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Divergente: leal

La extinción de la franquicia de Los Juegos del Hambre incrementa la irrelevancia de sus imitaciones. La serie Divergente es la más obvia.

La extinción de la franquicia de Los Juegos del Hambre incrementa la irrelevancia de sus imitaciones. La serie Divergente es la más obvia. Regresamos al mundo posapocalíptico ideado por la novelista Veronica Roth, en el mismo punto donde terminó la entrega previa, Divergente: Insurgente (2015). Tris, Cuatro (Theo James) y el resto de la pandilla se enfrentan a las crudas realidades de la ciudad amurallada de Chicago. Las facciones que antes dividían a la sociedad se han reducido a dos bandos, definidos por su relación con la violencia. Johanna (Octavia Spencer) aboga por la no violencia; pero la madre de Theo, Evelyn (Naomi Watts), practica el populismo en clave homicida. Las ejecuciones de los traidores motivan a Tris a perdonar y salvar a su hermano Caleb (Ansel Elgort), escapando con sus amigos al otro lado de la muralla. Más allá del desierto que rodea la ciudad, encontrarán un nuevo orden social que les obliga a reevaluar su lugar en el mundo.

Divergente, al igual que The Maze Runner y la reciente La Quinta Ola, no logra escapar de la sombra de Los Juegos del Hambre. El carácter repetitivo no solo se manifiesta frente a otros productos, sino también dentro de la misma franquicia. Una vez más, los jóvenes se enfrentan a una figura de autoridad adulta, eminentemente traicionera. En la primera parte era Kate Winslet. En la segunda, Naomi Watts. Ahora, le toca a Jeff Daniels en el papel de David, un científico que profundiza el sesgo anti-intelectual de la trama. Los villanos suelen ser personas que buscan conocimiento y recurren a él para justificar sus peores actos. Los héroes son agentes de acción y fe, con motivaciones eminentemente puras.

Se puede producir una película interesante, aún con esa premisa reaccionaria. Sin embargo, Divergente: Leal fracasa al neutralizar la inteligencia de su protagonista. La trama demanda que Tris se comporte como una tonta, sometida ciegamente a las manipulaciones de David. Podríamos disculpar su credulidad si la villanía de él no fuera tan transparente. En esta circunstancia, Cuatro se erige como el salvador de la situación, comprometiendo el mensaje feminista de la franquicia. En este capítulo, la mujer empoderada se convierte en un niña deslumbrada por halagos y privilegios. El hombre tiene que tomar las riendas de la situación.

Instancias de suspenso básico pueden mantenerlo intermitentemente interesado, pero la dirección de Robert Schwenteke deja mucho que desear a la hora de poner en escena la acción. Ningún pistolero tiene buena puntería, las personas indicadas parecen inmunes a gases venenosos. Divergente: Leal exige demasiada lealtad de la audiencia, para que le creamos un cuento relatado sin convicción. Y lo peor de todo, es que aquí no termina.

Siguiendo la moda de dividir el capítulo final en dos partes —la fuente original es una trilogía de novelas—, todavía falta otra película para cerrar la historia. Divergente: Ascendente está programada para estrenarse en el 2017. Puedo apostarle que la taquilla de esta entrega será menor a las anteriores, hiriendo de muerte a la conclusión.

Los únicos puntos brillantes son la fotografía de Florian Ballhaus y el diseño de producción de Alec Hammond. El desierto que separa Chicago del enclave secreto es un escenario fascinante. La debacle ambiental que destruyó al planeta da paso a un desierto marciano, con tierra rojiza y lagunetas de agua tóxica. Los soldados usan camuflaje rojo y negro para confundirse en el ambiente. Ahí reside, y se agota, toda la creatividad de esta franquicia.

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