Durante mucho tiempo Nicaragua fue llamada Tierra de Lagos y Volcanes.Eso era antes de que la naturaleza del país fuera sometida a la feroz depredación que ha arrasado los bosques, secado los ríos y llevado a los lagos Cocibolca y Xolotlán a una situación de grave riesgo de extinción.
Así lo demuestra el reportaje de los periodistas de LA PRENSA, Rezaye Álvarez, Ramón Villarreal, Mabel Calero y José Adán Silva, publicado ayer y hoy en este Diario. Con base en declaraciones de científicos y otros expertos el mencionado trabajo periodístico informa entre otras cosas que “las altas temperaturas de la actual temporada seca, más una sequía prolongada desde 2014 y la destrucción acelerada de los bosques y cuencas de los dos grandes lagos de Nicaragua han deteriorado los niveles de estos cuerpos hídricos, a tal extremo que en algunas zonas el agua se ha alejado más de doscientos metros de las costas”.
Saber que la extinción de los lagos es un fenómeno que ocurre también en otras partes del mundo, no sirve de consuelo, pero permite comprobar que esta tragedia ecológica es consecuencia principalmente de la mala práctica humana y social. Se conoce que los lagos Poopó y Titicaca en América del Sur; los de la cuenca lacustre de México; el Aral en el Asia Central; el Poyang en China; el Oroumieh en Irán; el Chad en África, y muchos más, han desaparecido o están desapareciendo por efecto del cambio climático, pero sobre todo por la depredación humana.
El geógrafo Philip Micklin, investigador científico de la Universidad de Western Michigan, Estados Unidos, quien ha dedicado mucho tiempo al estudio de los procesos de extinción de algunos grandes lagos en el planeta, asegura que esto se debe más que todo a que “los políticos (gobernantes) que tenemos son tremendamente ignorantes” y no se interesan en la estabilidad climática y humana.
Por el contrario, agregamos nosotros, ellos atentan de manera irresponsable contra el equilibro de la naturaleza al autorizar y participar en la deforestación irracional, al ignorar la creciente contaminación ambiental o al aceptar e impulsar proyectos faraónicos de desastroso impacto ambiental, como la megapresa de Las Tres Gargantas en China, la desviación de los ríos para irrigar las extensas zonas algodoneras en el Asia Central, o el proyectado canal del chino Wang Jing en Nicaragua.
Ante la tragedia medioambiental que sufre la humanidad el papa Francisco denunció en su encíclica Laudato si, a quienes, pudiendo y debiendo hacer algo para proteger la naturaleza, “se aferran al poder solo para ser recordados por su incapacidad de tomar acción cuando era urgente y necesario hacerlo”. “Pero no todo está perdido —expresó Francisco, con esperanza—.
Los seres humanos, capaces de hacer lo peor, también son capaces de levantarse a sí mismos, al elegir lo que es bueno y volver a empezar”.
Lamentablemente, en algunos países como Nicaragua la gente todavía no comienza a levantarse.