. La afecta y modifica, pero no la sustituye, ni menos la extingue. Es una lengua franca de los menesteres tecnológicos, de la terminología del mundo digital y del comercio, pero para tantos millones que hablamos español no lo es ni en la literatura, ni en la calle, ni en la intimidad de los hogares, aún entre los más de 50 millones que hay dentro de Estados Unidos, la segunda comunidad de hispanohablantes más grande después de México.

Al hablar de la calidad expansiva del español me refiero al fenómeno de las migraciones hacia Estados Unidos, motivadas sobre todo por razones de pobreza y marginación, o de violencia, y que tienen un carácter traumático en cuanto afectan el tejido social y familiar, basta citar a los países de Centroamérica, y crean una resistencia xenofóbica que raya en la locura, si no recordemos el muro orwelliano, o soviético, que pretende levantar el señor Trump.

El español es una lengua que atraviesa fronteras bajo la necesidad. Es la necesidad la que somete a quienes emprenden el éxodo, expuestos a iniquidades, despojos, asaltos, secuestros, y a la muerte, por asfixia, hacinados dentro de vagones de carga o furgones, por sed e insolación en la travesía del desierto. O asesinados. La lengua es también un pasajero clandestino del tren de la muerte que va de Tierra Blanca a Sonora.

En ningún otro momento como ahora, el español ha estado sometido a tan amplios traspasos culturales, determinados por la globalización, y cada vez más es territorio de los jóvenes que dominan las cotas demográficas en proporciones nunca antes vistas, y que, además, son los que más emigran. Pero al atravesar la frontera en busca del sueño americano, ocurre un choque cultural, que es también un choque de lenguas, que nunca deja de ser creativo, y que termina en fusión.

¿Es el mismo español? Ya no. Pero no es cierto que a resultas de su encuentro con el inglés se haya corrompido o degradado. Términos que un día ofenden el oído, mezclas de vocablos, adopciones de palabras, neologismos, terminan entrando indefectiblemente en las páginas del diccionario, porque la lengua no expresa sino la vida. Marqueta por mercado, grosería por grocery, tuna por atún, soques por calcetines, sopa por jabón, carpeta por alfombra, un día reclamarán carta de legitimidad.

Surgirán más expresiones, más palabras híbridas o neologismos desconcertantes. Pero tampoco el español del Río de la Plata fue nunca ya el mismo después de mezclarse con el italiano, lengua de inmigrantes, ni, mucho antes, el español peninsular siguió siendo el mismo después de tantos siglos de mezclarse con el árabe.

El español de los conquistadores tuvo su primer encuentro con el taíno y después, al expandirse, entraría en tratos con tantas lenguas aborígenes más; y con las lenguas de los esclavos africanos, y el francés y el holandés y el inglés corsario en el Caribe, y cuando el lenguaje oral se trasladó al lenguaje escrito pasó a reflejarse en la lengua de los cronistas. El asombro de Oviedo frente a los frutos del trópico americano, y el de Bernal Díaz del Castillo frente a la gran Tenochtitlan, se resuelve en frases que no ignoran ya las palabras americanas.

Esa lengua desde la que vengo, y hacia la que voy, en la que escribo, se halla en continuo movimiento y me lleva consigo de una a otra frontera, de uno a otro territorio, reales o verbales.
Una lengua que es capaz de ser siempre otra siendo siempre la misma.

El autor es escritor. San Juan Puerto Rico, marzo 2016.
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COMENTARIOS

  1. ramon
    Hace 8 años

    Nada a cambiado,si antes,entre espanoles e ingleses las guerras se resolvian a punta de plomo,ahora se resuelven atraves del verbo,de ese choque,de ese choque saldra ileso el q’posee el argumento,pues sin duda la hispanidad no lo seria sin el ser Latino fuente de todo verbo en cualquier lengua,todo lo q’ud usa,ve,tiene nombre en Latino su original,la medicina por ejemplo,el ingles no es hasta hace poco q’colma la tecnologia,q’sin el Latino no lo tendrian ya q’hasta el alfabeto es de procedencia Latino,hoy somos solo en AL 600 millones y recuerde en cualquier encontronazo la cifra cuenta.

  2. Errata! William Faulkner
    Hace 8 años

    Sr. Ramirez:

    El autor norteamericano William Faulkner nació en MIssissippi, USA, no en el Caribe.

    Karl Arthur
    Washington, DC, USA

  3. William Faulkner: Grave Error
    Hace 8 años

    “…..si no es que incluimos también a William Faulkner, igualmente del Caribe….”

    Nuevamente me encuentro en la penosa situación de tener que corregir al Sr. Ramírez. En esta ocasión, se trata de William Faulkner.

    Si el Sr. Ramírez se refiere al autor del estado de Mississippi, Estados Unidos, asignar a Faulknet al Caribe es incorrrecto.

    Si no estoy equivocado, William Faulkner no tuvo ninguna asocición, seguramente de importancia alguna, con el Caribe.

    No solo eso, pocos autores de Estados Unidos están ligados y caracterizan a “el Sur” — en inglés decir “the South” tiene un significado político, social, histórico, cultural y literario muy específico — y su particular forma de vida, la cual Faulkner relata vívidamente en su obras literarias, como este respetado autor americano.

    A menos, claro, que el Sr. Ramírez se está refiriendo a otra persona con el mismo nombre, en cual caso le pido que acepte mis sinceras disculpas.

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