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Mayangnas apuestan por el valor agregado

Indígenas logran sobreponerse al machismo transformando el cacao y el bambú en productos con valor agregado

Las mujeres indígenas mayangnas del Triángulo Minero están incursionando en los negocios del chocolate y muebles de bambú, lo que les ha permitido mejorar sus condiciones de vida, tanto en Españolina como en Wasakin, dos comunidades indígenas de Rosita y Bonanza en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte.

Noemí Benites Juwith vive en la comunidad Españolina, en el municipio de Bonanza, y es una de las mayangnas que han sido relegadas por el machismo imperante en las comunidades indígenas, donde la mujer atiende exclusivamente las labores domésticas y en algunas ocasiones ayuda al varón en las actividades agrícolas.

“Somos un grupo de mujeres que decidimos hacer algo para mejorar los ingresos del hogar y de forma artesanal elaboramos chocolates y lo comercializamos en Bonanza y en la comunidad”, afirma Benites.
Margarita Garth Anderson, otra de las mujeres de Españolina, dijo que al principio tuvieron problemas de financiamiento, pero han logrado algún equipamiento que necesitan para desarrollar la empresa comunitaria de chocolates.

Noemí y Margarita son parte de la cooperativa indígena de la comunidad de Españolina, que está integrada por hombres y mujeres dedicados a la producción de cacao con la finalidad de abastecer de materia prima la empresa de chocolates.

Está integrada por 15 mujeres e igual número de hombres, estos últimos dedicados a la siembra de cacao y las mujeres a la fábrica de chocolates artesanales.

Morgan Taylor, presidente de la cooperativa indígena, señaló que viendo las necesidades de la comunidad se han organizado y han recibido apoyo de algunos organismos, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Instituto para el Desarrollo y la Democracia (Ipade) en la formación de capacidades de la cooperativa.

TRABAJAN LA MADERA

Mirian Zelaya Piters es la líder de la cooperativa de Emaikwa de producción de muebles de bambú en Wasakin, Rosita, donde están asociados cinco hombres e igual número de mujeres. Y aunque la mayoría de ellos son analfabetas, lograron aprender cinco diseños diferentes de muebles.

Los muebles los elaboran en Wasakin, una comunidad indígena mayangna de la variante Tuahka. Allí están trabajando 12 estilos de muebles que los comercializan en Rosita y otros municipios de la región y al resto del país.

Los materiales o el bambú los llevan de las comunidades de Kururia y Terciopelo, en la parte del río Bambana.
Con los ingresos que se obtiene de la venta de los muebles del bambú que van desde los 1,000 hasta entre 3,000 y 4,000 córdobas cada juego, se utilizan para comprar materiales que utilizan en la elaboración de muebles. Otra parte de la ganancia se distribuye entre los cooperados.

ROMPEN EL MIEDO

“Yo no sabía ni hablar, me daba miedo, pero (con) las capacitaciones que hemos tenido por parte del Ipade pues ya he mejorado mi casa y estoy construyendo otra más, pero los conocimientos que hemos adquirido, poder hablar con la gente que viene, pues es parte de lo que he aprendido del Ipade”, afirma la líder indígena.

Ninoska Moreno, coordinadora del Ipade en el Triángulo Minero, señaló que han apoyado a los gobiernos territoriales Matumbak y Tuahka en Bonanza y Rosita en el fortalecimiento de las capacidades locales que les permita empoderarse y desarrollar con éxito la autogestión para su desarrollo.

TAMBIÉN HUERTOS  FAMILIARES
El establecimiento de huertos familiares en la zona de amortiguamiento de la Reserva Bosawas es otro de los componentes que tiene el proyecto productivo que ejecuta el Ipade en Siuna, Caribe Norte, con fondos de la Unión Europea y Diakonia. Los productores han comenzado a cosechar repollo, tomate y chiltoma, que están utilizando en su dieta alimenticia y en los ingresos para el hogar.

En la actualidad hay unas cinco mil cabezas de repollo en desarrollo que están próximo a cosechar, así como la obtención de producción de chiltoma. Además han instalado sistemas agroforestales que no solo ayudan a proteger el medioambiente, sino que también garantizan ingresos económicos en las familias, las que se dedican a la plantación de plátanos y frutas.

“Hemos aprendido que debemos desarrollar prácticas más amigables con el medioambiente y creo que lo estamos logrando, porque además de aportar con los sistemas agroforestales también tenemos mejores ingresos con las hortalizas”, Rigoberto Cano Sánchez, productor de la comunidad del Torno en Siuna.

Solo de la producción de repollos, que este año que ha sido afectada con la invasión de babosas, esperan una producción de cinco mil cabezas, que les representa unos cien mil córdobas en ventas.

Dotados de herramientas

Una familia de productores recibe como apoyo herramientas básicas, como azadón, piochas, bolsas de polietileno de 6×8, semilla de cacao, semilla de plátano, entre otros.

También se les dota de insumos, como triple 20 para fertilizar el cacao, plantas injertas de cítrico, aguacate, mango, mamón chino, hortalizas como el tomate, chiltoma, pipián, ayote y semillas de abono verde, como canabalia y terciopelo.

Ninoska Moreno, coordinadora del Ipade en el Triángulo Minero, dijo que el proyecto promueve la participación activa, propositiva y sostenible de mujeres jóvenes y productores en los municipios de Siuna, Rosita y Bonanza en la gobernanza ambiental democrática y desarrollo local.

Los beneficiarios
El programa de promoción de la participación activa, propositiva y sostenible de mujeres jóvenes y productores en los municipios de Siuna, Rosita y Bonanza en la gobernanza ambiental democrática y desarrollo local atiende a 630 familias, entre estas 110 jefas de familia y una red de promotores integrados por 75 jóvenes y 111 personas que conforman los grupos empresariales, conformados, a su vez, por indígenas mayangnas en Rosita y Bonanza. Dicho programa concluye en el 2018.

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