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pensiones, jubilados, femicidios, Nicaragua, Estelí
Fernando Centeno Chiong

Aferrados a la esperanza

Recientemente un organismo empresarial promovió en Nicaragua una feria de empleos para jóvenes. La respuesta fue más de 2 mil aspirantes en busca de trabajo con folder en mano y una mochila cargada de esperanzas, formando filas desde muy temprano para ser incluidos en el banco de información de las empresas que patrocinaron el evento.

Tras escuchar testimonios de los asistentes, muchos de ellos no eran tan jóvenes ya que había personas de más de 50 años ansiando una oportunidad laboral.

Otros acudieron vestidos de jeans y camisetas, algunos camisas mangas largas con corbatas y otros con trajes recién asoleados para esta ocasión.

Al final de la tarde, cuando las entrevistas se tornaban largas y angustiosas, una de las organizadoras decidió clasificarlos en dos grandes grupos: los que hablaban solo español y los que dominaban ingles u otros idiomas. La diferencia fue tan sustantiva que estos últimos llenaron rápidamente los formularios y se marcharon mientras el resto con caras tristes y lánguidas continuaron esperando.

En los últimos diez años la Población Económicamente Activa de Nicaragua (PEA) aumentó en un millón de jóvenes que como primer obstáculo en la difícil ruta del empleo, era encontrarse con anuncios clasificados que requerían: talento, emprendimiento, bilingüe y experiencia.

Uno de los asistentes a la feria me comentó: “Hace cinco años egresé de la universidad y no he podido conseguir trabajo. No tengo ninguna experiencia y cada día me voy haciendo más viejo”.

Según el Banco Central, Nicaragua invierte 2.8 por ciento de su Producto Interno Bruto en educación, cifra irrisoria comparada con otros países, y para colmo la formación de los egresados universitarios está muy lejos en la demanda de la actividad laboral.

Según la Encuesta de Hogares (2012) la mayor parte de los jóvenes que afortunadamente están trabajando se localizan en el área de agricultura, silvicultura, industria manufacturera, comercio, hoteles y restaurantes.

Este sector de población es uno de los peores pagados. El promedio salarial entre los 15 y 29 años es apenas de cuatro mil córdobas y entre los 30 y 39 es de 8 mil, asegura dicha encuesta aún cuando estos privilegiados de empleo tienen grado universitario.

Lo más grave, es que el 62 por ciento de los que trabajan entre los 15 a 25 años laboran en el sector informal y solo 15 por ciento son formales. En el futuro, los primeros cuando lleguen a cumplir la edad de jubilación no gozarán de los beneficios del seguro social, si es que aún existe esta institución.

Otra realidad dramática es que según economistas independientes, el 60 por ciento de los que migran en busca de trabajo a otros países, son menores de 30 años muchos de ellos con grados universitarios producto de las triunfalísticas cifras del Consejo Nacional de Universidades (CNU), de profesionales que año con año egresan de las universidades públicas subsidiadas con los impuestos que los nicaragüenses aportamos a través del Presupuesto General de la República. En otras palabras financiamos mano de obra para exportación.

Los egresados optaron por carreras divorciadas de nuestra realidad y distan mucho de las demandas de la encuesta del COSEP que revela que se continúan formando profesionales en áreas que no tienen nada que ver con las demandas de trabajo.

Mientras no exista una verdadera conciencia sobre la calidad de técnicos y profesionales, que requiere Nicaragua en la malograda rendición de cuentas del CNU, tendremos más profesionales cuya única tabla de salvación será aferrarse a una esperanza.

El autor es periodista y abogado.

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