La anterior frase que Coronel Urtecho hablando del coronel Crisanto Sacasa cita en sus Reflexiones sobre la Historia de Nicaragua, atribuyéndosela a Jerónimo Pérez es algo que para nuestra desgracia, como el poeta lo asegura, se ha repetido constantemente a lo largo de la historia de Nicaragua.
Para quienes tenemos un compromiso antibelicista, la guerra ya debería estar proscrita en nuestra tierra, pero la ambición desmedida, el abuso del poder y el propósito de establecer una nueva dinastía provoca en los nicaragüenses el pensar que una salida cívica a través del ejercicio democrático ya no es factible, obligándonos a enfrentarnos de nuevo con el fantasma de la guerra, que en el noventa pensábamos haber exorcizado.
A siete meses de una nueva oportunidad para restablecer la soberanía popular mediante el ejercicio del voto libre y apropiadamente contabilizado por una autoridad electoral confiable, esta se ve perdida. La estabilidad democrática que el país requiere para desarrollarse y progresar se aprecia inalcanzable pretendiéndose sustituirla por una falsa estabilidad impuesta por la fuerza de la represión y la compra de conciencias.
Los operadores del Gobierno en vez de generar espacios democráticos, transparencia y apertura para garantizar la legitimidad han estado muy activos en las últimas semanas desarrollando sus estrategias para debilitar y controlar a la oposición políticamente organizada.
Hemos podido observar su accionar directo y a través de sus agentes infiltrados, desarrollando toda una campaña manipuladora para incidir en la decisión de don Fabio Gadea de aceptar su candidatura, habiendo desistido pretenden ahora sojuzgar al PLI forzándolo a someterse al PLC de Alemán y por último preparando una operación infecciosa que con la participación de la Corte Suprema de Justicia introduciría a los agentes orteguistas en el Comité Ejecutivo Nacional del PLI y desde ahí abortar la Coalición Nacional Opositora, todo para lograr un proceso electoral sin sorpresas o sobresaltos.
Es difícil saber qué tanto efecto tuvo en don Fabio el plan orteguista pero sí conocemos las razones que les motivaron para intentar sacarlo del juego; definitivamente no ha sido por temor a ser derrotados porque Ortega no renuncia ni renunciará jamás a la manipulación de los resultados electorales mediante el fraude; el temor es de otra índole, el Frente conoce la fortaleza de Fabio en el sector rural, donde el Frente ha perdido parte de los avances que habían logrado a partir del 2006, y lo que menos desean es que el campo se les salga de control agudizándose la inestabilidad y las protestas en dichas zonas; el descontento de las víctimas por las expropiaciones del canal es una amenaza que el Frente no podía permitir se agudizara con una candidatura altamente popular entre el campesinado.
Pero siempre en estos casos, conforme lo dice la sabiduría popular, “el lagarto come piedra”, el éxito de sus planes traerá los efectos contrarios, sin unas elecciones realmente competitivas y justas no podrán obtener jamás la legitimidad buscada y la estabilidad autoritaria se volverá una utopía que contrariamente al objetivo deseado incrementará los conflictos y la falta de armonía entre los nicaragüenses.
Los verdaderos opositores realmente comprometidos con el restablecimiento de la democracia deben conocer y reaccionar frente a la trampa orteguista y estar claros de que no puede existir unidad con los cómplices del régimen, todo intento para establecer una alianza de este tipo sería simplemente una claudicación.
El orteguismo y sus agentes pueden rebosar de felicidad por sus éxitos aparentes, pero la demanda nacional e internacional de elecciones libres es algo que difícilmente podrán detener, teniéndolo más difícil poder evitarla porque no se trata del reclamo de un candidato o de un partido o coalición, sino del clamor de todo un pueblo que ve al recurso electoral no a la guerra como la única forma de asegurar la convivencia pacífica.
El autor es abogado