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LA PRENSA/thinkstockphotos

Prosemario de Yelba Clarissa Berríos Molieri

VOLCANES, VENTANA Y DUCHA Como senos obsesivos, me miran a través de las tantísimas veces amargura de las rotas telarañas metafóricas de mis ventanas. Los volcanes se desperezan, hacen mimos; saben de su poderío explosivo, y como lenguas rojas, conocen cómo se atragantan sus fogazales de selva, le nutren sus estómagos de piedras. Me baño. […]

VOLCANES, VENTANA Y DUCHA

Como senos obsesivos, me miran a través de las tantísimas veces amargura de las rotas telarañas metafóricas de mis ventanas. Los volcanes se desperezan, hacen mimos; saben de su poderío explosivo, y como lenguas rojas, conocen cómo se atragantan sus fogazales de selva, le nutren sus estómagos de piedras. Me baño. De reojo contemplo la postal yerta sin sello ni estafetas, reverso siempre en blanco. Caen hilos de regadera encogiendo los pezones siempre rosa de los míos; van queriéndose amistar con la gravedad forzosa del tiempo; han descendido los floreros del altar de los placeres puntiagudos erectos ante las salivas y sus himnos. Me lavo el esqueleto de la lengua irisada por mi deseo de calmarme de mundo y, aunque efervescente en el agua, diluirlo. Soy vitriolo protegido por los sulfatos hidratados de costras; la ducha ha memorizado su oficio. Hubo días de refugio en su tibieza nocturna, aun el hielo de mi sexo dormía. Se empapa cada poro, la entrepierna, los sobacos con sus vellos protectores de ganglios, que aroman mis fosas nasales con una especie de aroma a brama enjabonada. Las plantas de mis pies mantienen apachurradas las ánimas amadas; nunca acallo sus voces de nunca cadáver y la imposible caricia de la momia. Mi rito del agua equilibra los devaneos del seso y las malformaciones de alma. Me apego a mí, rechinante piel desinfectada. Los senos obsesivos y volcánicos no se mueven un solo microlímetro de la ventana sujeta por los clavos comensales del banquete indolente del sarro. La toalla nívea aspira mis abluciones, nunca muere de breas. Mis légamos son campo de cultivo, tarquín dulce e incoloro después del matinal rito.

INCERTIDUMBRE

El alarido de la estatua es transeúnte fiel de las callejas en los tímpanos del aire. No hay buen decir en ellas, no saben de su bendición de oficiar la liturgia de estar muertas. Estoy rodeada de muñecos sin habla, trato de alcanzar sus ecos, que sacan del anonimato sus peripecias, al volverse de azogue diestro, mutador de formas, escapista raudo. Apenas escucho el eco de su sombra. La inmovilidad no conoce de tesitura, aun el rigor mortis, es nostalgia de muerte que se sabe inmóvil, que ya nadie lo asesina, sin ecos, sin muros donde reflejarse. Hoy toqué el espejo, reflejaba mis manos trasquilando nubes. Supe que estoy viva. Mis muñecos de madera, son títeres que me permiten hacer sangrar su sombra con alfileres. También ofician la liturgia de estar muertos. ¿O lo estoy yo? Tal vez no. Los manubrios del monociclo llagan mis manos.

poema 2

CABITO DE LÁPIZ

En el líquido amniótico de mi mama había un cabito de lápiz con el que esbozaba juguetes, era cibernética futúrica, y no fui madura deslumbrada por el teclado. Yo nací juntaletras, vate, barda, clériga medievalesca arriesgada. Burlé monjas y utilicé vestimenta de macho para aprender latín y griego. En mero S.XXI deciden las normas amorosas que rigen vidas ajenas, se expresan como en las Cortes de Amor, tribunales omniscientes sometiendo a juicio la poesía a placer.

SUPLICIADOS

Vi supliciados solitarios, era uno de esos sueños que suceden en el patio aledaño que se esconde bajo la fronda de mi luna. Les mojé los labios descamados como traje de sierpe, con mis labios de fuente submarina con sal que retoña en espumas de miel. Parezco una abstracción seducida. Cuando camino en las lindes secretas voy pisando minas terrestres y, a la vez, de universo abierto. Los supliciados poseen melomanías de oídos embozalados. Silban y tararean sones de escarceos acantonados en un hormigonado, seguros de expirar. No leo mis poemas. No los entienden. Están acostrumbrados a declamatrices con abanicos, que ocluyen sus minúsculas acrobacias casi autistas. Están desnudos, mas se creen trajeados de guardasombras y parasoles de astros evidentes. Los supliciados poseen chimeneas en tierra de lagos hirvientes, de fumarolas que huyen erectas allanando llares de encendidos carbones. Y las polvaredas enjabelgan sus techumbres de blanco. Sangran como permanente tarde que se saja de escombros de sí mismos. Celebran la fiesta de a montones de monedas de oro. Los supliciados no saben de su suplicio. Me retiro a mi patio amanesquero, con mi aposentillo mostrando persianas con cara nada taciturna, con mis dones completos y mi arte con anverso de reposo.

poema 1

INCERTITUD I

Lo incierto viste un traje de xilorimbas histriónicas y desenfrenadamente bulliciosas. Es tambor de sol que se afina lentamente y produce náuseas como de mazas golpeando un mar íntimo con sones taurinos; hay capas rojas sorteando un universo de toros salvajes, que cornean la música enloquecedora retrasando horizontes. Se carcajea bufónico desde la garganta marina como un sonido de semáforo gigante y electrocutado en las avenidas del mar, como chillido molesto de olas avanzadas por las cuchillas del viento, que sabe ser un virtuosísimo percusionista en la incertitud.

INCERTITUD II

Las axilas con un follaje crecido gotean óleos desde sus flores nerviosas que uncen ese brevísimo tiempo de frustrada omnipotencia, como llamarada creciendo en la sien; no puede dorar los trigos en las eras. La espalda se encorva por los guindalejos de cántaros invisibles que chorrean fuentes secretas como acueductos de la Roma antigua. Lo incierto siempre cede a lo cierto, tragedias grecolatinas, con personajes de protagonismo ultérrimo venciendo los implacables designios de los dioses. Espinas dorsales se yerguen como rascacielos, como varas travertinas, como columnas límpidas. Los caminos se nos desnudan de oquedales y se trajean de arboledas pacíficas. Luego retorna el incierto, esa parte redundante y pleonásmica de la vida.

Cultura Poesía nicaragüense prosemas archivo

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COMENTARIOS

  1. Sarabertha Arévalo
    Hace 8 años

    Eres como un manantial inagotable con tus escritos YCBM. Felicidades por esa sensibilidad que brota día a día.

  2. Claudia Baltodano-bhatia
    Hace 8 años

    Como siempre es in placer leer a Yelba Clarissa Berrios molieri.

  3. eddy kuhl
    Hace 8 años

    Bello escrito de Yelva Clarissa, con palabras sabiamente escogidas nos lleva de la mano por el sensual cuerpo de Venus

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