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Chucho Valdés.LA PRENSA/EFE

Chucho Valdés hace homenaje a la banda cubana que él fundó

Chucho Valdés (Quivicán, Cuba, 1941) lleva 48 años actuando sin parar y ha hado la vuelta varias veces "al planeta" con la música afrocubana y trabajando por "la cultura cubana y universal". Por eso, asegura, se siente "ciudadano del mundo".

Chucho Valdés (Quivicán, Cuba, 1941) lleva 48 años actuando sin parar y ha hado la vuelta varias veces “al planeta” con la música afrocubana y trabajando por “la cultura cubana y universal”. Por eso, asegura, se siente “ciudadano del mundo”.

Valdés está en Madrid para presentar su último trabajo, “Tributo a Irakere”, un homenaje a la banda cubana que él fundó y que fue la “más importante” de la segunda mitad del siglo XX”.

Fue un “fenómeno” que comenzó “como un laboratorio” y que “rompió los moldes” para convertirse en el punto de partida “de lo que se está haciendo ahora” musicalmente, detalla.

Irakere fue, durante los años del bloqueo, el primer grupo en salir de la isla para tocar, nada más y nada menos, que en el legendario Carnegie Hall de Nueva York, en 1978, una cita que reunió a lo más florido del panorama jazzístico y salsero de la época, tal y como recuerda Valdés.

Con este disco, el músico cubano, hijo del mítico Bebo Valdés, hace un repaso a algunas de las melodías más famosas de esta formación, aunque también hay nuevas composiciones basándose en el estilo de Irakere.

Para “contemporizarlas” decidió buscar a los músicos cubanos más jóvenes y “ver cómo interpretaban” la música de los Irakere y este trabajo es el resultado.

El disco es “diferente, más fresco, con otra perspectiva”, en el que se nota que por el artista “han pasado 40 años” y que no se ha quedado “sentado en una silla” sino que ha seguido evolucionando.

Es, asegura, un trabajo “muy lindo” al que el público ha dado ya “una buena respuesta”.

Valdés es un referente del jazz-afrocubano, un hombre cuya carrera siempre ha estado ligada a la búsqueda de la ruptura de todas las barreras establecidas, y, sobre todo, de la fusión de géneros musicales, fruto de las enseñanzas de su padre, que siempre le instó, dice, a tener una “panorámica muy amplia”.

Claro ejemplo de ello son sus nuevos proyectos de música afrocubana sinfónica, o el concierto que dio junto al pianista chino Lang Lang en octubre del año pasado en Cuba, en la Plaza de la Catedral, y acompañados por la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

En esa velada brilló el eclecticismo con intensidad con un programa que incluyó desde ragtime hasta melodías de Tchaikovsky, Gershwin o Lecuona, recuerda.

El artista continúa su búsqueda incansable por romper todos los límites, ya que “si algo se va mezclando, se vuelve más universal”, explica.

En este sentido, dice, Lang Lang “está demostrado que la música no tiene fronteras”: “Es capaz de tocar cualquier cosa, es el músico integral, perfecto”, añade entusiasmado.

El cubano ve la electrónica como “un desarrollo” aunque, advierte, es necesario equilibrarla con los aspectos como el acústico, algo que según explica consiguieron en Irakere: “Transformamos lo ritual en actual, eso fue uno de los éxitos de la banda”.

Para Valdés, haber tenido a su padre como maestro y mentor es “el privilegio más grande” que Dios le ha dado.

Chucho Valdés tuvo que convertirse a los 19 años en el “padre de familia” porque su padre abandonó Cuba, una experiencia que, afirma, le hizo “más hombre”.

Así, Valdés es un hombre orgulloso de su apellido, convencido de que el amor por la música va en los genes y que no piensa “quedarse parado”: “Voy a estar hasta donde pueda, y siempre haciendo cosas nuevas”, concluye.

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