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Alejandro A. Tagliavini

Promoviendo la cultura de la violencia

Según el informe Panorama Fiscal de América Latina y el Caribe 2016, dado a conocer por la Cepal en vísperas del XXVIII Seminario Regional de Política Fiscal —del 16 y 17 de marzo— en Santiago de Chile, “Durante 2015, las cuentas fiscales de América Latina registraron un déficit del 3.0 por ciento del PIB y un nivel de deuda pública bruta del 34.7 por ciento del PIB. De los 19 países considerados, en 11 se incrementaron simultáneamente este déficit y la deuda pública como proporción del PIB”.

La Cepal vislumbra un futuro heterogéneo en la región en 2016, ya que para la mayoría de los países de América del Sur se mantendrá la incertidumbre por la desaceleración de China y de otras naciones emergentes, mientras que México, Centroamérica y el Caribe se verán beneficiados por tasas de crecimiento positivas y, en las dos últimas subregiones, por la caída de los precios del petróleo.

En promedio, la región aumentó su presión tributaria en 0.2 por ciento del PIB, principalmente gracias al impuesto sobre la renta. Según el documento, aunque se comprobó un descenso generalizado de las tasas de evasión del IVA hasta 2007-2008, a partir de la crisis financiera se revirtió esta tendencia. La desaceleración del crecimiento económico y el deterioro de los términos de intercambio han tenido efectos muy significativos sobre las finanzas públicas de varios países, lo que ha obligado a realizar ajustes fiscales de magnitud.

Para la Cepal, la evasión es una de las principales debilidades de los sistemas tributarios de la región. Para Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, sobre la base de estudios recientes, el incumplimiento asciende a un monto equivalente a 2.2 pro ciento del PIB en el caso del IVA y 4.1 por ciento del PIB en el caso del impuesto sobre la renta, lo que suma un total de US$320,000 millones en 2014. Estimaciones recientes sitúan en cerca del 70 por ciento la evasión del impuesto sobre la renta de las empresas en algunos países.

“Los ingresos tributarios constituyen la piedra angular del financiamiento básico de un Estado moderno y por ello es imprescindible priorizar la creación de una cultura impositiva en la que se penalice efectivamente a los evasores”, indica el organismo de las Naciones Unidas. Con “penalice” efectivamente se refiere a utilizar el monopolio de la violencia estatal para forzar a quienes no quieren pagar voluntariamente.

Suena mal eso de forzar a las personas. Pero el problema no es que suene mal. El problema es que está mal. La ciencia ya ha demostrado que la violencia solo destruye: para decirlo rápidamente, existe un ordenamiento natural sapientísimo y la violencia —ya lo decían los filósofos griegos— es aquello que produce un cambio extrínseco del desarrollo espontáneo de la naturaleza.

Las personas pagan de buen grado lo que les conviene. Nadie tiene reparos, por caso, en pagar a quien le brinda un buen servicio sobre todo cuando quiere que el servidor permanezca. Cuando se niegan a pagar voluntariamente es porque o no les interesa lo que se ofrece, o creen que su dinero se malgastará. Por tanto, es respetable su negativa y, en cambio, es inmoral —va contra las leyes naturales— “una cultura impositiva que penalice”, que violente. La eficiencia económica es el resultado, precisamente, de que voluntariamente las personas entregan su dinero a cambio de lo que les conviene más: así ganan.

El autor es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.

https://twitter.com/alextagliavini (@alextagliavini)

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