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María Mercedes Andara la “Gitana del alma”

“Una bailadora, una gitana del alma”, así se define la maestra del flamenco María Mercedes Andara. Lleva más de treinta años danzando, tiene tres hijos, un roquero, un doctor y una pedagoga, y dos nietas. Nació en Chinandega en 1957.

“Una bailadora, una gitana del alma”, así se define la maestra del flamenco María Mercedes Andara. Lleva más de treinta años danzando, tiene tres hijos, un  roquero, un doctor y una pedagoga, y tres nietas. Nació en Chinandega en 1957.

El amor por la danza nació cuando desde muy niña miraba bailar al maestro Heriberto Mercado y a Adán Castillo, “mi gran maestro, mi gran influencia”, dice.

Como si fuera un tablado español, el estudio fotográfico de LA PRENSA le sirve de escenario para una sección de fotografías, donde va con sus atuendos y luce dinámica, altiva y retadora con sus pasos de flamenco.

Posteriormente viene la conversación donde recuerda, vibra y siente la danza, “esa constelación de estrellas que van alrededor tuya, esa fuerza mágica”, advierte.

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¿Cómo recuerda sus primeros encuentros con la danza?

Cuando tenía 6 años y miré al profesor Heriberto Mercado, pensaba que quería bailar como él y lo primero que aprendí fue baile español clásico.

Fue en el Colegio La Inmaculada, llegaba a sus clases, y me fui quedando aunque con clases irregulares porque era muy pobre y no tenía para pagarlas.

¿La danza tiene alguna figura en sus caminos?

Es el presente y siento que es mi pasión, que sin ella es imposible lidiar con la cotidianidad del mundo material, me espanta la tristeza, el dolor.

¿El flamenco qué representa?

Es encontrar la luz en la oscuridad. Es un quejido hecho movimiento.

¿Cuando no está bailando qué le pasa?

Me siento vieja, me duelen las coyunturas y me pongo deprimida. Creo que voy a morir bailando. Estuve con una lesión en las rodillas, y el doctor Marcos Salas me dijo que no volvería a bailar, yo me opuse a su diagnóstico y en ese momento quise hacer lo que dice Chopra que es en la cabeza donde se gestan los pasos de la vida, los movimientos de la lucha y del andar.

Soy una bailaora aunque nunca tuve las condiciones porque siempre fui cuadradita, no tuve condiciones en mis brazos y mis piernas, sin embargo elegí el flamenco porque en él no importa el peso, ni la edad, ni la estatura, no importan las estrellas de la vida que son las arrugas y que es la madurez del dolor cuando se ha vivido todo, incluso cuando se ha venido desde la muerte.

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LA DOCENCIA Y LA PASIÓN

Flamenco, enseñanza y alumnos, ¿cómo los vive?

Primero miro en la persona si le gusta la música, si tiene la perseverancia, disciplina, no me importa si tiene las piernas chuecas o si pesa 200 libras o tiene un cuerpo de barbi, me interesa que tenga respeto por el flamenco. Para mí es la carrera de mi vida, alejándome de mi familia, de mis amistades, dejando de importarme el dinero, lo que me ha importado es bailar.

En el flamenco les digo a mis alumnos que me expresen el momento más triste, más alegre.

Eso sí, el flamenco no es para cualquiera porque en Nicaragua y en estos países cercanos se van por los ritmos latinos, la zumba, por los ritmos que los mantengan en forma y que ya rápido pueden bailar en una fiesta.

¿Cómo definiría bailar flamenco?

Es una actitud en mi vida, pues me considero una gitana. Soy muy tribal con mis amigas, con las alumnas que tengo, con mi familia que son mis tres hijos, mis nietas, nueras, ser gitana es defender tu autenticidad, ser uno misma sin fingir y respetar las tradiciones de mis ancestros, los valores alrededor de nuestra condición humana.

¿Se topó con esquemas sociales por dedicarse a la danza?

Para esta sociedad bailar era mal visto, se lo atribuían a las zánganas, fue para muchos vender carne, ser una mujer para la exhibición. Para mí el flamenco es como un legado de muchas culturas que se fusionan.

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LA INFANCIA, EL DESPERTAR

¿Cómo recuerda la infancia, algo que la marcó?

Nací en la iglesia Santa Ana de Chinandega, hasta los 4 años salí de ahí, mi mamá tomó un caballo para venir a Managua, una historia muy larga de contar. Mis padres tenían en común que los dos eran huérfanos. Vengo de dos personas luchadoras que se hicieron abogados.

De niña acompañaba a mi mamá a vender sangre (en Plasmaféresis),  para que nos diera de comer y hacíamos café que salíamos a vender a las casas. Una vez pasé por un estudio de danza y eso fue como una revelación para mí, fue un despertar, yo me dije: “Eso quiero ser yo para el resto de mi vida, bailar”.

Mis padres nunca me ponían importancia, pero una vez me fui a bailar en traje de baño con una toalla que hacía de capa frente al Cine Trébol y pasé el sombrero, y cuando llegué a la casa mi papá me fajeó por impúdica. Debo haber tenido unos 7 años.

LOS MAESTROS

¿La han traicionado los nervios en los escenarios?

Siempre me da nervios, aunque siempre he sido de las tablas. A veces cuando estoy ya en la escena siento nada más lo que voy a hacer, bailar, soy muy rigurosa en mi preparación. Estudio bien cada vez que voy a bailar.

¿Tiene un maestro un icono a quien admirar?

La Carmen Amaya, la miré por primera vez en el Cine Félix en una película, Los tarantos, su vida siempre me ha fascinado.

La película trataba de una niña a la que se le había muerto su madre y desde chiquita había bailado descalza; su padre cantaba, y en el Parque de Cádiz bailaba, fue así muy querida por muchos. Sus taconeos son maravillosos.

Mi formación en flamenco es por mi perseverancia. Pasé los años de la revolución con el betamax grabando los programas de flamenco.

¿En el amor qué tal le ha ido?

Solo tuve un hombre en mi vida, estuve casada con él 35 años. Él me enamoró (Federico Cerda), él me enseñó el romanticismo a través de la Sonora Matancera, Daniel Sánchez, Celia Cruz, Cuco Sánchez, música que yo conocía de mi infancia. Y solo la muerte nos separó en el 2010.

Con él habían dos cosas innegociables en mi vida: mi danza y mis amigas.

GUSTOS Y VISIONES

La música:

Toda, aunque la que no me gusta del todo es el reguetón. Obviamente mi elección es el flamenco y la música de los clásicos.

La comida:

El gallo pinto.

Bebidas:

La chica y la cerveza.

El color:

El morado.

Concepto de patria:

La justicia, libertad y verdad. La equidad.

La niñez:

La educación debe estar más actualizada para ayudarle a los niños a conservar la creatividad, no creo en una educación rígida, sino con libertad.

La espiritualidad:

Es el estar en contacto con tu corazón y si no querés a tu prójimo no hacer daño. Ser un agente de paz.

“Me preocupo por ser consciente en lo que hago, soy más espiritual. Tengo una vida solitaria que me gusta, solo me hace falta la compañía en fiestas especiales. Me gusta la vida, todo”,
María Mercedes Andara, bailaora.

 

 

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