Más que respeto, hay una especie de veneración hacia Ted Williams en Boston y en el beisbol en general. Y se la merece.
Su promedio de .406, conseguido en 1941, permanece ahí firme, a pesar del tiempo, como testimonio de la grandeza de un bateador que fue lo más próximo a lo perfecto.
Cuando se retiró en 1960, tenía promedio de .344, 521 jonrones y 1,839 remolques, pese a que perdió tres de sus mejores años en la II Guerra Mundial y luego en la Guerra de Corea, como piloto.
Williams es la referencia del bateador perfecto en el beisbol, y por supuesto lo es también en Boston, donde se siente además especial orgullo por Carl Yastrzemski, Wade Boggs y Jim Rice.
Yastrzemski es el penúltimo ganador de una triple corona. En 1967 bateó .326, 44 tablazos y 121 remolques. Boggs resumió 3,010 hits, cinco títulos de bateo y 15 campañas sobre .300.
Rice tuvo una respetable carrera que lo llevó al Salón de la Fama y una temporada monstruosa en 1978, cuando alcanzó 406 bases a punta de bateo: 25 dobles, 15 triples y 46 jonrones entre 213 hits.
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Sin embargo, ni san Ted Williams, ni Yastrzemski, ni Rice, han sido tan valiosos en la historia de los Medias Rojas como David Ortiz, un dominicano al que han comenzado a despedir ahora.
Ortiz, extraído del mercado a precio de guate mojado en el 2003, ha mostrado lo mejor de su talento en los momentos decisivos y exhibe entre sus dedos tres anillos de Serie Mundial.
Con más o menos pompa que todos los anteriores, en Boston se tendrá que hablar de Ortiz como la pieza clave en la obtención de los títulos en el 2004, 2007 y 2013.
Su bateo en el instante de más trascendencia, le garantiza su perdurabilidad.