14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Minicuentos de Lautaro Ruiz

Era un buen abogado, pero el guaro lo volvió delincuente, aquella mañana había despertado alegre, y había prometido, portarse bien y dejar el vicio para siempre

El último trago

Lautaro Ruiz

Aquel viejo alcohólico. Se sudaba cada vez que pedía una ayudita para mitigar su ardiente vicio.
Era un buen abogado, pero el guaro lo volvió delincuente, aquella mañana había despertado alegre, y había prometido, portarse bien y dejar el vicio para siempre, nada mas que estaba decidido a tomarse el último trago y quitarse la goma, fue a la cantinita que quedaba cerca del mercado donde como mosquitos pululaban sus colegas y tragando ávidamente las últimas gotas de lijón a media calle, no se percató que como un bólido, venía un motociclista despedido, la botellita cayó al suelo, ese fue su último trago.

Sangre india

Lautaro Ruiz

La niña era cerrada, terca, indoblegable. El cura cada vez que la confesaba se tiraba de los cabellos, por sus preguntas cauciosas sobre Dios, ella hablaba de dioses, su sanción fue rezar cien padres nuestros y trescientas avemarías, cuando quiso tirarle de las orejas, le gritó sabe una cosa monseñor, no se olvida que tengo en mi sangre, raza de indio, y mi abuelo decía al indio es mejor matarlo y no agraviarlo.

La juececita

Lautaro Ruiz

Las sentencias que aquella pequeña y diminuta insignificante jueza anunciaba y predicaba como palabra de dios, enormes y desequilibrados juicios quintuplicando su gran, desfachatez extremista, sus inclinaciones, definidas contra los hombres, la hacían  verse como el coco o el cicimique mayor mayor, hasta que se metió con el campesino equivocado, que se reiría en días venideros al ver rodar su cabeza.

Anunciando así el presagio que le había dicho en un secreto a voces el curandero del pueblo.

LA PRENSA/Thinkstock

El chilillo

Lautaro Ruiz

Ahí donde lo ve mi tata lo agarraba casi a diario, aún recuerdo el ardor en el lomo. La fajinas eran de sol a sol, todos teníamos que entrarle duro, buena cosecha de maíz, de café, buena molienda, ahora que  soy agrónomo, lo tengo de recuerdo, si no hubiera sido por mi tata y él no seríamos tan buenos hijos, y quizás hubiéramos sido políticos del PRI,  del partido, cualquiera, ahora, lo ensebo casi día de por medio, y mis hijos van creciendo bien, ese azotito es mágico.

Dijo el cura

Lautaro Ruiz

Dijo el cura muy de mañana que habemos muchos esclavos modernos, del dinero, del celular, de  traga monedas, del volante, del trabajo, del placer y la lujuria. ¡Ay, padrecito!, me dije hablándome por dentro, que se me hace que aste, no conoce esas cosas por eso habla tanto, la verdad, yo quiero ser como Dios, tener un corazón grandotttotote, como la casa del cielo y de las estreas, y amar a cuanta mujer se me cruce en mi camino.

 

 

Cultura Letras Poesía archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí