Los acontecimientos políticos principales de esta semana han sido, por una parte la renuncia de Noel Vidaurre a la candidatura presidencial del PLC y por otro lado la declinación de don Fabio Gadea Mantilla a la candidatura presidencial que le ofreció la Coalición Nacional por la Democracia.
La renuncia de Vidaurre —motivada por su rechazo a la nominación de candidatos a diputados de miembros de la familia y del entorno de amigos de Arnoldo Alemán— era inevitable. El proyecto de Vidaurre de “desalemanizar” su candidatura presidencial era imposible de realizar, debido a la poderosa preeminencia del caudillo del PLC.
En cuanto a la declinación de don Fabio Gadea a la candidatura presidencial que le fue ofrecida por la Coalición Nacional por la Democracia que lidera el Partido Liberal Independiente (PLI), él la justifica diciendo que “habiendo vivido una experiencia similar en el 2011, cuando conseguí una montaña de votos que terminó en un enorme fraude electoral, y al no haberse producido hasta hoy ningún cambio favorable en el CSE he decidido no aceptar la candidatura que se me ofrece”.
La decisión de don Fabio es un golpe político al PLI y sus aliados, considerando que según las encuestas el empresario radial era el mejor candidato presidencial que podía presentar la coalición opositora, con un índice de aceptación popular muy por encima de la suma de los partidos que la integran. Además, don Fabio podía entusiasmar a muchos indecisos y motivarlos a votar por la alternativa opositora.
Seguramente muchos partidarios de don Fabio se habrán desilusionado con su decisión y probablemente no van a transferir su simpatía al candidato que finalmente escoja la coalición democrática. Esto, sumado a la situación de que en realidad no hay ninguna garantía de transparencia electoral, alentará más el abstencionismo que solo favorece a Daniel Ortega y por eso sus partidarios abiertos y solapados han aplaudido la decisión de don Fabio.
El PLI, el MRS y demás partidos y grupos que integran la Coalición Nacional por la Democracia tendrán que ingeniárselas para encontrar un candidato que aunque no llene el vacío que deja don Fabio, al menos pueda motivar un volumen de votación que evite una catástrofe en la elección de diputados y que en el próximo período la oposición parlamentaria desaparezca de hecho.
A Ortega le interesa no solo seguir teniendo en la Asamblea Nacional dos tercios o más de los diputados, sino también que toda o casi toda la otra parte sea formada por diputados zancudos y de zacate, aparentemente opositores pero realmente sometidos al régimen orteguista. Inclusive, en los corrillos políticos ya se comenta que en los comicios de noviembre, por voluntad de Ortega el PLC será acreditado como la segunda fuerza y que la verdadera oposición quedará reducida a una mínima expresión.
